Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Desde que ETA asesinó a mi hermano Sebastián en 1988, más de una persona me ha dicho, y cada interlocutor lo adaptaba a su circunstancia personal, que «si me hubiera ocurrido a mí, que mataran a mi padre, a un familiar cercano, no habría podido ... contenerme. Les hubiera hecho lo mismo, les hubiera respondido con la misma moneda». Siempre me dejaba fría esa expresión. No la sentía, tan siquiera, como una muestra de apoyo o de amparo. Hasta podía pasárseme por la mente que me estaban insinuando que mi respuesta pacífica no estaba a la altura del daño que nos habían infligido. Curiosamente, las personas que más me han escuchado y por las que me he sentido acompañada, en tanto víctima del terrorismo, nunca me han dicho algo así. Y supongo que nunca me dijeron algo así porque su escucha era más atenta y más profunda.
El ojo por ojo, la Ley del Talión, pertenece a la antigüedad religiosa, superada por la historia y abominable para quienes vivimos en países con un Estado de Derecho en los que los ciudadanos transferimos al Estado la función de impartir justicia en todos los casos, incluidos los de asesinato. Ese es un compromiso cívico que las víctimas del terrorismo de ETA nunca han quebrantado. Pero hay otro elemento, incluso más profundo que el compromiso cívico por el que las víctimas no han recurrido a la venganza, y es una convicción ética profunda que evita, impide caer en la reacción instintiva de venganza. Eso es lo que nos define a las víctimas del terrorismo en España: no haber caído en la venganza y haber roto, así, la espiral de violencia.
Tras haber escuchado a víctimas del terrorismo de varios países en el VIII Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo en Niza, al que ha asistido Covite -Colectivo de Víctimas del Terrorismo-, afirmo que la citada convicción es un rasgo de las víctimas de cualquier país y que los principios por los que abogamos de verdad, justicia y reparación son compartidos internacionalmente.
En el congreso, organizado por la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Francia y RAN -Red Europea de Concienciación de la Radicalización-, también se han oído voces de expertos en memoria histórica como Denis Peschanski, investigador del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS), quien afirmó que las políticas de memoria pública deben aportar claves para la comprensión del fenómeno terrorista. Dicho en otras palabras, para hacer un relato del terrorismo hay que describir cómo se practicó y cuáles fueron las consecuencias de variado orden que tuvo en la sociedad en la que se ejerció. Solo así puede adquirir valor pedagógico el relato, solo así servirá para deslegitimar el terrorismo.
Por otro lado, las consecuencias del fenómeno terrorista, incluso tras la disolución de las organizaciones que lo han practicado, sea el IRA o sea ETA, por referirme a los dos grupos terroristas de etiología nacionalista más dañinos de Europa, trascienden el daño generado durante su existencia activa porque el ideario que las alimentó no desaparece con la extinción del grupo. El fanatismo pervive en el postterrorismo, es alentado por organizaciones políticas identificadas ideológicamente con los grupos terroristas -Sinn Fein en el caso del IRA y Sortu-EH Bildu en el caso de ETA-, que a través de la glorificación de quienes pertenecieron a los grupos terroristas, avalan la trayectoria y razón de ser de esas bandas. Esa glorificación es un problema real que debe ser atajado para que el radicalismo violento no vuelva a seducir a ningún joven idealista, descentrado o con problemas de integración social. 'Porque la víctima podrías ser tú' valdría como eslogan de una campaña contra la radicalización, contra el fanatismo, el humus en el que germina la actividad terrorista.
Entre las principales ocupaciones de Covite está la de denunciar la radicalización ultranacionalista existente en nuestro querido País Vasco, elocuentemente ilustrada por los homenajes públicos a exconvictos etarras. Desde hace más de tres años el colectivo documenta todos los hechos denotativos de radicalización que se producen en nuestras calles y pueblos.
Además del Observatorio contra la Radicalización, ha impulsado el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET) que, a través de la página web del colectivo (www.covite.org), ofrece información y análisis detallado de los ataques yihadistas que se han producido y continúan produciéndose en distintos países. La radicalización de origen religioso, aun siendo un fenómeno persistente desde hace décadas en varias regiones del mundo, no es el tipo de radicalización preponderante en nuestra comunidad vasca.
La que aquí ha existido y ha conformado un página negra de nuestra reciente historia es la radicalización nacionalista de la que surgió ETA, que amagó inicialmente con ir contra la dictadura franquista pero que, muerto Franco en 1975, se transformó en una hidra que produjo la mayor conculcación de derechos humanos padecida en España en tiempos de paz. Urge transmitir esto a las generaciones que, por suerte, desconocieron la dictadura y que han crecido en una sociedad en la que un grupo radicalizado violento quiso imponer su credo a costa de la vida de muchos y la libertad de todos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.