El ambiente es de juegos diplomáticos. Múltiples en el estreno del todavía pandémico 2022. Según cualquiera de ellos, la situación en el corazón de Europa es peligrosamente volátil. Reuniones entre Rusia y EE UU en Ginebra, conversaciones Rusia-OTAN en Bruselas, deliberaciones en el marco ... de la OSCE en Viena, encuentros de los ministros de Defensa y de Exteriores de los Veintisiete en Brest... Intensa secuencia diplomática en la que a través del destino de Ucrania se dirime la seguridad del Viejo Continente. La amenaza rusa se ha vuelto muy concreta. Los europeos con toda razón reivindican su lugar en unas negociaciones en las que todo les concierne. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dice preparar a su organización para «un nuevo conflicto armado en Europa» si persisten las «líneas rojas» rusas.
Publicidad
Existe presión. Sí, y viene de Moscú. El amedrentamiento hacia los occidentales se concreta en la frontera ucraniana, donde Putin ha acumulado desde noviembre decenas de miles de soldados profusamente armados para amenazar a Kiev con una nueva invasión y vasallaje. La intimidación estratégica por parte del presidente ruso siembra la duda de que únicamente estemos ante una maniobra híbrida. La guerra antes de la guerra no se ajusta a las operaciones de Rusia en la exrepública soviética desde 2014: anexión de Crimea, proclamación de independencia de Donetsk y de Lugansk en la región de Donbass por separatistas interpuestos, sostenimiento en la zona norte de un frente activo 'de baja intensidad'. Antony Blinken, secretario de Estado estadounidense, observa desde Washington cómo se sirve el Kremlin de Ucrania en «busca de una provocación» que justifique el abandono del diálogo. Cuánta manipulación para imponer una lista de exigencias internacionales, «absolutamente inadmisibles» para el americano.
La ambición rusa fue públicamente expuesta el 17 de diciembre de 2021. Putin quiere una «nueva arquitectura de seguridad en Europa» que de hecho le permita regresar todo lo posible a la zona de influencia rusa en la época de la URSS. La OTAN debe ser neutralizada, renunciar a toda actividad militar en Europa del Este y Asia central y cerrar sus puertas a cualquier nuevo candidato. Rusia afirma -falsamente- haber recibido en 1990 la seguridad de que el Tratado Atlántico no se extendería hacia sus fronteras. Es Moscú quien ha violado el memorándum firmado en Budapest en 1994 con Washington y Londres, que preveía el respeto de los límites de Ucrania y su soberanía. A cambio, Kiev abandonaba las armas nucleares almacenadas en su territorio.
En este paisaje, ¿dónde están los europeos? Moscú los ha excluido deliberadamente de la 'negociación'. El formato bilateral impuesto por Putin y su empeño en que el único decisor sobre asuntos de Europa se encuentre en Washington prueban que el presidente ruso busca dividir la comunidad trasatlántica. En la cumbre Rusia-OTAN del día 12, Wendy Sherman, la negociadora norteamericana, garantiza a la UE y a los ucranianos: «EE UU no decidirá nada respecto a ustedes sin ustedes». Los treinta miembros de la Alianza han repetido a su interlocutor ruso las posiciones de Washington en Ginebra: los occidentales solamente debatirán sobre la limitación de futuros despliegues de la OTAN en territorios que pudieran ser considerados por Moscú como amenazantes. Stoltenberg sugiere conversaciones sobre los misiles en suelo europeo con fines de verificación recíproca. La parte rusa confiesa «no estar preparada para ello», recuerda no estar dispuesta a recular en sus proposiciones y avisa de que no dudaría en acudir «a una respuesta militar-técnica» si sus demandas no son escuchadas.
Publicidad
Sin pretenderlo, Putin ha revitalizado la OTAN. Desde 1997 once Estados se han adherido, Finlandia y Suecia se lo plantean y hoy un 50 % de los ucranianos solicitan la integración. Georgia, a la espera. Los occidentales niegan a Moscú el derecho de veto a eventuales adhesiones. La retirada de las fuerzas de la Alianza Atlántica de los once países incorporados entre 1999 y 2017 ni se plantea. No se vislumbra una desescalada, pero al menos las conversaciones prosiguen.
La desaparición de la URSS y del Pacto de Varsovia, la ampliación de la Unión Europea y de la OTAN, el desarrollo de la tecnología militar, la eliminación por Trump de los tratados sobre fuerzas nucleares -FNI y Open Sky-, la creación de sofisticados centros de seguridad e información y la implosión china son elementos que invitan a pensar en que no es descabellado un replanteamiento de la seguridad continental europea. Pero de aquí a que Vladímir Putin mantenga en julio, en la página del Kremlin -«De la unidad histórica de rusos y ucranianos»-, su convicción de que estos pueblos no son más que uno, pasamos al conflicto.
Publicidad
En 2014, los ucranianos respondieron con la revolución del Maidán al desenganche de la esfera de influencia rusa. No son los únicos en acercarse a Europa temerosos de la 'democratura' de Putin. ¿Por qué no atiende Rusia los derechos de los pueblos del Este de Europa y de Asia central?
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.