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Hoy he decidido viajar a un mes de marzo de hace mucho tiempo para no ver este de ahora, tan feo. Allá voy. El 22 de marzo de 1312, el Papa Clemente V, lebrelillo del rey francés Felipe IV el Hermoso, emitió la bula 'Vox ... in Excelso' y disolvió definitivamente la Orden de Los Caballeros Templarios. Pero hay que irse unos años atrás para entender esta historia.
El viernes 13 de octubre de 1307, ¡viernes 13!, a primera hora de la mañana y por orden del rey, todos los templarios de Francia fueron hechos prisioneros en sus propios castillos, solo un pequeño puñado de caballeros pudo escapar, desperdigándose por Escocia, España y Portugal. La operación fue organizada por Guillaume de Nagoret, el ministro de Justicia del rey, que, ya antes que Goebbels, conocía el poder de la propaganda y la calumnia, además contó con el factor sorpresa y todo le salió muy bien.
Las órdenes eran claras: a los que se confesaran culpables de herejía, idolatría y sodomía se les concedería el perdón y una renta vitalicia pagada con los bienes de la Orden; si no, les esperaba la muerte. Aunque dicho así esto suene francamente raruno -al culpable se le perdona y al otro se le condena-, tiene su explicación. Felipe V no tenía nada personal contra los templarios. Lo que quería era disolver la Orden, quedarse con sus cuantiosos bienes, las arcas del reino estaban vacías y ni siquiera la expropiación de los bienes de los judíos -como ven, un clásico- había sido suficiente, y librarse de un gran ejército que, tras la pérdida de Tierra Santa, volvía a Francia y le podía echar del poder.
Solamente la confesión de pecados enormes, 'alias enormita', como la sodomía, justificaría la disolución de una Orden tan admirada y respetada por el pueblo Por eso, si los templarios confesaban, les dejaba en paz. Jacques de Molay, el Gran Maestre, tras su detención y gracias a métodos francamente desagradables, se declaró culpable de esos delitos, Felipe IV se frotó las manos y abrazó a su astuto ministro. Enseguida montó un simulacro de juicio frente a Notre Dame y convocó al pueblo para que oyese la confesión de Molay. Pero el Gran Maestre en el último momento negó todas esas acusaciones y el pueblo de París se soliviantó indignado contra el rey. Felipe convocó, entonces, un Consejo de Estado a todo correr y ese mismo día Molay, junto a Godofredo de Charnay, preceptor de Normandía, fue condenado a muerte en la hoguera, unas horas después les quemaron y esparcieron sus cenizas por el Sena, el rey no quería que el pueblo se quedara con ninguna reliquia (se puede visitar el lugar exacto donde murió Jacques de Molay, está en el Square Vert del Pont Neuf de París, hay una placa conmemorativa).
Se ha hablado mucho de la maldición que lanzó Molay desde la hoguera contra el Papa Clemente y el rey. No es cierto. Molay no maldijo a nadie. Murió rezando y mirando a Notre Dame, que estaba tan cerca. Sin embargo, cuatro semanas después, el 20 de abril, murió Clemente con ayuda de los médicos, tenía cáncer de estómago y le suministraban polvo de esmeralda por aquello de que, si era cara, tenía que ser saludable, con lo que le terminaron de rematar.
Y hubo más. A poco de instalarse la capilla ardiente, un candelabro se precipitó sobre el cadáver del Papa y ardió el catafalco. Además, Felipe IV murió unos meses después, el 29 de noviembre, en Fontainebleau, por una caída de caballo. Se pueden imaginar que nadie dudó de que la maldición de Molay se había cumplido.
Si les soy sincera, yo, en medio de esta pandemia que lo ha trastocado todo, no sé qué pensar, quizás la muerte de Clemente y Felipe fue fruto de la casualidad como parece lógico o quizás fue una venganza de Molay como creyó el pueblo, ya saben que este mundo es tan raro que puede existir hasta el Espíritu Santo, como decía Forges. Y, puestos así, a veces pienso que igual, en una de esas, el puto bicho desfallece solo, ya pasó con el SARS 1, que se pudo controlar sin necesidad de vacunas. Ojalá, que significa 'que Dios lo quiera'.
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