Cuatro países de América Latina -Bolivia, Chile, Ecuador y Perú- tenían planificadas elecciones de diverso tipo el pasado domingo. Como los chilenos decidieron retrasarlas debido a la crisis sanitaria, se celebraron comicios en los otros tres países. En Ecuador la segunda vuelta de las presidenciales, ... en Perú las presidenciales y legislativas y en Bolivia las de segunda vuelta en los departamentos de Chuquisaca, La Paz, Pando y Tarija. Los resultados han dado bastantes sorpresas.

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En Bolivia, el MAS ha sido derrotado en los cuatro departamentos; en Perú, Pedro Castillo y Keiko Fujimori se enfrentarán en la segunda vuelta el 6 de junio y, finalmente, en Ecuador, el favorito ganador de la primera vuelta y delfín de Rafael Correa, Andrés Arauz (Unión por la Esperanza), ha sido derrotado inesperadamente por la derecha de Guillermo Lasso (Creando Oportunidades) con la inestimable colaboración de gran parte del movimiento indígena. La lectura y las sorpresas de estos resultados reflejan la polarización, el hastío y el peso en ellos de los intereses, económicos y étnicos.

El caso de Ecuador es paradigmático. La derrota del favorito Arauz muestra cómo Lasso aglutinó el sentido y la conciencia anticorreísta. La campaña en pro del voto nulo promovida por gran parte del indigenismo (Pachakutik y Yaku Pérez) ha privado al candidato derrotado de más de un 15% de los votos, mientras que su rival ha conquistado el poder tras el traspié de la primera vuelta y después de las derrotas de 2013 y 2017. Sustituirá a un impopular Lenín Moreno, que abandona el poder en un país de más de 17 millones de habitantes dejando una situación económica lamentable (números rojos, con un retroceso del PIB en 2020 del 7,8% y una deuda pública del 63% del PIB) y una gestión pandémica desastrosa.

La derrota de Arauz es la del 'socialismo del siglo XXI' y de Rafael Correa, presidente del país desde 2007 a 2017, exiliado en Bélgica y cuyo enfrentamiento extremo con Lenín Moreno fraccionó a la izquierda ecuatoriana. El resultado electoral no será el fin del correísmo, aunque lo haya debilitado, pero en estos momentos ha triunfado una de las dos ideologías enfrentadas en las elecciones, el modelo de una economía social de mercado y de revisión y flexibilización laboral. A los ecuatorianos esta pugna ideológica les parece marginal desde el estallido de la pandemia y anhelan algo diferente a correísmo o anticorreísmo.

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El lavado de cara del vencedor y futuro presidente ha sido impresionante y las redes sociales (Facebook, Google, Instagram, Tik Tok, Twitter y Youtube) han sido una herramienta de primer orden con la que llevarlo a cabo. La figura presentada por las mismas, asesorada por Jaime Durán Barba (antaño asesor del Partido Alternativa Liberal en Colombia liderado por Pablo Escobar; secretario de Administración Pública con el presidente Jamil Mahuad que dilapidó los ahorros de millones de ecuatorianos en cinco días y organizador de las campañas a la jefatura de gobierno y a la presidencia de Mauricio Macri en Argentina), enmascara los tiempos de gobernador de Guayas, los escándalos de corrupción, evasión fiscal y fraude bancario denunciados por el periodismo de investigación.

La creación de una identidad política y económica diferente a la real del último cuarto de siglo se ha basado en un acercamiento a los indígenas, los jóvenes, las mujeres, los trabajadores y el medio ambiente, al estilo de la de Macri en Argentina. Cuestión de asesores.

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Este proyecto ganador de los comicios, construido mediáticamente y que ha borrado su pasado y su presente, es muy diferente al que aplicará a partir del inicio de su presidencia y que profundizará lo ya realizado por Lenín Moreno bajo el control y la dependencia estadounidense a través del Grupo de Lima que, inevitablemente, generará una remilitarización del país y una política económica de recortes, ya iniciada con su predecesor, bajo la batuta del FMI, y que como ya sabemos se limita a aplicar recetas ya utilizadas como las privatizaciones, la flexibilización laboral, el desajuste de los controles institucionales y la reducción de las capacidades públicas, la disminución y calidad de los servicios públicos y, en definitiva, el desmantelamiento, iniciado ya, del débil Estado de bienestar erigido bajo la presidencia de Correa.

Ecuador no podrá alinearse con los gobiernos de Alberto Fernández, Andrés Manuel López Obrador y Luis Arce, ni viajar hacia el multilateralismo, ni se librará del abrazo de la geopolítica mundial. El futuro presidente no gozará de mayoría en el Congreso y tendrá que negociar con los indígenas de Pachakutik que, junto con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) y el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), han propiciado su llegada al poder. El populismo impregna la política ecuatoriana al igual que en el resto del planeta. Populismo de derechas, de izquierdas e indígena. Populismo apoyado por los ciudadanos.

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