Los republicanos de EE UU no han conseguido del todo lo que pretendían porque han asustado con los candidatos radicales que sus propias bases promovieron. El desechado proyecto de Liz Truss fue el resultado de lo que sus bases conservadoras decidieron en su momento apoyar. ... Fueron los propios militantes laboristas quienes respaldaron, pese a la evidencia, el desafortunado liderazgo de Jeremy Corbyn. ¿Y qué decir de la elección de Pablo Casado por parte de las bases del Partido Popular, sino que fue un error?
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Hoy sabemos que las bases de esas formaciones se equivocaron, acarreando daño a los intereses de su propio partido. Y, sin embargo, por principio, cabría suponer que las bases son precisamente eso, la 'base' segura de donde parte la orientación general, su referencia ideológica, quien más relación guarda con la realidad del día a día y con la sensibilidad de sus posibles votantes. Por el contrario, tras lo ocurrido, cabría preguntarse si es fiable su opinión. Y si no sirven para algo tan decisivo como es acertar con sus líderes y proyectos, ¿para qué sirven? ¿Tienen esas bases la información necesaria? ¿Cuentan con la participación suficiente? ¿Son solo recursos para las campañas electorales? ¿No será por todo eso por lo que, al parecer, en tantos lugares, sus organizaciones locales languidecen y sus locales sufren abandono?
Asistí a un congreso donde se mostraba el auge del evangelismo en la política, que ha pasado de la abstención de hace unas décadas a constituir un grupo de presión decisivo, tanto en América del Norte como en el Sur y en Australia. A la vista de su éxito, da la impresión de que, lejos de languidecer, sus organizaciones gozan de un fervor popular desconocido hace solo unos pocos años. ¿Por qué algunos se debilitan, mientras otros, salvando diferencias obvias, parecen fortalecerse? ¿Cabría pensar que hay organizaciones que están más cerca que otras de la gente, interpretan mejor sus sentimientos y son consideradas una ayuda más cercana en el día a día?
Una organización local es un privilegio para un partido: son sus ojos y oídos más directos. Por el contrario, si algo está condenado al fracaso son los partidos de cuadros sin arraigo social. Al tiempo, se afirma que la política no es ya preocupación de los jóvenes y que no hay afiliaciones nuevas, pero el fenómeno Podemos demostró que no era cierto. Se asegura también que a los partidos les ocurre lo mismo que a las parroquias, lo cual es dicho, en ocasiones, por gente que no pisa jamás una iglesia.
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Pero también es cierto que el compromiso social y solidario sigue siendo atractivo, aunque lo que de verdad nos atrae son organizaciones comprometidas y que, además, funcionen bien. Lo que no queremos es ir a perder el tiempo. Lo que más desazona a alguien que se acerca a una organización es observar el funcionamiento y la actitud de algunos de los que se creen que la organización es suya y que, como en el ejército, se escala por antigüedad, muy a pesar del reconocimiento que su trabajo constante en momentos difíciles ciertamente merece.
Quizá los republicanos, conservadores, laboristas y populares se hayan equivocado porque es posible que en sus sedes solo se reúnan los de siempre para hablar y discutir de lo de siempre. Porque no corre aire fresco por sus locales.
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Sé que en política la pasión es fundamental, que política es igual a lucha de poder, que no se trata de un debate académico y que la radicalización de las bases es también consecuencia de los discursos de algunos de sus dirigentes. No soy un ingenuo. Pero eso no es obstáculo para que se pueda mejorar la acogida, la información, el funcionamiento de las reuniones, las actividades de esa organización local y la ayuda que pueda ofrecer a las personas que viven a su alrededor, al tiempo que servir para captar datos y sentires más frescos y, en consecuencia, modular discursos y programas del partido correspondiente.
Tal vez me equivoque, pero estoy seguro de que algunos militantes y simpatizantes de partidos habrán echado en falta aquí no haber podido ayudar en la etapa de pandemia, o con motivo de la guerra de Ucrania, de otro modo que no sea dirigiéndose a la ONG correspondiente. ¿Una organización política local no podría también, en ocasiones, actuar como una ONG?
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Pero, en cualquier caso, ¿qué otra manera mejor hay de comunicar con el entorno que a través de la información, el convencimiento y el protagonismo de la propia militancia de base? De no ser así, esas bases, lejos de ayudar, por una razón u otra, pueden terminar metiendo a sus propios partidos en un estropicio aún más grande. Lo acabamos de ver. Si se considera que las bases son importantes y soberanas, habrá que invertir tiempo y trabajar en las organizaciones locales. ¿No decimos una y otra vez que es imprescindible innovar?
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