Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión
Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado de transporte de personal BTR-80, se dirigen por carretera hacia el centro de Ucrania, el pasado viernes EFE

Entre Ucrania y el desafío climático

Los efectos de la guerra de Putin han paralizado la transición energética que apuesta por recursos ecológicos

Viernes, 26 de agosto 2022, 00:02

El planeta no lo podrá resistir, a no ser que cambiemos un modelo económico insostenible de crecimiento sin límites que agota los recursos naturales, eliminemos los hábitos de vida híper-consumistas en los países más desarrollados y nos comprometamos con una gobernanza democrática de la ... globalización. Una gobernanza de cooperación que haga frente común al cambio climático, las pandemias, los ciberataques y los intereses de los grandes poderes económicos desregulados.

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Pero, de nuevo, la guerra y sus efectos se hace presente en Europa y su final se pone a la cabeza de las prioridades. Tras la criminal invasión a Ucrania decidida por Putin en febrero, la Unión Europea y Estados Unidos acordaron imponerle duras sanciones económicas, aunque no parece que hayan servido para 'desangrar' a Rusia. Mientras, Rusia nos seguía suministrando gas y la UE lo aceptaba en base a acuerdos comerciales previos y beneficiosos, en especial para Alemania, si bien ya se preparaba para un corte irremediable.

Una situación tan contradictoria e incoherente no podía prolongarse. De ahí el plan puesto en marcha por la UE para sustituir el gas y petróleo rusos por los procedentes de otros suministradores de energía. Ahora recibimos gas natural licuado, poco respetuoso con el medio ambiente y proveniente de países que nunca respetaron los derechos humanos y de Estados Unidos. Además, para tratar de conseguir de la OPEP un incremento en la producción mundial de petróleo, Joe Biden, presidente de EE UU, y otros líderes europeos tuvieron que doblar el espinazo ante emires nada ejemplares.

Los efectos de la guerra han paralizado la transición energética que apuesta por los recursos ecológicos. Los gobiernos, con una opinión pública agobiada por tanta incertidumbre, se han visto en la necesidad de volver a reutilizar el carbón, aceptar el gas obtenido con la técnica del 'fracking' e impulsar las viejas centrales nucleares. Significa una derrota -¡ojalá solo temporal!- para el progreso.

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La Europa que busca seguridad en la OTAN es ahora menos autónoma y más dependiente de EE UU

Del mismo modo, la diplomacia de los derechos humanos y de la búsqueda de la paz da un paso atrás y cede en silencio cuando se trata de obtener suministro de energía desde países del Golfo Pérsico o Venezuela. Esta guerra muestra lo que ya sabíamos: que todo tiene un precio y que la energía es utilizada como un arma de guerra.

Como consecuencia de la guerra y de la amenaza nuclear de Putin, la Europa que busca seguridad en la OTAN es ahora menos autónoma y más dependiente de Estados Unidos en todos los campos. No ha sido algo casual y asusta pensar que el golpista Trump pudiera recuperar el poder y ponerse al frente de la OTAN.

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Nos dicen que sin acceso a la energía no es posible tener ni mantequilla ni cañones. Y mucho menos que Europa sea soberana porque sin energía no hay poder real. Hoy la soberanía de los Estados se encuentra bajo una dependencia tóxica, política y económica. Una dependencia de los suministradores que hay que asumir para que la inflación no siga subiendo, la maquinaria económica no se pare y el clima social no explote. Mientras, los de siempre siguen llenando sus bolsillos.

Lo cierto es que volvemos a los combustibles fósiles porque no disponemos de suficiente producción de energía renovable. Llevará tiempo. Pero los recursos naturales se están agotando y un incremento de sus extracción acelerará su final. De manera que el sistema económico capitalista se encuentra preso de una contradicción mortal al necesitar la explotación de más recursos naturales -que ya son limitados- para producir más y aumentar el consumo de todo tipo de bienes. Sobran datos de que nuestro planeta no lo podrá resistir.

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La sociedad, que finalmente no supo sacar enseñanzas tras la pandemia para priorizar lo público y el interés colectivo, debería reflexionar ahora. Nuestro problema es que no vemos el elefante en mitad de la habitación y así será imposible afrontar el desafío de la humanidad en defensa de su planeta.

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