El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

Sucedió a finales de enero en la ciudad recién confinada de Wuhan y los vídeos dieron la vuelta al mundo. Mostraban a gente que salía a las ventanas en barrios de enormes edificios y gritaba «Wuhan jiyaou!», algo parecido a «¡Vamos, Wuhan!». La escena era ... irreal:solo las luces de los pisos iluminaban una noche que parecía especialmente oscura. Sobre las calles desiertas crecía un clamor que apelaba al ánimo colectivo y la resistencia.

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Mes y medio después, éramos nosotros los que, recién confinados, nos dábamos ánimos, y agradecíamos el trabajo de quienes estaban en los hospitales, aplaudiendo a las ocho de la tarde desde los balcones. Si la idea vino de China, el estilo llegó desde Italia. Aplausos y después canciones que se transformaron en coreografías y sesiones de DJ. Tenemos problemas con la emoción. Y cierta facilidad para transformarlo todo en la 'happy hour' de un camping.

No tardó la política en detectar la energía de los balcones y en intentar apropiársela utilizando cacerolas, banderas, himnos, propaganda y demás cacharrería. Sin embargo, los aplausos han sido durante dos meses un paréntesis cívico. Tengo un vecino que ha salido cada tarde a aplaudir erguido, rotundo, ceremonioso y solo. Con su bata de estar en casa, pero con la dignidad de un veterano de la Grande Armée que se cuadrase ante el féretro de Bonaparte en La Concordia.

Ayer hubo llamamientos para que el aplauso de las ocho fuese especial y el último. No sería mala idea terminar así, haciendo algo sensato por última vez antes de que el espacio público vuelva a llenarse de garrotazos. Durante 64 días se aplaudió para agradecer el trabajo de quienes se dejaban la vida por los demás. Ypara darnos ánimos en tiempos oscuros. El símbolo de los aplausos en los balcones quedará, aunque puede que se olvide su esencia. Fue natural, libre y sencillo. Tuvo importancia. Estando ya cerca de la muerte, el doctor Johnson le pidió a Boswell que le leyese una carta que acababa de llegar. Boswell lo hizo y, para no cansar a su amigo, resumió: la carta era de un admirador y estaba llena de elogios. «El aplauso de un solo ser humano es siempre de gran trascendencia», reflexionó entonces Johnson, con gran seriedad, según parece.

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PAÍS VASCO

Virus forastero

La gente puede moverse más por la provincia. Ir, por ejemplo, a las segundas residencias, que suelen estar en municipios pequeños y paradisiacos que han esquivado con más facilidad el virus. Eso puede agravar un problema conocido: la desconfianza entre los locales y quienes llegan de la ciudad. Se preparan campañas al respecto. Ojalá incidan en que todos somos hermanos. Estos días iniciales van a tener algo de experimento. Porque el miedo al forastero infectado va a mezclarse con el odio tradicional, el odio estándar. A diversas escalas, desde la aldea al continente, pasando por Madrid y Lombardía.Es curioso:lo de la pertenencia está muy claro hasta que deja de estarlo. Para evitar heridos en lo tocante a segundas residencias, yo por ahora apelaría al fútbol: no somos del mismo municipio, pero sí del mismo equipo.Compartimos, por tanto, enemigos.Los de los otros equipos. Los infectados. Ellos. Esa gente. Los demás.

DESESCALADA

Santa Mascarilla

Madurar es asumir que en la vida hay cosas inevitables, como el sobrepeso, el hastío, Juan Carlos Monedero o el divorcio. La asunción de que todos terminaríamos llevando mascarilla responde al mismo mecanismo adaptativo en la nueva normalidad pandémica y agreste. Con audacia, el Gobierno va a establecer el uso obligatorio de la protección ahora que su uso ya es mayoritario y aceptado. Ayuda sin duda que al fin haya mascarillas. En Italia, más melodramáticos, comienzan hoy a desescalarse en serio yse encomiendan a 'Santa Mascarilla'.

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