El fichaje de Borja Sémper, como portavoz del PP para las próximas municipales y autonómicas de mayo, está en perfecta concordancia con el espíritu de centralidad y moderación que Alberto Núñez Feijóo quiere imprimir al partido que preside. Recordamos las palabras que empleó el propio ... Feijóo cuando presentó a Sémper: aquello de que se puede llamar a las cosas por su nombre sin caer en la provocación, el insulto o la radicalidad. En cambio, con el fichaje de Carlos García Adanero y Sergio Sayas por parte del PP navarro, en especial del primero, esos principios se nos vienen bastante abajo. Prueben a repasar las intervenciones de ambos, y en especial del primero, en el Congreso de los Diputados. Contundencia mucha, pero templanza poca.
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Y ese principio retórico, o estético si se quiere, traducido al ideológico quiere decir que la moderación y la centralidad que quiere imprimir Feijóo a todo su partido quedan en entredicho ahora para el caso del PP navarro. Por no referirnos al significado intrínseco de todo el asunto: que dos políticos que han fallado a su propio líder (el presidente de UPN, José Javier Esparza) sean recibidos por la puerta grande en el partido con el que se mantuvo una coalición electoral, como es Navarra Suma, integrada por UPN, PP y Ciudadanos, y por la cual salieron elegidos como diputados al Congreso.
Y si entramos a valorar las causas de la desafección de los dos diputados nos encontramos con otro despropósito, porque nos tenemos que remontar a la votación en el Congreso de la ley de reforma laboral, el 3 de febrero de 2022, en la que ambos votaron en contra de las directrices de su propio partido, que había llegado a un acuerdo con el PSOE para que el alcalde de Pamplona, de Navarra Suma, se mantuviera en su cargo y no fuera reprobado por una mayoría contraria, como ya había ocurrido en Estella -que pasó a manos de Bildu- o con el propio Gobierno de la comunidad foral, presidido por María Chivite, del PSN.
Una votación, recordemos, que ni siquiera sirvió para conseguir el objetivo que se pretendía, puesto que un diputado del PP, el inefable Alberto Casero, se equivocó a la hora de votar. Ojalá que una mayoría del Congreso luciera un patriotismo como el de estos dos diputados, pero también sabemos que, en política, sin disciplina de partido la cosa no puede ir muy lejos.
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Y esto nos lleva directamente a la delicada situación en la que queda la derecha navarra de cara a las próximas municipales y autonómicas, con un PP que ha hecho saltar por los aires la coalición Navarra Suma. Y todo por los nocivos personalismos, ya que, en cuanto a ideología, si repasamos la historia, el PP, desde el momento en que se integró en UPN, allá por 1991 y hasta 2008, o desde el inicio mismo de la Transición, en lo que fue su antecedente en Navarra (los partidos que se integraron en la UCD y luego pasaron al PP en 1989), hacía suya plenamente la visión foralista, algo que en el País Vasco nunca se ha trabajado como debiera y que explica en buena parte la agonía actual del PP vasco.
La política la hacen personas y son las personas las que imprimen un talante determinado a los partidos, porque el carácter, y hoy día hasta la indumentaria, comportan en política, que quieras que no, un sesgo ideológico. Sémper cumple un papel de moderación y centralidad del que adolece Adanero, eso está claro. Y lo que no se ha analizado todavía, desde su último nombramiento y su rescate por Feijóo del ámbito privado, es la repercusión que esta elección tiene para el PP vasco, que es obvio que la tiene. El perfil de Borja Sémper encaja como un guante en la política de Feijóo. Ya se dijo con ocasión de su nombramiento, que Sémper ha venido para quedarse después del 28 de mayo, pero con un sesgo inocultable que tiene que ver con su relación con el País Vasco, que yo no la entendería como cosa solo del pasado sino también de un futuro, y me da que muy próximo.
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Otra cuestión que nunca he entendido de la política vasca es cómo las derechas de dos regiones tan íntimamente imbricadas como País Vasco y Navarra no han sido capaces de coordinar mucho más sus políticas. Hasta tal punto han estado y están condicionadas por el nacionalismo y por la visión que desde Madrid se tiene de lo que pasa aquí. Es otra de las consecuencias de lo distorsionada y enferma que sigue la política vasca. Con Alfonso Alonso estuvo de asesor Jaime Ignacio del Burgo, que hasta representó al PP vasco en la comisión del nuevo Estatuto vasco. Seguro que desde Madrid este hecho o no se supo siquiera, o no se le dio el valor que tenía. El PP debería asumir que su política en Navarra tiene que sintonizarse con la de Euskadi o, dicho de otro modo, que no puede ser que allí elijan a un Adanero y aquí se reserven un Sémper.
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