
Desde 2017 evito esas conversaciones taurinas que consisten en recordar las grandes tardes que cada uno ha visto. Lo hago porque la sinceridad me obligaría ... a reconocer que la mayor emoción colectiva que he presenciado en una plaza no la desencadenaron Antoñete o José Tomás, sino Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Vistalegre 2, claro. Los tendidos llenos de gente -pero de gente normal, real, sudorosa, cotizante, pueblo, o sea, gente- gritando «unidad, unidad» mientras abajo, en el ruedo, un puñado de profesores universitarios, estrategas delgaditos y aparateros florecientes se acuchillaban sin piedad, únicamente concentrados en la conspiración y en las cámaras que los seguían a todos lados.
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La vibración de aquella plaza me resulta inolvidable porque yo en los tendidos había visto entusiasmo, enfado o indiferencia, pero nunca un ruego clamoroso, sincero y colectivo siendo desatendido con una indiferencia casi violenta. Por eso le encuentro justicia poética a que la llamada a la unidad que hizo el lunes Pablo Iglesias se desinfle como otro juego de manos del líder de Podemos. El efecto es curioso. Pasan las horas e Iglesias envejece más tras recordarnos lo que un día fue. Y es ahora cuando ves claro que el país estará a tope de poderosos, Estado profundo y 'lawfare', pero el retrato demoledor a Iglesias se lo hizo para la historia una excompañera de partido, Teresa Rodríguez, hablando despacito y con una camiseta en la que ponía 'Bandolera'.
Por lo demás, el episodio tiene gracia. Pablo Iglesias salió el lunes gritando que el fascismo está aquí y dando órdenes como un niño: él lideraría generosamente a las izquierdas madrileñas mientras Yolanda Díaz se quedaría de vicepresidenta segunda del Gobierno. Al día siguiente Íñigo Errejón se cobra lo de Vistalegre diciéndole que no sea machista y que su izquierda madrileña la lidera Mónica García. Mientras, Pedro Sánchez concede gélido y magnánimo que la ministra de Trabajo sea vicepresidenta, pero tercera. Estas noticias de gente poco impresionada por su generosidad y audacia, a Pablo Iglesias debieron de pillarlo ayer cavando trincheras antifascistas por la ciudad universitaria. «Unidad, unidad», puede que corease al enterarse, pero a estas alturas ya por lo bajini, solo para sí mismo.
ESTAFAS
Bajan los delitos y se disparan las estafas por internet que terminan con la cuenta del ciudadano más o menos saqueada. A veces por comodidad y a veces porque no queda otra, cada vez operamos más en la red. Eso es una oportunidad para los timadores, que no dejan de reciclarse y han descubierto que el modo 'online' también presenta para ellos grandes ventajas. Entre sus méritos, lograr el engaño técnico y generar la confusión y la alarma que hacen que olvidemos que solo deberíamos aportar claves cuando nosotros impulsamos una operación en un entorno conocido. Si se trata de responder a algo inesperado, mejor contactar con el banco. Ya puestos, los bancos deberían cubrir mejor a sus clientes ante una amenaza extendida y evidente. Sobre todo, si pensamos que la banca 'online' es cada vez menos una alternativa para ser la única opción. Y que, para mucha gente no familiarizada con la tecnología, eso es un quebradero de cabeza.
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CANTÓ
Toni Cantó dejó ayer Ciudadanos tristísimo y decepcionado por la política. Buscando algo que le haga «volver feliz por la noche a casa», fichó ayer también por el programa televisivo de Risto Mejide. Es solo un indicio, pero no descarten que ya sepamos cuál es el lugar en el que va a acabar la generación política que vino a regenerarlo todo: el 'prime time'. Tendría su lógica. Muchas de las figuras del momento comenzaron demostrando que podían ser sectarios y letales en esos debates, ya saben, 'El Rojo al agua', 'La Tuerka Noche', 'El gato vivo'. Y por ahí.
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