![¿Síndrome postvacacional?](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202109/08/media/cortadas/segovia08-k3UF-U150457250256jxC-1248x1400@El%20Correo.jpg)
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En el ámbito de las denominadas «habilidades blandas», verbalizar adecuadamente las cosas es fundamental. Lo que no se puede verbalizar no se puede gestionar. Y no hay duda de que, tras unas merecidas vacaciones, el regreso al trabajo requiere de un proceso adaptativo. Sin embargo, ... llamarlo «síndrome» o «proceso de estrés» o «de ansiedad», como si se tratara de un cuadro clínico, parece excesivo para un hecho tan recurrente.
Es cierto que formalmente, la palabra «síndrome» puede implicar una simple situación negativa. Pero, en la práctica, la utilizamos para situaciones graves o de enfermedad. ¿Dónde quedaría si no nuestra capacidad para adaptarnos a las circunstancias adversas del día a día? ¿Por qué no denominar formalmente como «síndrome» las épocas donde discutimos más con nuestras parejas o nuestros hijos, o aquellas circunstancias en las que tengo que luchar más de lo normal para conseguir algo? Si volver de unas vacaciones se puede tildar de «síndrome», no sé qué será lo que sufren aquellas personas que han estado trabajando mientras usted y yo descansábamos. O, lo que es peor, lo que estarán sufriendo aquellos que ni siquiera han podido salir de vacaciones porque no tienen trabajo o porque se dedicaron a cuidar de un familiar enfermo. Piénselo por un momento. Empatice con estas personas y dígame que de verdad, sería paz de decirles a cualquiera de ellas: «¡uuufff...!, tengo un tremendo estrés postvacacional».
De un tiempo a esta parte, nuestra sociedad ha pasado de ver como algo negativo la debilidad y la exteriorización de sentimientos al otro extremo. Todo nos afecta en lo más íntimo. Hemos pasado de tener una piel excesivamente gruesa a una sociedad en la que muchos de sus miembros tienen una piel excesivamente sensible. Probablemente, una vez más la virtud esté en el equilibrio. No hay duda de que es bueno emitir emociones, mostrarse vulnerable, pero eso no significa que tengamos que dejar de gestionar nuestras emociones. Gestionarlas no significa emitir absolutamente todo lo que sentimos (de hecho, en ocasiones procede incluso emitir emociones que no sentimos si eso va a ayudar a otros).
Vivimos postrados en la sociedad de la queja continua, de la individualidad. Y nos olvidamos de cómo están otros. Debemos aprender a ser algo más duros como individuos. Salvo en casos especiales, ¿cómo puede ser que llamemos «síndrome» al afortunado hecho de que a la vuelta de vacaciones tengamos un trabajo esperando?
Con ello no quiero decir que, ante las situaciones de cambio -como la del regreso al trabajo-, no tengamos derecho a tener momentos de desánimo por lo que dejamos atrás, sino que seamos más resilientes. Palabra de moda que algunos achacan a la psicología, pero que realmente es mucho más antigua. Pertenece a la física. Y es la capacidad que tienen los cuerpos de deformarse cuando sufren una presión y volver posteriormente a su estado anterior (en cualquier caso, está muy bien traída al ámbito de la psicología, ya que en este contexto se entiendo como la capacidad de caer y volver a levantarse). Es decir, no se trata de no caer, sino de aprender a levantarse. Y ¿cómo levantarnos ante esta situación de contrariedad por el fin de las vacaciones?
Quizás son varias las cosas que podemos hacer para afrontarla constructivamente. Entre ellas, estas tres. Por un lado, aceptar que el cambio es parte de nuestra vida y, por tanto, tenemos que aprender a convivir con él. La incertidumbre es una compañera de viaje que siempre nos acompañará. Por otro, recordar esos buenos momentos que hemos dejado atrás debería hacernos sentir afortunados y ayudarnos a pensar en positivo en el futuro. ¡Claro que volverán grandes vacaciones de nuevo! Ahora es momento de mirar hacia delante con optimismo, fijándonos metas personales y profesionales de crecimiento. El invierno es un buen momento para desarrollarnos como seres, física e intelectualmente. Recordando que también hay momentos para el ocio, no va a ser sólo trabajo y esfuerzo. Y, finalmente, no olvide que somos seres sociales. El recuentro con personas a las que no vemos desde hace un tiempo nos llena de vitalidad. Compartir historias e intercambiar experiencias nos gusta tanto ahora como cuando de pequeños íbamos a la escuela
La próxima vez que piense en lo desgraciado que es por volver al trabajo piense, por tanto, que no lo es tanto. Que su estado anímico está lejos de ser una enfermedad. Que en los tiempos actuales usted y yo somos unos afortunados por tener esa oportunidad. Recuerde que no todo el mundo la tiene. Y aproveche para aumentar el grosor de su piel quizás excesivamente sensible.
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