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Incluso antes de entrar oficialmente en campaña, las municipales del 28 de mayo en España rompieron aguas precisamente por su escasez. El «Doñana no se toca» del sanchismo choca con las soluciones a la sequía del presidente de Andalucía, Moreno Bonilla. La polémica entre el ... control de las capas freáticas y los trasvases incumplidos por gobiernos andaluces anteriores mantiene en vilo el futuro del fresón. Reunido en Bruselas con el consejero de Medio Ambiente, el comisario Virginijus Sinkevicius rebasó la discreción de los altos cargos comunitarios. En rueda de prensa plasmó la guerra de dos mundos: la economía de agricultura intensiva y complejos turísticos opuesta al uso sostenible del agua y la preservación de los ecosistemas. Sinkevicius exige la ejecución de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión de 24 de junio de 2021 reprochando a los gobiernos central y autonómico su desatención del delta del Guadalquivir. La urgencia climática se instala en nuestras sociedades.
Exceptuando el rigor de la Comisión ante Doñana, el conflicto se asemeja poco a los movimientos medioambientales europeos. No se conocen 'performances' hispanas de tercera generación mientras activistas de Ende Gelände -«hasta aquí y no más lejos»- sí bloquean Berlín. El enfrentamiento de Sainte-Soline del 25 de marzo entre Soulèvements de la Terre y la policía francesa es «la primera batalla en Europa contra un proyecto de adaptación al cambio climático», considera el teórico Andreas Malm. No se trataba de oposición a un aeropuerto o una mina de carbón, sino de expresar otro punto de vista sobre el abordaje del calentamiento del planeta. Militantes ecologistas califican de aberración los megadepósitos para el productivismo agrícola.
Ante el agravamiento del cambio climático surge «la contestación a la inercia y a la inadecuación de las respuestas institucionales y políticas», explica la climatóloga Valérie Masson-Delmotte. Una nueva filosofía de lo vivo reúne a asociaciones, campesinos, naturalistas, sindicalistas, movimientos de educación popular, intelectuales, científicos. Ciudadanos de todas las edades y condiciones rebotados por la devastación federan un movimiento contestatario a las autoridades y a los intereses de las grandes firmas, apostilla el antropólogo Philippe Descola.
Desde el balance de radiación de la Tierra a la acidificación de los océanos, desde los impactos del carbono atmosférico en la vida marina y terrestre hasta los efectos sobre la salud de los vivientes, los cambios climáticos presiden nuestras vidas. Es el antropoceno acuñado por el Nobel Paul Crutzen en 2002. Las emisiones de gas de efecto invernadero resultan de las actividades vinculadas a la combustión de recursos fósiles -gas, petróleo, carbón-. La Humanidad no se ha vuelto una fuerza geológica, «son la economía y el capitalismo fósil los que llevan la naturaleza al abismo». Así el ecologismo se propaga de Dinamarca y Suecia a EE UU comprometiendo oleoductos. De las huelgas estudiantiles de Greta Thunberg a las actuaciones de los ingleses Extinction Rebellion. La tercera ola no piensa en la reflexión y los simbolismos. «Si hasta aquí todo lo clasificable como violencia ha sido evitado, explica Malm, hoy el dirigente invita «a recurrir a la violencia -no contra las personas pero sí contra las infraestructuras del capitalismo fósil-». La realidad empieza a ser radical y en la necesidad de reaccionar, algunos medios ecologistas se alejan de la desobediencia civil no violenta. Posiblemente estemos asistiendo al nacimiento de una internacional terrestre cuyas acciones radicales son cada vez más frecuentes.
Una aproximación «neutra y objetiva», apoyada en el consenso científico, ha de acometer el riesgo existencial que representa para las sociedades la magnitud del cambio climático. Sin quedarse en sus aspectos técnicos. Si excluimos de la desregulación del clima las causas humanas del problema y omitimos las raíces políticas e ideológicas del mismo, difícilmente diseñaremos estrategias de superación. Corremos el riesgo de permanecer en el carácter performativo del saber: producir conocimientos sobre un problema pero sin resolverlo.
Esta idea muy difundida en el mundo universitario presidió la creación del Grupo de expertos sobre el clima (GIEC) en 1988. El comité ha consolidado y divulgado conocimientos sobre el calentamiento terrestre entre los poderosos pero tanto acervo no se traduce en una disminución de los gases de efecto invernadero. Tampoco cabe hacer creer que el calentamiento carece de raíces ideológicas bien identificadas y que se ataja con técnicas solubles en cualquier proyecto político. Necesitamos traspasar medidas de derecha o izquierda, libertarias o neofascistas para apuntar a lo universal. 'Científicos en rebelión' demuestra que parte de la comunidad de sabios no se resigna al papel que le había sido asignado. La época no es de explicar el calentamiento sino de tomar posiciones, incluso de la acción política.
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