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El 23 de enero de 1995 ETA asesinó en San Sebastián a Gregorio Ordóñez, teniente de alcalde del Partido Popular en el Ayuntamiento de la ... capital guipuzcoana y cabeza de lista para la Alcaldía de la ciudad en los comicios locales que se iban a celebrar unos días más tarde. ETA sabía contra quién atentaba. Ordóñez era uno de los pulmones más importantes del PP en ese momento y una de sus grandes esperanzas, estaba dinamizando enormemente el centro-derecha vasco con un estilo comunicativo directo y claro, y uno de sus 'leitmotivs' políticos era la lucha contra ETA y la dignificación de las víctimas. Por ello, sus pasos empezaron a ser seguidos y ETA dictó sentencia: había que asesinarlo.
Este hecho marcó un hito en la historia vasca: ETA inauguró la etapa de la denominada 'socialización del sufrimiento', que duró hasta el cese de las actividades terroristas en 2011. La nueva estrategia venía marcada por la necesidad de Herri Batasuna de redefinir su proyecto, conscientes del sostenido descenso de apoyo social y político al que se estaban enfrentando. ETA, por su parte, también se encontraba en un momento de debilidad interna, tras el descabezamiento de su cúpula en Bidart en 1992, la cada vez más efectiva lucha antiterrorista derivada del Pacto de Ajuria Enea, y el cada vez mayor apoyo social que tenían grupos pacifistas como Gesto por la Paz.
Así las cosas, a inicios de 1995 Herri Batasuna inició un proceso de redefinición con el debate de la ponencia 'Oldartzen'. Ahora se trataba, en sus propias palabras, de dejar de resistir para empezar a «arremeter» -como bien reza el título-. Sobre quién sería el sujeto sufriente, sus dirigentes fueron explícitos: «Nos va a tocar sufrir, pero ese sufrimiento lo vamos a compartir con ellos», afirmaba Joxe Mari Olarra, miembro de la Mesa Nacional de este partido. A partir de entonces la violencia terrorista estuvo presente en el día a día para un sinnúmero de personas en Euskadi. Jueces, intelectuales, periodistas, profesores, políticos, activistas, artistas o cualquiera que disintiera públicamente del proyecto totalitario de ETA pasaba a ser potencial objetivo.
Otro de los hitos que marcaron este tiempo fue el asesinato del socialista Fernando Buesa. Abogado, consejero de Educación, vicelehendakari y diputado general de Álava, Buesa se caracterizó en su ejercicio político por su condena rotunda al terrorismo etarra y por su constante apuesta por el diálogo y la razón en el ejercicio político. Una persona esencial del PSE-EE que fue asesinado junto a su escolta, Jorge Díez, el 22 de febrero de 2000, en el campus de la UPV/EHU de Vitoria, cuando se dirigía a una reunión para preparar la campaña de las elecciones generales que iban a celebrarse el mes siguiente. Estos días celebramos el 25 aniversario de este luctuoso hecho.
Además del asesinato, esta estrategia usó la presión social y la amenaza continua como una forma de imbuir miedo en la sociedad. Y es que, antes de llegar al asesinato, la expresión más extrema de esta estrategia, ETA y su entorno iban creando un sujeto víctima a través de un proceso complejo en el que la amenaza, la deshumanización y el aislamiento social se mezclaban con una narrativa justificadora de esa violencia. Se extendió así la denominada 'violencia de persecución'.
La violencia de persecución tuvo muchas caras: amenazas, presión y aislamiento social, control, acciones de 'kale borroka', insultos, extorsiones, agresiones físicas y un largo etcétera. La agresión psicológica podía ir seguida de la agresión física. Y es que el peaje psicológico por oponerse al totalitarismo de ETA en estos años fue altísimo. Ir a pasear y que alguien te increpara o incluso te empujara; ver el nombre propio escrito dentro de una diana en tu localidad; recibir una bala en tu propio buzón; que arrojaran un cóctel molotov a tu casa; sentirse vigilado; que te llamaran por la noche a tu casa para amenazarte, y un largo etcétera son solo ejemplos de la infinita lista de situaciones que se vivieron. Para su reconstrucción histórica, la recogida de relatos orales es fundamental, pues a través de ellos podemos acceder a todas esas experiencias no siempre codificadas en otro tipo de soportes.
A los treinta años de la inauguración de la 'socialización del sufrimiento' es obligado conocer este periodo histórico y los hechos que lo jalonaron para que no se pueda volver a reproducir. Pondré un ejemplo: este pasado verano, Covite registró 71 actos de apoyo a ETA durante las fiestas en Euskadi y Navarra. Unos actos que no constituyen una buena pedagogía para nuestros adolescentes y jóvenes, los protagonistas de la sociedad del mañana. Estudiemos, analicemos y aprendamos de aquel tiempo oscuro de nuestra historia reciente. Esa sí es una buena pedagogía.
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