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La economía de guerra por fin se ha encarrilado en la UE: una base industrial y tecnológica de defensa (BITD) verdaderamente europea avanza. Dos traumas ... convencen de esta necesidad: la invasión de Ucrania por Rusia y el abandono de Ucrania por Estados Unidos. Vamos despertando de la torpeza estratégica y regresando de una común imprudencia, la de olvidar que, para sobrevivir, los Estados deben reconocer a sus enemigos e independizarse de 'altruistas protectores'. Alentada por Emmanuel Macron desde hace 15 años, 'la Europa de la defensa' arraiga entre los Veintisiete. La extensión de la disuasión nuclear francesa también resuena en las cancillerías. Frente a la irracionalidad de Trump y las perversidades de Putin, el cambio de paradigma sobre la soberanía militar del Viejo Continente no espera.
Cuando lo impensable se produce en geopolítica, las decisiones del general De Gaulle para proceder con los ensayos atómicos sirven hoy. En rueda de prensa el 10 de noviembre de 1959, el presidente francés preguntaba: «¿Quién nos dice que esto no pueda suceder mañana?». Sus temores se referían al progreso de los descubrimientos tecnológicos, a su control por las entonces superpotencias, dejando entender que EE UU y la URSS podrían acordar «repartirse el mundo» o «aplastar a cualquier otro».
Sesenta años atrás, Charles de Gaulle se enfrentó a las potencias nucleares en el marco de la Alianza Atlántica. Cuestionó el rechazo estadounidense a ayudar a Francia en la adquisición del arma nuclear, contrariamente a lo que sucedía con Gran Bretaña. El memorándum de septiembre de 1958 terminaba con la ley Mac-Mahon de 1946, que otorgaba la exclusiva gestión del arma nuclear a Estados Unidos. Así se lo comunicó el héroe de guerra a Eisenhower (París, 1959) planteando los fundamentos de la política exterior de la República francesa: «Es imprescindible que la defensa de Francia sea francesa. Es necesario que esta defensa gala se conjugue con la de otros países pero es indispensable que nos sea propia». De Gaulle rechazó siempre la integración militar en la OTAN por incompatibilidad con la defensa de su país.
Desconocemos qué cambios políticos, sociales, bélicos nos esperan, pero las evidencias hacen dudar de la sinceridad y resolución de los aliados estadounidenses para ocuparse de los intereses europeos. La recuperación del tiempo perdido para una base industrial y tecnológica de defensa compartida se traduce en la multiplicación de entrevistas, cónclaves civiles y militares, en la creación de conglomerados de gestión novedosos alejados de fronteras y estructuras escleróticas. Desde que Trump decidió poner fin a la guerra en Ucrania alineándose con las posiciones rusas por encima de los ucranianos y de los europeos, la UE, la OTAN, países neutros y adheridos de Oriente cierran filas en busca de unas garantías serias de paz para la actual contienda y las que puedan derivar de las veleidades putinianas.
Desacreditadas las intenciones de cese el fuego de Moscú, el jefe de Estado francés insiste en «pasar del concepto al plan». París y Londres -únicos europeos con disuasión nuclear- proyectan el despliegue de una fuerza europea para hacer respetar cualquier progreso de pacificación. La contribución de los Estados de la UE queda a cargo de su responsabilidad. Todo el mundo tantea. Los marcos tradicionales ya no son suficientes, especialmente el franco-alemán o el franco-británico. De aquí el formato Weimar+, integrando Alemania, Francia, Italia, Polonia y Reino Unido, apunta Camille Grand, del Consejo Europeo para las Relaciones Internacionales.
Esta constelación -E5- oficializa la importancia de Polonia. «Las alianzas no son las de la Guerra Fría. Hoy Polonia dispone de más tanques que Francia o Alemania; esto, sin hablar de Reino Unido», apostilla Grand, recordando la trascendental importancia de bálticos y nórdicos.
Esta buena base de trabajo tiene que cristalizar en paralelo al curso del conflicto en Ucrania. E5 podría constituir el embrión de una suerte de consejo intergubernamental de seguridad, como vanguardia de la Europa de la defensa. El primer ministro británico, Keir Starmer, laborista, no recuerda el Brexit. Lidera reuniones, exhorta a los dirigentes a comprometerse en las garantías de seguridad esbozadas.
La OTAN y la UE siguen asociadas en las reflexiones en curso para asegurar cierta articulación de las estrategias. La Alianza podría poner a disposición de los europeos su cadena de mando en caso de despliegue en Ucrania. En cuanto a la Comisión Europea, es requerida por los Estados miembros para despejar nuevas fuentes de financiación destinadas a los esfuerzos de defensa. Para Georg Riekeles, del bruselense European Policy Centre, «la OTAN sigue siendo la estructura de disuasión y de acción militares más fiable en Europa. Para reforzar su eficacia, los europeos deben desarrollar con urgencia el pilar europeo de la OTAN; también una nueva entente con EE UU sobre el liderazgo militar y operativo. Necesitamos unas estructuras OTAN menos estadounidenses».
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