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Achicar agua con urgencia si el barco se hunde. Es una reacción natural y necesaria. Sin embargo, difícilmente evitaremos el hundimiento si primero no intentamos taponar el agujero por el que entra agua constantemente. La solución siempre está en el fondo.
En los últimos días, ... con los graves datos de asesinatos de mujeres en el Estado sobre la mesa, entre ellos el reciente asesinato de una mujer en Euskadi, la necesidad de tener una explicación rápida nos está llevando en muchos casos a enumerar con urgencia todo tipo de razones que pueden haber generado esta acumulación de muertes: el hecho de que los días de vacaciones son periodos de mayor incidencia de homicidios, la resaca de la contención social que supuso la pandemia, la falta de colaboración ciudadana, fallos en los sistemas de detección o de seguridad… Todos ellos pueden ser, efectivamente, factores de riesgo que precipiten los casos y es necesario tenerlos en cuenta y ahondar en ellos, pero de ninguna manera son las razones de fondo que provocan que hoy sigamos contabilizando gravísimos casos de violencia machista en nuestra sociedad.
La violencia contra las mujeres es imprevisible y previsible a la vez. Es imprevisible porque no se puede saber, por ejemplo, cuándo un hombre va a decidir matar a su pareja. No hay más que echar un vistazo a los datos con la perspectiva de los años para apreciar un dibujo de dientes de sierra que suben y bajan constante y arbitrariamente. Pero, al mismo tiempo, la violencia contra las mujeres es previsible. Lo es si tenemos en cuenta el caldo de cultivo en el que se han generado ese asesinato, esa agresión, esa paliza o esa tortura de desprecio diaria que sufren tantas mujeres. Lo es si somos capaces de ver que el barco en el que nos encontramos tiene en el fondo un agujero por el que entra agua constantemente.
Vivimos en una sociedad en la que aún hay hombres que se sienten con el derecho de acabar con la vida de su pareja porque ha decidido separarse, porque se ha enfrentado a él, le ha 'desobedecido', le ha 'contestado', porque le ha amenazado con denunciar la situación de maltrato que viene sufriendo durante años o simplemente porque cree poder hacer con ella lo que quiera porque es suya, le pertenece. El verdadero problema, pues, está en el fondo, en la estructura misma en la que se sustenta esta sociedad aún machista.
¿Qué está pasando? ¿Qué ha fallado? Son preguntas recurrentes cuando asistimos a un caso de violencia de género. Tenemos que hablar con claridad. Podemos mejorar los sistemas de detección y de protección, estrechar la colaboración entre instituciones, ahondar en la comprensión de los datos, en la investigación, en la elaboración de leyes… Podemos y debemos hacerlo porque es absolutamente necesario. El III Acuerdo Interinstitucional para la mejora en la atención de mujeres víctimas de violencia que se firmará el día 19 es un ejemplo de la voluntad de mejora continua por parte de las instituciones. Pero mientras sigamos realimentando diariamente los valores del machismo, mientras sigan vivos, ocultos bajo una capa de normalidad, seguiremos asistiendo a sus consecuencias. La más grave de ellas, la violencia que se ejerce contra las mujeres. Mientras no acabemos con la desigualdad, los asesinatos de mujeres seguirán siendo imprevisibles pero previsibles a la vez.
Miramos los datos, importante. Pero también lo es mirar las distintas capas de la realidad que se esconden tras ellos. Bajo la capa de los números de mujeres fallecidas (de 2012 a 2022 fueron asesinadas 23 mujeres en Euskadi) se esconde una segunda capa, la de las denuncias de mujeres. En Euskadi en 2022 se contabilizaron 5.638 victimizaciones (de ellas, 4.111 por violencia ejercida por la pareja o expareja, 1.049 por violencia intrafamiliar y 478 contra la libertad sexual). Pero es que, además, bajo la capa de las denuncias se encuentra otra realidad, más oculta, invisible: la de las mujeres que sufren violencia pero no han denunciado su situación. Todavía conocemos solo una parte del problema. Es necesario, pues, seguir destapándolo, profundizando en las capas.
Por eso, cuando hablamos de ascenso de denuncias, tenemos que pensar también en que es un reflejo de que se está destapando la magnitud del problema gracias a que cada vez más mujeres se atreven a denunciar su situación porque se ven más arropadas por la sociedad, tienen más recursos y servicios a su disposición, están más concienciadas sobre lo que significa sufrir violencia machista….
Ahondar en la seguridad, en la coordinación, en la adecuación de las leyes es absolutamente necesario, y en ello trabajamos; pero no podemos poner únicamente el foco ahí. Debemos intentar taponar el agujero por el que el machismo se sigue colando en nuestras vidas constantemente. Porque la solución, no lo olvidemos, siempre está en el fondo.
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