Afirma la ciencia que hace unos 66 millones de años un meteorito de dimensiones extraordinarias, en su deambular espacial, chocó con la Tierra provocando un cataclismo épico y, conmocionado, nuestro planeta ya no fue el mismo. Pero hay diversos estudios que añaden a la teoría ... del impacto otros motivos que ayudaron a que se produjera la catástrofe más divulgada de la historia geológica, como el que analiza la incesante actividad volcánica que asolaba gran parte de la geografía, lo que favoreció la emisión y bloqueo de gases de efecto invernadero. Por ello la temperatura ambiental se elevó varios grados, hubo episodios de sequía y descendió notablemente el nivel del mar.
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No fue el primer calentamiento global del que se tiene conocimiento ni sería el último, y no solo los grandes vertebrados se extinguieron, sino muchas más especies animales y vegetales, terrestres y marinas. Sobrevivieron, sin embargo, otras más frágiles en apariencia: mamíferos, aves, salamandras o ranas. ¿Indulto de la madre Tierra hacia algunas de sus criaturas? ¿O terquedad de la naturaleza que, a pesar de agentes externos, sigue y seguirá indefectiblemente adelante en su camino de ciclos sucesivos y eternos?
El tiempo cósmico es un tiempo circular. Periodos de glaciaciones cada 100.000 años. Sequías e inundaciones periódicas. Es la historia de la tierra. Y creer que el hombre puede transformarla resulta arrogante e ilusorio, el colmo de la vanidad. Esto podría eximirnos, no de responsabilidad, aunque sí de culpa en la destrucción masiva del planeta, vía lógica hacia una más que probable extinción de nuestra especie, que la soberbia humana cree que puede controlar.
Y, sin embargo, una mirada hacia el antiquísimo pasado es suficiente para colegir que, como tantas otras especies, la humana también tiene fecha de caducidad. El hombre desaparecerá como una lengua arcaica, nada detendrá nuestro particular apocalipsis, ni siquiera saber que será el propio hombre quien extermine al hombre, como un uróboro que se devora a sí mismo.
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Y es que el hombre es destructivo sin poder renunciar a serlo, simplemente por existir. Prueba de ello es el notable descenso en la emisión de gases de efecto invernadero -la peor amenaza para el cambio climático- producido por el parón general por la Covid; o, lo que es lo mismo, por el parón de vida de la humanidad. De hecho, alimentarnos ya es destructivo. El sector agropecuario representa un tanto por ciento elevado en dichas emisiones por el sistema económico-productivo actual, dato que debería llevarnos a todo tipo de reflexiones, pero que ahí está. Por no hablar de la vivienda o la ropa o el calor, necesidades básicas -y demoledoras con el medio ambiente- que de no ser satisfechas despojan al humano de su logro evolutivo como 'especie' (homo sapiens) y lo restringen a la categoría taxonómica de su 'orden' (primates) o incluso de su 'reino' (animal).
De igual forma el agua, cuya falta sume a tantos pueblos en la eterna sed, tiene un ciclo cerrado e infinito; no desaparece, se traslada de unos lugares a otros o cambia de estado físico. Si cada vez hay menos agua potable es sin duda injerencia del hombre de hoy, pero también sabemos de sequías devastadoras ocurridas en la antigüedad, como atestiguan, entre otros, ciertos textos de la Biblia.
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Seamos humildes, el insignificante hombre no es el único factor que influye en el cambio climático y en la destrucción del planeta. Según la teoría de Milankovitch, el clima está sujeto a parámetros que funcionan cíclicamente debido a pequeñas variaciones en la órbita terrestre alrededor del sol y a la oblicuidad en su eje de rotación (por decirlo de manera fácil).
Tal vez esta hipótesis cíclica pueda ser aplicada al virus que ahora mismo nos ha cercado la vida. Unos patógenos se irán y otros llegarán, es una ley. Y proliferarán ayudados por la globalización, que no es sino un factor evolutivo más. Por consiguiente, encerrarnos en una burbuja solitaria y antiséptica hasta que este virus pase y llegue el próximo no parece la solución mejor. ¿No sería más práctico asumirlo poco a poco coexistiendo con él, normalizarlo y aprender como organismos a fortalecernos y defendernos de su ataque? Que la vacuna ayude es algo de lo que no discrepo.
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En el relato 'La biblioteca de Babel' (Ficciones, 1941), Borges -o su personaje, seguramente un alter ego del autor, para quien una biblioteca era lo más cercano al Paraíso- sospecha «que la especie humana está por extinguirse y la Biblioteca, (que es el Universo), perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes, preciosa, inútil, incorruptible, secreta». Y el hombre nada podrá hacer por impedirlo. Como nada pudieron hacer en su día los dinosaurios. Una gran metáfora.
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