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Europa necesita valientes. La Unión Europea debe dar luz, y poder, a los políticos que muestran valentía. El tiempo decisivo que estamos viviendo hace aún más patente que no todo vale en política. Estamos inmersos en un gran examen europeo, multipolar y global. El mundo ... está navegando por un mar de decisiones que no pueden esperar, pero que al mismo tiempo requieren de reflexión pausada antes de pasar a la acción.
Si miramos la fotografía de este tiempo, debemos preguntarnos: ¿es esta la imagen que queremos que surja después de su proceso de revelado?
El coronavirus está acelerando la historia del mundo que conocemos hacia otra historia que podemos ir moldeando. La UE está atravesando una crisis dentro de una crisis. Se están sucediendo acontecimientos que aterrizan en nuestra realidad y nos obligan a reconfigurar nuestra mente y nuestro concepto de lo que es vivir. El Brexit, la cumbre del clima en Glasgow, la amenaza de Bielorrusia en la frontera de Polonia, el volcán rugiendo en nuestra preciosa isla de La Palma zarandean los modelos, las conciencias.
Necesitamos ciudadanos que conduzcan su trabajo diario a sacar adelante nuestro modelo europeo de valores. En esta responsabilidad común, debemos reconocer a los políticos valientes. La valentía también se traduce en una definición honorable de la propia política.
La transversalidad basada en la altura de miras es clave; personal y conjunta. La política europea es la que engalana mejor estos principios. Los viste y arropa con las telas tejidas con su Carta de Derechos Fundamentales.
La Unión Europea es unión de uniones. Cuando miramos a niños llorando en la frontera de Bielorrusia con Polonia nos duele que alguien utilice a seres humanos como escudos, como mercancías, como objetos de trueque. Tras la acción de Lukashenko están las maniobras de Putin, señor feudal en el siglo XXI que intenta desestabilizar la estabilidad europea asentada en los valores de Libertad, Igualdad, Dignidad y Solidaridad en el marco de la Ciudadanía y de la Justicia. La democracia europea y su capacidad supranacional son el objetivo a batir en una guerra no tan híbrida. Tiene la dosis de intangibilidad que parece aportar lo híbrido pero es tangible, peligrosa, inhumana. Es guerra.
La brújula estratégica europea es clave, pero la autonomía estratégica de la UE solo será posible si los gobiernos de los estados miembros dan soporte a una diplomacia común y al germen de un Ejército europeo. La oportunidad que tiene la UE para no perder el horizonte de su propio destino es fortalecer y reformular su profundización política. Ser capaces de volver a definir lo que somos.
Tenemos políticos europeos valientes. Si me detuviese a pensar en políticos nacionales a los que poder sumar la palabra valientes tardaría en escribir sus nombres. La elección de los miembros del Tribunal Constitucional ha dañado la imagen de los partidos, ha menospreciado a nuestra democracia y a nuestra Constitución.
Los políticos tienen que mostrar también valentía en no esconderse tras mantras repetidos y repetitivos. Son importantes los mensajes transmisores de fuerza política pero no deben abusar de mantras vacíos. Los partidos deben parar de exponer que van a ganar las próximas elecciones. Lo importante es que describan las soluciones, las respuestas a las interrogaciones de los ciudadanos que les votan. Deben explicar con claridad el trabajo que están desarrollando para ganar las elecciones.
Ha llegado la hora de la argumentación sosegada, elaborada, estructurada; con voluntad de dar respuestas en el presente y soluciones que lleven implícito un futuro.
En la niebla espesa y fría del invierno de las personas refugiadas, la Unión Europea representa la guía democrática asentada en principios y normas. La política ordenada y coherente es la que necesita este mundo multipolar que camina hacia un lugar nunca antes descubierto. A la hora de explorar este nuevo mundo de la geopolítica global, la UE es la referencia de los valores democráticos y de los derechos de las personas. Se habla mucho del humanismo en la academia pero no tanto en la política. Hay que humanizar la política y, para lograrlo, decir la verdad es esencial.
Estamos viviendo un tiempo revolucionario en el que la palabra respeto también parece 'revolucionaria'. Yo creo en la política y en los políticos, pero estoy decepcionada de no encontrar una vertebración clara de palabras y hechos; partidos que permitan definir de manera transversal la España europea que queremos que vivan nuestros hijos. Necesitamos políticos valientes.
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