A lo largo de la historia, los armenios y los azerbaiyanos han estado en guerra en ciertos momentos -por ejemplo, durante su breve independencia en 1919-, pero no ha sido lo más habitual. Explicar el presente conflicto invocando odios cainitas ancestrales supondría caer en estereotipos. ... Por supuesto, cierta violencia de baja intensidad era endémica en las montañas del Cáucaso, donde se entremezclan cientos de grupos étnicos distintos en un área muy reducida. Cuando los zares conquistaron el Cáucaso a lo largo del siglo XIX, reinó la paz, pero era la 'paz' de una prisión rigurosamente vigilada, donde carceleros brutales de gatillo fácil impedían que los reclusos riñesen entre sí.
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Cuando el imperio soviético empezó a desintegrarse, esta paz carcelaria se derrumbó. Los gerifaltes locales se convirtieron en caciques feudales que llevaban a cabo sus propias agendas políticas sin contar con Moscú. Armenia y Azerbaiyán eran dos repúblicas de la URSS. Las montañas de Nagorno Karabaj formaban parte del territorio azerbaiyano pero su población era armenia por abrumadora mayoría. Únicamente una pequeña franja de territorio poblado por azerbaiyanos los separaba de Armenia. En su punto más angosto, en Lachin, eran menos de 15 kilómetros. Las tensiones prebélicas entre ambas repúblicas alarmaron a Gorbachov, que en enero de 1988 envió a la región a uno de sus ayudantes. Merece la pena citar en extenso su informe:
«Mijail Serguéievich: algunos problemas matemáticos no tienen solución. No se pueden resolver. Existen métodos matemáticos para demostrar que un problema es irresoluble. Karabaj es uno de esos problemas. No se puede resolver. No existe ninguna solución óptima. Toda solución que podamos concebir resultará inaceptable para alguna de las dos partes».
Obviamente, Stalin no habría estado de acuerdo y habría zanjado el tema con su estilo habitual, pero en 1988 el régimen soviético se había debilitado tanto -aparte de que Gorbachov no era Stalin, para bien y para mal-, que el 22 de febrero de 1988 el concejo regional de Nagorno Karabaj declaró la secesión de Azerbaiyán y su unión con Armenia. La guerra estalló dos días después. El poder militar soviético mantuvo una paz forzosa durante algunos meses, pero en enero de 1990 las comunidades armenias de Azerbaiyán empezaron a sufrir masacres. En octubre Azerbaiyán proclamó la independencia.
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Azerbaiyán es mucho más grande y más poblado que Armenia, y al principio del conflicto disponía de muchas más armas y pertrechos, así como apoyo de milicias chechenas, mercenarios contratados con los ingresos del petróleo y asistencia de Irán, Turquía y otros países. Sin embargo, la superioridad militar de los armenios estuvo clara desde el principio. Encajaron algunas derrotas, pero en general vencían, incluso contra fuerzas claramente superiores. A principios de 1994 se habían apoderado de todo Nagorno Karabaj, pero también de territorios étnicamente azeríes igual de extensos, muchísimo más de lo necesario para asegurarse una conexión terrestre con el enclave.
La mediación rusa llevó a una tregua en mayo de 1994, que consagró de facto la victoria armenia. Si ahora se reanudan los combates, 26 años después, ha de ser por iniciativa de Azerbaiyán, no porque los armenios sean más pacíficos y amigables, sino porque ellos ya han logrado todo lo que desean. Son los azerbaiyanos los que, ante la inutilidad total de las negociaciones, han de optar por renunciar a sus reclamaciones o empuñar las armas.
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Los ingresos del petróleo garantizan la superioridad armamentística de Azerbaiyán, con un PIB casi seis veces el armenio. Hay 3 millones de armenios frente a 10 millones de azerbaiyanos, de manera que los números están contra Armenia, pero eso también sucedió en la década de 1990 y los armenios vencieron pese a todo. La guerra llevó a Armenia a pasar de un régimen soviético a una semidemocracia autoritaria, que tras el conflicto ha ido evolucionando hacia un sistema democrático más completo, no mera apariencia. En cambio, en Azerbaiyán, la crisis política tras varios años de derrotas llevó a la dictadura dinástica de la familia Aliyev, que gobierna el país con puño de hierro desde 1993, primero el padre Heydar Liyev, y tras su muerte en 2003 hereda el trono su hijo Ilham.
Turquía apoya abiertamente a Azerbaiyán, porque son musulmanes y su idioma es similar al turco. Irán respalda a Armenia, por la minoría azerí en el norte de Irán. Rusia no quiere la guerra e intenta templar los ánimos, pero en última instancia se decantará por Armenia. Occidente ni está ni se le espera. Yo apuesto por los armenios; no porque me caigan mejor que los azeríes, sino porque están mucho mejor organizados que sus adversarios en lo político y lo militar.
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