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Churchill inaugura la era del petróleo en 1911, cuando decide alimentar su Armada con el petróleo persa frente al carbón galés, siguiendo la pista de un tal Rockefeller, que unos años antes había fundado la Standard Oil. Desde entonces se genera todo un sistema económico ... movido por los hidrocarburos, con sus tensiones geopolíticas, algo complejo que las aventuras de 'Tintín en el país del oro negro' retrataban magistralmente, dando a los niños de la época la herramienta para aprender el mundo a través de sus viñetas.
Cierro el cuento de Tintín, y con ello todo un ciclo, para abrir a continuación el último informe de la Agencia Internacional de la Energía, IEA, tradicionalmente neutral en el tema de la transición energética, que da un giro radical hacia las energías renovables. No resulta fácil asumir su previsión para una economía de emisión neta cero, que describe una demanda de energía en 2050 inferior en un 8% a la actual, pero que sirve a una economía dos veces más grande y a una población mayor en dos billones. Su mirada pone en el centro la electricidad, generada por energía renovable, en la que la solar y la eólica suman el 70%, mientras la energía del hidrocarburo pasa de los cuatro quintos actuales a sólo un quinto del total. Menciona de pasada la previsible caída del ingreso de los Estados, que va detrás de la caída del petróleo, alertando además de que todo ello requiere la acción pública para promover inversión en baterías, soluciones digitales y de recarga y redes eléctricas, que permitan la sostenibilidad del sistema, sin olvidarse de la importancia de los nuevos minerales para su desarrollo.
Conviene saberlo, porque justo aquí y ahora inauguramos recibo de la luz y el consumidor anda perdido pensando en cómo lavar y planchar de madrugada, mientras la industria, incluidas las eléctricas, teme pagar un sobrecoste por la nueva tarifa y por el riesgo de especulación de los derechos de CO2.
El anuncio de enormes inversiones en energías limpias en los últimos meses tiene mucho que ver con la transición iniciada por las propias compañías petroleras, que han tomado nota de lo que viene; además los costes de energía verde han caído en una década, debido al avance de la tecnología, pero también por las economías de escala y la mejora de las cadenas de suministro. Algo similar ocurre con la economía del hidrógeno, favorecida por la mayor masa crítica y el abaratamiento de su logística de almacenamiento y aplicación.
En las empresas, división de opiniones en función de su situación. Unos piden que sean el mercado y la tecnología los que definan el futuro, mientras otros apelan al impulso legal y la penalización de las energías menos limpias. En este debate hay que saber que cada empresa y país juegan su baza y no son pocos los que alertan de que una transición muy veloz puede poner en peligro nuestra industria, tal y como vienen trasladando Anfac y recientemente el consejero delegado de Repsol, que recomienda literalmente «no hacer el canelo». Porque lo cierto es que parte del mundo sigue utilizando carbón o energía nuclear y las compañías americanas van más lentas que las europeas en la transición, gestionando la flexibilidad de la oferta del 'fracking' y manteniendo inversiones en gas y petróleo.
Con este cambio, surge una nueva geopolítica con ganadores y perdedores, que habrá que administrar. Como visión general de esta carrera cabe decir que EE UU es líder en la producción de vehículos eléctricos, pero China lo es en la producción y tecnología de baterías imprescindible para ellos y Europa está mejor ubicado en la generación de energías renovables, aunque la apuesta china ha sido enorme en los últimos años y fabrica hoy más del 70% de los paneles solares del mundo y un tercio del mercado mundial de turbinas eólicas, además es el rey de las baterías de litio, con el 80% del total mundial.
Como conclusión: la transición energética es un hecho, pero tanto sus ritmos como las energías del futuro están aún por definir. El reciente informe de la IEA marca un futuro claro contra el crudo y hacia las energías renovables, sobre todo el sol y el viento. La UE, EE UU y China, con sus diferentes estrategias y plazos, parecen converger en ello, pero desde lugares y velocidades distintas. La Bolsa premia y castiga y las propias petroleras dedican sus inversiones a las nuevas energías. Empresas y Estados lo aceptan, tratando de arrimar el ascua a su sardina, porque cada uno quiere saltar desde su propio suelo. Nuevas oportunidades empresariales surgirán con la nueva economía que viene y bien haremos en apuntarnos, pero evitando ser más papistas que el Papa, no vaya a ser que perdamos pie en la transición y lleguemos cojos a la otra orilla.
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