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Las formaciones de ámbito estatal se están cargando de gloria por su actuación ante la investidura. Todas dicen querer evitar a toda costa el riesgo de unas nuevas elecciones. Lo afirman todos, pero no es cierto. Si analizamos los comportamientos mantenidos desde el 28-A ... y especialmente tras las elecciones locales y autonómicas del 26-M, existe algo más que duda razonable sobre la sinceridad de tal pretensión, pues es obvio que más de uno está pensando en la conveniencia, por puro interés electoral partidista, de hacer lo necesario para que la convocatoria de nuevos comicios sea la única salida.
No todos tienen la misma responsabilidad a la hora de lograr desbloquear esta situación. Es obvio que en esta graduación de responsabilidades el PSOE y especialmente su candidato Sánchez están en el primer puesto del ranking. Pero a la formación socialista se le está viendo mucho el plumero, manteniendo estrategias simultáneamente que resultan contradictorias. Tras las elecciones generales, escuchando a Sánchez, estaba claro que el aliado preferente para la investidura y la formación de gobierno era Podemos. Tras los comicios locales y autonómicos, el PSOE empezó a dar la espalda a Iglesias e iniciar el cortejo con Cs para lograr su abstención, sabiendo que Rivera ya había descartado tal opción.
Resulta lamentable el espectáculo que están dando el PSOE y Unidas Podemos, pues no encontraremos muchos ejemplos donde se haya hecho tanto el ridículo, generando el hastío en la ciudadanía y un monumental cabreo entre los votantes de izquierda. Pablo Iglesias vuelve a cometer los mismos errores que en 2015 al gestionar la investidura de Sánchez y la formación de gobierno, situando de forma desmedida y sin prudencia alguna el objetivo del acuerdo no tanto en el programa sino en el acceso al poder. Ahora sucede algo parecido, pues la percepción social existente es que a la formación de Iglesias lo que le preocupa realmente es su participación en el gobierno. Un flanco descubierto que el PSOE explota continuamente.
Pedro Sánchez se niega a formalizar con Podemos un gobierno de coalición pero hasta ahora no había explicado las razones. Lo hizo ayer en una entrevista en TVE, afirmando que el Gobierno tiene que gozar de una cohesión interna absoluta y en asuntos de Estado hay discrepancias de fondo. Lógicamente se refería a Cataluña. Resulta hiriente esta actitud respecto a quienes considera como aliados indispensables para la investidura. Resulta incongruente la razón expuesta, pues la misma no ha impedido que el PSOE haya suscrito acuerdos de gobierno en otras instituciones también importantes. Veamos por ejemplo, por su importancia, el acuerdo de gobierno entre BComú de Ada Colau y el PSC para el Ayuntamiento de Barcelona, donde se han pactado las discrepancias en la cuestión nacional y se afirma que sobre las mismas «cada formación tendrá sus posiciones». Traigamos también a colación el acuerdo para el Gobierno de la Generalitat Valenciana, donde las discrepancias sobre la cuestión catalana no han impedido al PSPV-PSOE formalizar un gobierno de coalición con Podemos. Recordemos algo mucho más incongruente con la posición de Sánchez, como es el acuerdo de gobierno suscrito por el PSC con JxCat para la Diputación de Barcelona. Ya me dirán qué coherencia tiene esta coalición con las razones expuestas para negar el gobierno de coalición con Podemos. Para remate de tanto postureo, de tanta actitud impostada, tenemos la 'sinceridad' de Borrell, que preguntado sobre la negativa del PSOE al gobierno de coalición, el ministro afirma que se debe a una 'cuestión de funcionalidad'. Creo que los ciudadanos y los votantes merecen otro respeto.
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