A Boris Johnson hay que seguirle la pista hoy como había que seguírsela a Picasso en 1910. ¿Por lo de la genialidad artística? No, por lo del instinto de anticipación. Los vanguardistas son así: además de peinarse raro, presienten la norma del mañana y la ... adelantan. Johnson por ejemplo apuntala estos días una técnica política innovadora: cuando estés metido en un lío, distrae la atención con la ocurrencia más rara y espectacular que se te ocurra.

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Hace dos fines de semana, viendo que lo suyo con los donantes particulares pasaba del papel pintado a la niñera, Johnson reaccionó relacionando la libertad obtenida con el 'Brexit' con el freno a la Superliga de Florentino y la lucha contra el robo de mascotas. «Es una pelea que se puede ganar», escribió en el 'Daily Mail', refiriéndose a las mascotas, un asunto que le preocupa «especialmente». Por eso ya está en marcha un «Grupo de Trabajo contra el Robo de Mascotas». Cuando la semana pasada Nicola Sturgeon ganó las elecciones en Escocia y le exigió a Londres un segundo referéndum de independencia, Johnson se vio en una encrucijada: ya había utilizado lo de las mascotas. Pero no se amilanó y reaccionó apelando al espíritu del «Team UK», o sea, el equipo olímpico británico. ¿No son una piña los escoceses y los ingleses en el equipo de balonmano playa femenino? La lógica es inapelable. Juntos somos más fuertes. Te lo asegura uno de los impulsores del Brexit.

Ahora a Boris Johnson lo de los donantes le ha pasado de la niñera a un empresario pagándole las vacaciones de Navidad de 2019 en la exclusiva y caribeña Isla Mosquito. El mundo espera la maniobra de distracción del 'premier', que puede ser antológica y aludir a un disco perdido de los Beatles o a lo mucho que significa para él que Inglaterra siga comiendo sandwiches de queso y pepinillos. Por debajo, la constante a la que Johnson se aferra desde hace semanas: la vacunación. Solo quiere hablar de vacunas. Y se intuye que esa tendencia también la veremos por aquí. Creará escuela. Los distintos líderes recordándonos que nos han salvado la vida vacunándonos a todos personalmente y dejando caer, ante cada asunto problemático, que así se lo pagamos, con reproches, oposición y chorraditas.

ALARMA

Carta abierta

El Gobierno se abrió ayer a hacer «cambios legales adicionales» por el lado del estado de alarma y después se cerró a ello porque no hay necesidad. Fue maravilloso. Es que el ministro de Justicia refutó en la tele lo que él mismo decía en la prensa, pero no en una entrevista, donde siempre puede darse el malentendido, sino en una tribuna, o sea, un texto preparado y revisado por su equipo. Ojalá la reparación se diese en los mismos términos y hoy el ministro Campo firmase en la prensa una carta abierta al ministro Campo en la que se llevase la contraria a sí mismo con elegancia pero con argumentos fuertes y citas en latín. Ni siquiera nos sorprendería. La velocidad y el disparate son ya nuestro hábitat. Cuando en la tele le insistieron ayer con lo de que todo esto parece una broma, el ministro de Justicia hizo un resumen: «El Gobierno se preocupa de salvar a la ciudadanía». Luego que si la gente se va a los bares.

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CATALUÑA

Ficción en bucle

Causa la política catalana el efecto de esas series eternas a las que uno deja de prestar atención durante años y un día, al dar con un capítulo por azar, comprueba que todo sigue igual: los mismos personajes clónicos, las mismas tramas circulares… Ahora Esquerra y Junts se amenazan con ir a elecciones. Otra vez la escena de la carrera de coches hacia el precipicio. ¿Quién se acobardará antes? El aburrimiento que esto produce en un espectador externo es inmenso. Que el escándalo en la sociedad catalana no sea del mismo tamaño es un misterio.

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