El líder socialista Pablo Iglesias (1), junto a Facundo Perezagua (2), entre un grupo de obreros en la Gran Vía de Bilbao, durante la huelga general de septiembre de 1911. E. C.

Juventudes, germende la vanguardia socialista

Hace 120 años, esta organización se convirtió en epicentro de los debates obreros y la renovación de esta cultura política

Lunes, 26 de febrero 2024, 00:05

El 12 de septiembre de 1903 apareció en 'La Lucha de Clases', el órgano de prensa del Partido Socialista en Bizkaia, un artículo elocuente, fresco en sus planteamientos y con un claro afán programático: 'Derroteros'. En él se establecían las bases de un cambio en ... la estrategia política socialista, cuyo planteamiento obrerista y el omnipresente liderazgo de Facundo Perezagua no acababa de calar en algunos sectores de la juventud vizcaína. De hecho, 'Derroteros' estaba dirigido fundamentalmente a este espectro de la población, y suponía toda una enmienda a la estrategia que mantenía el 'perezagüismo' hasta ese momento, como muestran las siguientes líneas:

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«Fijaos en la vida de nuestra juventud y al punto exclamaréis: ¡Hermoso caudal de energía que se pierde! Pues bien, evitemos esto. Separemos a los jóvenes de las plazas de toros, de los templos, de las juergas, de los abusos alcohólicos. Que todo el ardor, todo el bello atrevimiento de los muchachos de quince a veinte años se oriente por el camino de las ideas revolucionarias. Organicemos para la lucha a la mocedad socialista».

El objetivo de esta propuesta era crear una vanguardia socialista, a imagen y semejanza de la Federación de Jóvenes Guardias Socialistas de Bélgica, y estaría compuesta por jóvenes que leerían, se instruirían, no castigarían su cuerpo con el alcohol y acudirían al nuevo 'templo' socialista, la casa del pueblo, un espacio de estudio, donde conferencias, veladas teatrales o conciertos constituirían el entretenimiento del obrero, el lugar donde tomaría forma el nuevo 'ser' socialista.

La organización nació a los pocos meses, pero no de la nada, sino del empuje de algunos personajes, entre los que destaca Tomás Meabe, que veían la necesidad de ensanchar el significado de la clase y de integrar a otros colectivos más allá del obrero -y especialmente del obrero minero- y abogaban por reformular el significado del 'ser' socialista. Junto a él fueron apareciendo otros nombres que se harían su hueco como líderes años más tarde, como Francisco Doménech (fundador del semanario 'Renovación' en 1907) o Indalecio Prieto, cuya figura fue ascendente desde la segunda década del siglo y preeminente en la Segunda República, la Guerra Civil y el exilio.

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A través de ellos podemos observar la extracción laboral de no pocos de los fundadores, no ya obreros manuales sino profesionales liberales. Con estos mimbres, las Juventudes lanzaron su primera propuesta programática, la lucha antialcohólica y la educación de los obreros. No eran cuestiones baladíes, pues la taberna era uno de los espacios socialistas por antonomasia desde que Perezagua regentó la suya en el barrio de las Cortes -y la convirtió en centro de operaciones del partido-, y desde que la huelga de 1890 convirtió al minero en el arquetipo socialista, de lo que se derivó que la cultura minera, donde la taberna era un espacio de sociabilidad central, se impusiera y en ocasiones confundiera con la propia cultura socialista.

Por todo ello, atraer a los trabajadores a las casas del pueblo resultaba una cuestión de primer orden en la renovación programática defendida por Meabe. De hecho, en esta nueva sede se habría de «difundir libros, folletos, periódicos y hojas, organizar mítines, conferencias, excursiones; formar bibliotecas, instituirse, solidarizarse intelectualmente»; es decir, materializar el 'mens sana in corpore sano', que se convirtió en el leitmotiv del socialismo de los años 20 y, sobre todo, 30. Además, sin olvidar lo laboral, la lucha por las libertades democráticas y el antimilitarismo serían los ejes ideológicos de esta renovación. Todo ello marcó el rumbo ideológico e identitario de esta cultura política las siguientes décadas.

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Con todo ello, esta organización, que cumple ahora 120 años, hizo del socialismo vizcaíno núcleo central de la renovación del movimiento obrero español al tiempo que contribuyó al proceso de modernización de esta región, toda vez que planteó cuestiones que se debatirían largo y tendido en las siguientes décadas. Influyó además en el cambio de mentalidad y de significado del 'ser' socialista que se estaba produciendo con el cambio de siglo, en un momento en que ese significado estaba siendo cuestionado en toda Europa. Y, sobre todo, supuso la integración en la agenda socialista de temas como la educación del obrero, la sociabilidad que cultivara tanto el cuerpo como el espíritu o el debate sobre los derechos democráticos de la totalidad de la población, cuestiones que en 1931 conformaron el corazón del proyecto republicano.

Así pues, adelantándose varias décadas, las Juventudes Socialistas fueron una organización de vanguardia, como solía definirlas Tomás Meabe, que convirtió a la agrupación socialista de Bilbao en 1904 en epicentro de los debates obreros y punta de lanza de la renovación de esta cultura política.

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