La campaña de las legislativas del 30 de junio y el 7 de julio discurre a velocidad de Le Mans. La fracasada Nueva Unión Popular, Ecológica y Social (Nupes) y las tribulaciones de la derecha impulsaron la disolución de la Asamblea por parte del jefe ... del Estado. Acariciaba el momento. Pero la perspectiva de ver en el poder a Reagrupación Nacional (RN) electriza a los políticos de uno y otro campo y les hace desestimar viejas querellas. En cuatro noches, la izquierda logró una coalición sin la hegemonía de La Francia Insumisa; esto es, sin el absolutismo de Jean-Luc Mélenchon.
Las previsiones dan la primera vuelta a Jordan Bardella, extrema derecha, y al Nuevo Frente Popular (NFP), todavía incapaz de designar un candidato de consenso para primer ministro. La 'macronía' sería la tercera fuerza, sin saber qué consigna de voto aconsejar a sus seguidores en la ronda definitiva. Los electores dirimirán a quién destinar a una cohabitación con Emmanuel Macron.
De sobresalto en sobresalto discurre la V República desde que las elecciones europeas dieron una amplia victoria a la formación de Marine Le Pen. Temeridad o no, la disolución, decisión del núcleo duro del Elíseo, sin consultar a las autoridades constitucionales -presidentes de la Asamblea y Senado, más el primer ministro, Gabriel Attal, todos ellos contrarios a la medida- no progresa según los cálculos de los 'chiflados de palacio'.
En la izquierda, los desacuerdos existenciales sobre el conflicto israelo-palestino, Europa, Ucrania o la lucha contra el antisemitismo se han esfumado. Para desconcierto de los macronistas, una causa mayor supera todas las disputas: obstruir a la extrema derecha. Desde La Francia Insumisa a Plaza Pública, pasando por el Partido Socialista, los Verdes, el Partido Comunista, todos enarbolan la reconciliación. No es el Frente Republicano, barrera transversal que acogía a todo el arco parlamentario salvo las extremas derechas de Reagrupación Nacional y ¡Reconquista! Es el Nuevo Frente Popular apoyado por los economistas Julia Cagé y Thomas Piketty, la CGT de Sophie Binet o el feminismo de Caroline De Haas. Con la modestia de reconocer que el ascenso de la extrema derecha es también su fracaso, el NFP quiere algo inédito: romper los corsés de los partidos para aliarse con la sociedad civil, las ONG, la economía solidaria, universidades, sindicalistas… hasta reequilibrar el país.
Nada de politiquerías ni sectarismos, esta movilización conlleva un cambio de espíritu. El acuerdo busca «terminar con la brutalización». Un término francés referido a los 'espectáculos' de Nupes en las sesiones de la Asamblea en la legislatura anterior. «Buscaremos un camino de apaciguamiento de Francia», prosigue el pacto. Aplicado a sí mismos primero, a los diversos integrantes del Nuevo Frente Popular, es toda una evolución. El proyecto se define radical en su oposición a la política de Macron. La «ruptura total» empieza con tres derogaciones: reformas de la jubilación, seguro de paro e inmigración. Dados los propósitos, resultarán difíciles las alianzas con la actual mayoría, en el supuesto de que la Cámara se reencuentre con porcentajes ingobernables.
Con el fin de la 'macronía', el Nuevo Frente Popular quiere además protagonizar una confrontación directa con RN en el plano de los valores y lo social. Reagrupación Nacional no da miedo a los franceses. Tampoco los votantes ocultan su apoyo como en tiempos del fundador Jean-Marie Le Pen. Cuenta con las sinergias del fortísimo grupo de comunicación Bolloré y se beneficia de un expansionismo de extrema derecha que parece apoderarse del mundo.
Pero este halo de 'respetabilidad' no lleva a olvidar su nacionalismo, su xenofobia, sus propuestas contrarias a los fundamentos republicanos. En lo internacional, que las simpatías de sus dirigentes hacia Putin ponen en peligro la geopolítica europea y de la OTAN. Francia nunca ha sido gobernada por la extrema derecha. En 1940, el régimen de Vichy es una excepción impuesta por el yugo de la ocupación nazi. El NFP se proclama dique ante el clan Le Pen.
En cuanto al partido de la derecha clásica, Los Republicanos, está en plena crisis. La deserción de su presidente, Éric Ciotti, para sumarse a Reagrupación Nacional ha dividido al viejo gaullismo entre próximos a la extrema derecha y conservadores tradicionales. Su peso se reduce y el electorado republicano es cortejado por los candidatos de la mayoría, renuentes a perder el centro.
Figuras políticas disconformes con la disolución resaltan la inexperiencia, la falta de diálogo de Macron. Añaden su ligereza al desestimar que la victoria de RN se produce en el espacio europeo y no tendría por qué repetirse en las presidenciales, en 2027. Con esta convocatoria el presidente regala a Reagrupación Nacional la ocasión de luchar por el poder en Francia. ¿Otra legitimación de los extremismos?
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.