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Plenos todavía de inocencia, sin malicia y desconocedores de los peligros de un mundo dominado por la tecnología que nos abduce más allá de lo tolerable hoy en día, a quienes los sociólogos denominan como 'xennial' por ser una bisagra entre la generación X y ... los 'millennials' nos hacían más soportable la canícula veraniega en tiempos imberbes un puñado de series con las que crecimos. El bochorno no alcanzaba los horrores actuales, pero venía la mar de bien en cualquier caso la bocanada de aire fresco que aportaban tipos como Steve Urkel o Will Smith, inclasificable el primero e irreverente el segundo con su socarronería y desparpajo a prueba de un tío orondo con la mecha muy cortita pero bonachón en el fondo.
No existía entonces la vorágine actual de producciones, y de las que nacían apenas un puñado llegaban. Las opciones eran mínimas. Pocos canales, menos inventiva. Faltaban años para la irrupción del 'streaming'. Incluso desconocíamos la existencia de internet pese a que su germen, Arpanet, ya había sido parido en California. No quedaba otra que contentarse con lo que nos daban de comer. Visto en retrospectiva, hasta se agradece. Evitamos el paroxismo actual, con 'seriéfilos' -otro engendro este concepto en sí mismo- entregados al consumo desaforado por miedo a quedarse descolgados de la interlocución con quienes comparten su adicción. Ni el sexo está ya a resguardo del maratón de visionados, según reveló un estudio titulado 'Observatorio de las series' y presentado hace unas semanas.
De lo que ahora parece no abstenerse nadie es de devorar capítulo tras capítulo, de saltar de una novedad a otra sin tiempo para asimilar lo visto. Por eso resulta aconsejable regresar de cuando en cuando a la infancia para reencontrarnos con aquellos personajes cuyas peripecias y despropósitos recordamos al dedillo a base de las reposiciones que nos tragábamos una y otra vez. Con 'Cosas de casa' o 'El príncipe de Bel Air' lo tenemos fácil. Aún pisan la parrilla de Neox o Comedy Central. Por mucho que ahora nos resulten vacías y hasta surrealistas algunas de sus tramas, seduce que nos retrotraigan a un tiempo en que la simplicidad marcaba nuestros días.
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