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Volviendo al cine
Sin rodeos ·
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Sin rodeos ·
La vuelta a la normalidad de la oferta cinematográfica resulta lenta y desalentadoraLa vuelta del cine tras el confinamiento está siendo lenta, desalentadora y encima con resultados en la taquilla más bien negativos. Las cifras cantan. El pasado fin de semana, el primero del mes de julio, solamente 90.200 personas acudieron a las salas españolas, generando ... una recaudación de 525.400 euros. Se puede entender que estas cifras sean la décima parte de lo obtenido en el mismo fin de semana del año pasado, cuando aún estaban lejos las circunstancias y las consecuencias de la pandemia.
Por una razón similar también es previsible que los datos vayan mejorando progresivamente a lo largo de este mes, siempre y cuando los rebrotes del coronavirus lo permitan. Ahora bien, lo que ya resulta menos disculpable es la lentitud y la forma desalentadora con la que se intenta impulsar la vuelta a la normalidad en la oferta cinematográfica. Es lógico, por supuesto, que se establezcan condiciones sanitarias y aforos adecuados para el distanciamiento en los cines. Pero, ¿por qué a las salas de cine se les exigen mayores distanciamientos y restricciones de aforo que a las compañías aéreas, a los hoteles de la costa o a los bares?
Claro, la industria cultural no es tan importante y notoria como la turística, con lo cual se acepta políticamente que su recuperación sea calmosa y renqueante. Además, el propio sector está propiciando el premioso restablecimiento de la oferta, al retrasar los grandes estrenos previstos para el verano y al llenar las carteleras con reposiciones no siempre atractivas. Dado que la pandemia es asimétrica en su expansión por los diferentes continentes o que el rebrote en los Estados Unidos condiciona la oferta mundial, Hollywood no hace sino posponer y posponer los estrenos de las películas más esperadas, como por ejemplo 'Tenet' de Christopher Nolan o 'Mulán' de Disney.
El cine necesita de las salas, de los espectadores y de unas condiciones de oferta que no supongan una desventaja competitiva frente al 'streaming' o frente a otras alternativas de ocio. Una oferta potente, sí, que por ahora se torpedea desde fuera y desde dentro.
Kanye West
Que Kanye West sea un fenómeno económico no se explica solo por sus 21 Grammys, los 150 millones de dólares ingresados en 2019 o su reinado absoluto en la lista de 'Forbes' como el artista mejor pagado de 2020. Porque esas cifras apabullantes están muy por encima de su verdadero talento como rapero, algo que convierte su caso en una asignatura de estudio en las mejores escuelas de negocio. Cualquier gurú del márketing diría que su éxito principal es su marca, el ruido de su imagen que no pasa desapercibido o una publicidad muy superior al producto. Oportunismo, promoción personal, controversia y ese 'scarcity' que hace pensar en la exclusividad y finitud de su propuesta. La última de sus 'galopadas' es el anuncio de su candidatura a la presidencia de los EEUU. No pasará ningún caucus y no ganará, pero el ruido y la imagen convierten su audacia en millones de dólares. Un genio del márketing, sí.
Política cultural
Los desafíos de los museos tras la pandemia están siendo objeto de numerosas opiniones. Ante los malos tiempos que se avecinan para su financiación, la nueva presidenta del Patronato del Reina Sofía, Angeles González-Sinde, afirma creer menos en la filantropía y más en que los contribuyentes arrimen el hombro. Es una opinión respetable, sí, aunque González-Sinde se contradice al añadir que el Reina Sofía puede costear la crisis apoyándose en la fundación y en la asociación de amigos de su museo, dos ejemplos clave del mecenazgo cultural. Ya se ve que nuestros responsables culturales se contradicen y no parecen tenerlo claro. Pasa lo mismo con otro intelectual de izquierdas, Luis García Montero, que desde su posición como director del Instituto Cervantes acaba de opinar que en España hay poca colaboración pública-privada. Pero, ¿en qué quedamos? ¿Creemos o no en el respaldo privado? ¿Mecenas o contribuyentes? La cultura es una responsabilidad pública. Pero si su jerarquía presupuestaria es ínfima, entonces no cabe sino apoyarse en el mecenazgo.
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