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A seis días del 5 de noviembre, la incertidumbre entre el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca o la victoria de la demócrata Kamala Harris no deja de alimentar las especulaciones sobre el futuro de Ucrania, la Unión Europea, Oriente Próximo... Enfrentados a ... lo cotidiano, los estadounidenses prefieren discernir qué mejoras para su vida ofrece cada candidato. La vulnerabilidad económica es la primera preocupación de los electores: rurales o urbanitas expresan un profundo sentimiento de alienación ante su inmediato futuro. Las arengas irresponsables que 'levantan' la emoción nacional devastan cualquier análisis entre el capitalismo liberal mesurado de Harris y la recuperación de un capitalismo de auténtica potencia propugnado por Trump.
Esta campaña resulta extraña. Mientras la economía de EE UU presenta unos indicadores más que satisfactorios, los dos políticos abordan la situación como si el país estuviese al borde del precipicio. Desde su visión apocalíptica, Trump busca devolverle su grandeza y la vicepresidenta recaba esperanzas de prosperidad para todos sus conciudadanos. Sin atender a crecimiento, empleo, inversiones o consumo, las letanías electorales se acercan a un país rayano en la depresión.
La traducción económica de ambas retóricas conduce a una escalada de promesas desconectadas de la realidad. EE UU no está en guerra ni en recesión, pero el Gobierno federal pide préstamos como si así fuese. El déficit presupuestario de 2024 tutea el 6% del PIB y la deuda supera el 125% del PIB. Considerados el envejecimiento de la población y el desvío entre gastos e ingresos, la carga de la deuda en porcentaje del PIB es hoy superior al nivel alcanzado al término de la Segunda Guerra Mundial. Hasta la década de 2010, republicanos y demócratas vigilaban los déficits. Hoy quedan fuera de la campaña. Los políticos abandonan el discurso racional y el pensamiento analítico para inflamar los sentimientos con mensajes poco garantistas.
Otra singularidad de la contienda es el borrado de los medios tradicionales, cadenas de televisión o prensa escrita. En una sociedad extremadamente polarizada, la preferencia es escuchar a los suyos siguiendo connivencias identitarias, ideológicas, religiosas… Estados Unidos se sumerge en el reino de los podcasts, a cargo de animadores que se enorgullecen de no ser periodistas.
El contexto político es de dos campañas paralelas sin conversación nacional. Cada candidato trata de seducir a los electores área por área. Trump se ha repuesto de su desastrosa intervención en la cadena ABC, donde fue confrontado a sus mentiras. Con Fox News siempre a su disposición, el expresidente se contenta con mítines monólogos en los Estados clave y entrevistas ante micrófonos amigos. Privilegia el nuevo ecosistema de los 'influencers' que se declaran 'neutros' y disfrutan de un público joven al que conviene movilizar antes del 5 de noviembre.
La prensa acreditada en la Casa Blanca destila frustración. Harris no ha concedido ninguna entrevista sustancial a los diarios ni a 'Time', que tradicionalmente lanza un perfil de las candidaturas. Trump aceptó esta solicitud mientras la demócrata insiste en que su campaña exprés no es un examen de sus competencias ante expertos, sino una presentación de su personalidad al gran público. En esta línea, Harris acudió a Fox News el 16 de octubre demostrando fortaleza de carácter ante los adversarios. Antes fue a la CNN con Tim Walz e igualmente participó en el programa estrella de la CBS '60 Minutos', que Trump esquivó para eludir cualquier reformulación de respuestas. En lo esencial, ambos han primado plataformas y voces amigas. Lo humillante para los grandes medios es que inmediatamente escriben artículos con los contenidos de los podcasts.
Limitar imprevistos, controlar situaciones incómodas perjudica la deliberación sobre los proyectos. Se trata de rehuir confrontaciones sobre sucesos pendientes de la Justicia, promesas incumplibles, falsedades irracionales. En el debate entre los posibles vicepresidentes, el demócrata Tim Walz y el republicano J. D. Vance, este se picó en directo: «Las reglas eran que ustedes no podían hacer 'fact-checking', verificaciones de las afirmaciones». El trumpista mentía sobre la situación irregular de haitianos en Springfield, Ohio. Los periodistas certificaron su estatus legal.
El episodio ilustra cómo se abre paso la emocracia: que la gente vote con los instintos, los sentimientos disparados y se profundice en la polarización que conviene al etnonacionalismo radical trumpista. Elon Musk contribuye en este detestable propósito con su fortuna y las desinformaciones diseminadas por su red X. En esta competición inmadura, ¿quién piensa en frenar la deuda pública o el cambio climático? Vencer es apelar al 'estallido nacional' limitando el cuarto poder.
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