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Una sencilla comida «de trabajo» en El Elíseo entre el presidentede Francia y el jefe del Gobierno de Alemania suplió ayer el Consejo de Ministros franco-alemán previsto en Fontainebleau para la misma fecha. Síntoma de un serio malestar, los disensos entre París y Berlín ... pesan más que las apariencias. Es la tercera vez que Emmanuel Macron y Olaf Scholz aplazan este encuentro bilateral no celebrado en julio, convertido por los alemanes en promesa para enero de 2023. En Francia dudan. La guerra de Ucrania, al trastocar los equilibrios en Europa, desestabiliza también la relación francoalemana, motor de la construcción europea. El canciller es criticado por tomar decisiones sin la concertación de sus socios. Macron avisa: «No es bueno para Europa, ni para Alemania, que ésta se aísle». La pareja París-Berlín no puede ser otra víctima de la guerra de Putin.
Si el aplazamiento de la cumbre francoalemana sorprendió la víspera del Consejo europeo del día 20 en Bruselas, la decisión de Scholz y Macron expresaba claramente hasta qué punto los temas de desacuerdo distancian a las dos potencias. Desde el comienzo de la «operación militar» rusa en Ucrania, París y Berlín discrepan sobre defensa y energía.
El motor de Europa renquea. En Praga, el 29 de agosto, en una alocución sobre la UE percibida como la respuesta tardía de Alemania al discurso en la Sorbona de Macron en 2017, Scholz no tuvo una sola palabra para los proyectos francoalemanes de defensa. La creación de un fondo de 100.000 millones destinados a modernizar el Ejército germano, anunciada por el canciller a los tres días de la invasión rusa, hizo pensar al otro lado del Rin que por fin Berlín atiende la defensa. Macron creía ver en este esfuerzo presupuestario una contribución a «la soberanía europea». Crece la desilusión. El entusiasmo del Elíseo contrasta con el escaso interés de Scholz por los proyectos de defensa francoalemanes, sea el avión Scaf o el carro de combate MGCS. Al contrario, el canciller apuesta por el escudo antimisiles europeo asociando a 14 países de la OTAN, empeño del que Francia se aleja. ¿Nos arriesgamos a reabrir la carrera de armamentos?
La otra fuente de fricción, la energía, tampoco deja indiferentes a los Veintisiete. Los Verdes alemanes no pierden ocasión de atacar el programa nuclear francés. El canciller socialdemócrata prolonga hasta finales de 2023 las tres centrales en activo en su país. «Este invierno todas nuestras capacidades de producción de energía son necesarias», apuntala el ministro liberal de Finanzas, Christian Lindner. Los precios y la penuria de electricidad derivados de la guerra rehacen el calendario germano para la salida de la nuclear prevista para este año .
Macron, sin perder su compromiso electoral con la transición ecológica, insiste en combinar la oferta nuclear con el desarrollo de las renovables. Todo por producir electricidad descarbonizada y que desvincule a Europa del gas ruso. Entretanto, Scholz se ha echado en brazos de Catar. El final del suministro gasístico del Kremlin y la amenaza de recesión ante los déficits energéticos han llevado a Berlín hasta el gas natural licuado catarí. Encarando la controversia en el Gobierno de coalición, el ministro de Economía, Robert Habeck, y el propio Scholz han acudido a Doha para asegurarse el aprovisionamiento. ¿Abandono de las energías fósiles? Bueno, el día 2 el Fondo de Estado catarí anunció que destinará 2,4 billones a RWE, la gran energética de Essen, en Renania del Norte-Westfalia, convirtiéndose en su primer accionista. La inversión catarí permite a RWE especializarse en energía solar acelerando su transición a las renovables y el cierre de su última central de carbón para 2030, dice Habeck.
Macron se cuida de criticar a Scholz. Lo que no quita para subrayar hasta qué punto el regreso de la guerra en Europa ha revolucionado el modelo alemán. Rusia estructuraba la política energética y exterior del país; hoy una mudanza profunda ocurre en Berlín. La influencia creciente de Catar en los intereses estratégicos alemanes suscita serios interrogantes. En noviembre, el canciller federal viajará a China, que le ha invitado, como al presidente francés. A este, que ya trató de que Angela Merkel se encontrara con Xi Jinping y él mismo en París en 2019, le habría gustado que Scholz y él fuesen juntos a Pekín, en señal de unidad europea. Pero el alemán prefiere acudir solo para su primera visita bilateral, en un avión repleto de hombres de negocios.
Cuanto más se prolongue la guerra, cuanto más europea sea Ucrania, más se desplaza el centro de gravedad de Europa hacia el este y el norte. El tándem francoalemán se enfrenta a esta configuración y a las derivas bélicas con discrepancias. Excesivas prioridades nacionales, dependencias nocivas de Estados ajenos a la democracia y los derechos humanos poco favorecen el empuje de un nuevo mapa europeo. Ante un malestar más estructural que coyuntural, Macron intenta embarcar a Alemania en una dinámica unitaria, la del equilibrio y la soberanía europea. Es momento de convergencias. Sin ellas, la Unión corre el riesgo de desmoronarse.
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