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Desde 2008 enlazamos una tras otra una sucesión de crisis que han hecho tambalear buena parte de las teorías implícitas que manejábamos acerca del mundo en el que vivimos: crisis económicas, medioambientales y de sostenibilidad globales, una pandemia que paralizó todo el planeta y, últimamente, ... crisis geopolíticas que han alterado mercados energéticos estratégicos como el europeo con incrementos de precios desconocidos desde hace décadas. El futuro ofrece más dudas que certezas. Sin embargo, la única vía para mejorar la realidad es comprender el modo en que se transforma y, desde ahí, tomar decisiones que miren hacia delante. Al fin y al cabo, las decisiones tomadas en el pasado nos han conducido hasta donde nos encontramos hoy.
Y así ha sido también en el caso de la fundación bancaria BBK desde su constitución en 2014. Conviene recordar que la ley 26/ 2013 de cajas de ahorros y fundaciones bancarias definió con claridad una serie de condiciones para aquellas fundaciones bancarias que mantuvieran una participación igual o superior al 50% de su entidad financiera participada. Ese es el caso de la fundación bancaria BBK respecto de Kutxabank, con un 57%.
Quienes estuvieran en esa situación debían presentar un plan financiero reforzado que incluyera sus previsiones de diversificación de inversiones y gestión de riesgos para minimizar su dependencia financiera de la entidad de crédito participada. Más allá aún, las fundaciones bancarias que quisieran mantener su posición mayoritaria en su entidad financiera de referencia debían dotar un fondo de reserva para atender a posibles necesidades futuras de recursos propios del banco participado que «pudieran poner en peligro su solvencia». De no hacerlo, la alternativa era la venta de la participación en el banco hasta alcanzar un umbral por debajo de la posición de control, bien mediante la salida a bolsa u otra operación corporativa de compraventa.
Desde su constitución como fundación bancaria, y pese a estos desincentivos al mantenimiento de su posición mayoritaria, BBK optó por la dotación del fondo de reserva siendo muy consciente de las dimensiones financieras del esfuerzo que requería: 231 millones al cierre de 2022. Y lo hizo por el carácter estratégico de una entidad financiera como Kutxabank, por su contribución a la economía vasca y su indudable relevancia institucional. Un único objetivo inspiró aquella decisión: aportar estabilidad a la entidad para que pudiera gestionar por sí misma su crecimiento de manera sostenida y no condicionada por factores coyunturales.
Incluso desde el punto de vista de rentabilidad económica se reveló que aquella fue una decisión acertada: una inversión que genera una rentabilidad moderada, pero estable. Y también, y no es un aspecto menor, desde el punto de vista del mantenimiento de su valor: con el paso de los años se ha demostrado que quienes salieron a bolsa no han mostrado una evolución positiva, más bien al contrario. Un estudio de Deusto Business School concluyó el pasado año que la decisión adoptada de no salir a bolsa supuso evitar una pérdida de valor cercana a los 2.000 millones para BBK. ¿Qué habría pasado, podríamos preguntarnos entendemos que legítimamente, si no se hubiera tomado aquella decisión en su momento?
Con todo, hoy estamos en condiciones de comunicar que, con humildad, prudencia en la gestión y un recorrido de trabajo durante años, la fundación bancaria BBK ha completado la dotación del fondo de reserva dos años antes de la fecha establecida. Pese a contextos económicos muy complejos o a la drástica reducción de ingresos experimentada durante la pandemia y la incertidumbre que generó la crisis sanitaria ante la ausencia de dividendos. El hito de la dotación anticipada de este fondo permite a la fundación bancaria BBK fortalecer el horizonte estratégico de nuestra actividad, que no es otro que garantizar, reforzar e impulsar la actividad de nuestra obra social, la mayor por habitante del Estado.
Esa es nuestra razón de ser. Y lograrlo a través de un modelo de gestión prudente que atiende a la diversificación, como demandaba desde su misma promulgación la ley, como estrategia de minimización de riesgos financieros. Que diseña su recorrido para hacerlo sostenible en el tiempo. Un modelo que potencia la solvencia financiera de la entidad y defiende con energía el arraigo en Bizkaia de su actividad. Tomando decisiones y cumpliendo los objetivos estratégicos marcados. No conocemos otra manera de hacerlo, aunque no siempre sea ni la más rápida, ni la más llamativa, ni la más ruidosa. Tampoco lo era hace nueve años, pero los datos ahí están. La dotación anticipada de este fondo de reserva es la mejor metáfora.
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