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En su discurso del Nuevo Año iraní (Norouz), el Guía supremo, Alí Jamenéi, permaneció fiel a su línea dura. El 21 de marzo reafirmó su ... oposición a toda negociación con Estados Unidos, a pesar de la situación crítica a la que Irán está confrontado tanto en el plano interno como en el internacional. Jamenéi reconoció el incremento de la amenaza de guerra desde la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. La «presión máxima» del estadounidense reafirmaba el inmovilismo del máximo mandatario de la República islámica. Negociar con EE UU no es «ni razonable, ni inteligente, ni honorable». Sin embargo, el día 12 la diplomacia recuperó el expediente del programa nuclear iraní en Omán para superar un acuerdo de 2015, caducado tras la retirada unilateral impuesta por Trump durante su primer ejercicio.
Los estadounidenses desean negociaciones «directas»; «indirectas» los iraníes para encontrar un modo de romper el veto de Jamenéi. Ante intermediarios del sultanato, Steve Witkoff, enviado especial para Oriente Próximo, y Abbas Araghtchi, ministro iraní de Exteriores, recuperan uno de los asuntos geopolíticos más peliagudos del orden mundial. El magnate de Mar-a-Lago desde su regreso viene insinuando una respuesta militar, en caso de fracasar su propuesta sobre el programa nuclear iraní; por su parte, los ayatolás necesitan imperiosamente la supresión de las sanciones internacionales que asfixian su economía.
Las manifestaciones del Guía surgen después de que Irán recibió, el 12 de marzo, una carta deTrump. «Contiene amenazas pero pretende ofrecer algunas oportunidades», quiso 'destacar' el jefe de la diplomacia iraní. «Entretanto estamos preparados para la guerra, pero no la buscamos». El contenido de la carta apenas deja una esperanza de resolución rápida del contencioso irano-norteamericano. Según la página estadounidense Axios, la misiva sería «dura». El documento propone a Irán iniciar unas negociaciones en el plazo de dos meses para un nuevo acuerdo nuclear. En caso contrario, «la probabilidad de una acción militar americana o israelí contra las instalaciones nucleares iraníes aumentaría considerablemente».
Irán atraviesa un momento delicado. El país ha visto dañadas las defensas aéreas de sus principales emplazamientos nucleares por los ataques israelíes en octubre pasado. La presión disuasoria contra Israel de que disponía gracias a sus puentes regionales está muy debilitada. Desde el ataque de Hamás al Estado hebreo el 7 de octubre de 2023, su 'eje de la resistencia' -una red de aliados que va desde Líbano a Yemen pasando por Palestina, Siria e Irak, y que acosaba a Israel y las fuerzas estadounidenses en Oriente Próximo- se ha hundido. Con la caída del régimen de Bashar el-Assad en Siria, pilar esencial de esta estrategia, Irán perdió el 'corredor' terrestre que le permitía sostener militarmente al Hezbolá libanés. En Irak, la influencia iraní también retrocede. «En caso de confrontación, es poco probable que los iraquíes socorran a Irán, ya que su mediocre balance en Líbano y en Siria ha sembrado la duda sobre su verdadera potencia», explica Hamzeh Hadad, del Consejo europeo para las relaciones internacionales.
Jamenéi no olvida dos decisiones de Trump durante su primer mandato. En 2018, retiró a su país del acuerdo sobre el programa nuclear, cerrado en Viena tres años antes entre Irán y seis potencias mundiales (EE UU, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania). Dos años después ordenó el asesinato en Irak de Qasem Soleimani, jefe de las Fuerzas Al-Quds, la rama exterior de los Guardianes de la Revolución. Para el régimen chií, la credibilidad estadounidense quebró. En la reanudación de un posible pacto, Trump explicaba en el Despacho Oval el pasado día 7 que «será diferente» al que él mismo anuló «y mucho más sólido». En ningún momento nombra a los otros firmantes del acuerdo de Viena. Esto, cuando Alemania, Reino Unido y Francia vienen manteniendo contactos con los iraníes en Suiza.
En su febril falta de paciencia, Trump ha solicitado a Vladímir Putin que incida sobre Teherán para que fructifiquen los intercambios ansiados por Washington. El objetivo es responder a las inquietudes acerca de una eventual militarización del programa nuclear iraní. Si la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) apunta una intensificación de la producción de uranio enriquecido en Irán, acercando al país a un umbral crítico, Teherán niega el carácter militar de su programa nuclear.
El encuentro en Omán, con las delegaciones separadas, desbloquea uno de los dosieres más técnicos y arduos que existen, sobre todo si lo enlazamos con el programa balístico desarrollado por Irán. Estamos ante un desafío de seguridad, fundamental para Oriente Próximo, sabiendo que esta seguridad atañe, a la vez, a la soberanía de un país y a la pervivencia del régimen en el poder, el de los ayatolás. Peligroso desafío.
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