Mañana se entregan en Estocolmo los premios Nobel 2021. Uno de los distinguidos en el campo de la Física es el italiano Giorgio Parisi. Nada más tener conocimiento del premio, Parisi reconoció en público la figura de otro gran físico compatriota: Nicola Cabibbo (1935-2010). ... Pocos días después, el galardonado descubrió, además, una placa en honor a Cabibbo en la Universidad de La Sapienza, en donde éste fue profesor e investigador durante muchos años. Estos homenajes han adquirido un significado especial porque a Cabibbo nunca le fue otorgado el Nobel de Física, a pesar de que reunía méritos más que suficientes, según fue unánimemente reconocido por la comunidad científica.
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En especial hay que advertir de que muchos científicos denunciaron que se cometía una gran injusticia hacia Cabibbo cuando, en 2008, fue ignorado por la Academia sueca y, sin embargo, dos físicos japoneses sí fueron reconocidos con el Nobel por sus investigaciones sobre los 'quarks' a partir de los presupuestos que previamente este físico italiano había planteado.
¿Por qué Cabibbo no recibió nunca el Nobel? Enseguida se sospechó que la razón esencial estribaba en que Cabibbo desempeñó, durante los últimos años de su vida, el cargo de presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias. Esta institución, bajo la tutela de la Santa Sede, ha tenido como misión promover el conocimiento científico durante alrededor de medio milenio. Entre sus primeros miembros cabría contar al astrónomo Galileo Galilei. De hecho, a pocos metros de la sede de la Pontificia Academia de las Ciencias, en la misma Ciudad del Vaticano, se ubica el observatorio astronómico más antiguo aún en funcionamiento.
Por lo tanto, una figura científica como Cabibbo, tan ligada al hecho religioso y en especial al catolicismo y a la personalidad del Papa, es muy probable que suscitara desconfianza entre personas concretas de los jurados de los Nobel de Física, hasta el punto en que insistieran en vetarlo año tras año. Es verdad que Cabibbo era católico practicante y que fue bien conocido por participar en debates de rigor con otros científicos acerca de la relación entre la fe religiosa y el conocimiento científico. Sin embargo, han formado parte de la Pontificia Academia de las Ciencias otros muchos científicos de gran renombre, entre ellos varias docenas de premios Nobel, que a menudo no solo no se confesaban católicos sino que muchas veces eran agnósticos e, incluso, ateos declarados. En este último grupo cabría contar, por ejemplo, al físico inglés Stephen Hawking.
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Hay que tener en cuenta, por otro lado, que con cierta frecuencia algunos agraciados con el Nobel han sido más que cuestionados, con lo que esto ha significado para la pérdida de prestigio de la Academia sueca. No han sido casos aislados. Sin ir más lejos, a pesar de los buenos ratos que hemos disfrutado con las canciones de Bob Dylan, muchos hemos pensado que era del todo exagerado haberlo galardonado con el Nobel de Literatura en 2016. Más controversia generó, sin duda, que el secretario de Estado Henry Kissinger fuera premiado con el Nobel de la Paz en 1973, cuando era sabido por todos que había conspirado para la puesta en marcha de golpes de Estado en América Latina. Y, por qué no decirlo, muchos quedamos tristemente asombrados de que Camilo José Cela fuese agraciado con el Nobel de Literatura 1989 y nunca lo fuera, en cambio, Miguel Delibes.
Seguirá siendo una incógnita si Cabibbo fue o no vetado por sus adscripciones religiosas, pero todo resultó muy sospechoso. No abundan personas religiosas entre los científicos de más alto nivel. No obstante, tampoco puede afirmarse que sea frecuente perder la fe por acceder a mayor grado de conocimiento científico.
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También es verdad que se cuentan personas religiosas en todo tipo de líneas científicas, incluidas las más vanguardistas; al igual que están comprometidas con ellas universidades y centros de investigación muy prestigiosos de carácter confesional y repartidos por todo el planeta. Todos ellos fundamentan sus investigaciones en los principios y criterios del método científico que se fueron definiendo a partir de las disertaciones de grandes personalidades -de recia espiritualidad, por cierto- como por ejemplo René Descartes, Francis Bacon o Isaac Newton.
Si bien hay grandes científicos que han asegurado que las leyes físicas pueden ser capaces de explicar por sí mismas el origen y la evolución del Universo, sin necesidad de la intervención de un ser creador, hay también otros de similar reputación que sostienen que el orden y la complejidad del cosmos o de la vida no pueden ser casuales y, por lo tanto, no deberían ser atribuibles únicamente al azar.
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Hoy, no obstante, la mayor parte de los mejores investigadores comparten que Dios no puede ser objeto de laboratorio, es decir, no es una hipótesis científica. Menos claro puede parecer, sin embargo, que en años recientes la Academia sueca no tenga prejuicios hacia los científicos religiosos más célebres.
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