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La longitud del comunicado y un abrazo, gesto rarísimo viniendo de Xi, dicen muchísimo sobre los puntos de convergencia del reciente encuentro chino-ruso en Pekín. Pese a las declaraciones que sitúan a las dos potencias en pie de igualdad, el tenor de la relación ... coloca cada vez más a Vladímir Putin en posición de peticionario, mientras China busca un equilibrio entre esta prioridad geopolítica rusa y sus necesidades comerciales y tecnológicas de Occidente.
Desde su llegada al Kremlin en 2000, es la primera vez que Putin elige China como salida inicial al extranjero después de su elección. Una manera de rendir cortesía -¿pleitesía?- a Xi Jinping, quien acudió a Moscú en marzo de 2013 y en marzo de 2023 una vez investido presidente de la república popular. Cuarenta y dos encuentros más dieciocho llamadas de los dos dirigentes representan una marca en la historia de las relaciones entre ambos países. No pasan dos meses sin que estos políticos se comuniquen directamente.
La última visita de Estado permite asegurar el comercio, los hidrocarburos y la cooperación militar, «mejorar la capacidad de las dos partes en sus respuestas a los riesgos y desafíos». El adversario común es explícitamente mencionado: EE UU. Entre las declaraciones de principios, China se ha dejado involucrar en el comunicado en «una condena de las actitudes que magnifican o incluso tratan de reavivar el nazismo y el militarismo», referencias al pretexto falaz empleado por Putin para justificar la invasión de Ucrania. Por el contrario, los términos «amistad sin límites» aireados tres semanas antes de la ocupación rusa en febrero de 2022 ya no aparecen.
Pekín desea fijar un marco a esta alianza ruso-china que le supone serios costes en su relación con los países europeos, indispensables para sus exportaciones. Xi Jinping recordó ante su homólogo ruso la adhesión de China a «la integridad territorial de todos los países» y por tanto su rechazo a las sucesivas anexiones efectuadas por Rusia en Ucrania y Georgia. Idéntica preocupación mostró por la retórica rusa sobre el asunto nuclear. Según el comunicado conjunto, «no puede haber ganadores en una guerra nuclear; éstas nunca deberían producirse».
El gigante asiático sigue presionado por Washington y Europa para que deje de suministrar a Rusia los recursos de desarrollo de su industria armamentística. El portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Vedant Patel, expuso a China que «no puede jugar en dos tableros: querer profundizar sus relaciones con Occidente persistiendo en alimentar la mayor amenaza para la seguridad europea».
¿Qué formula elige Xi? El lado ruso demanda más ayuda para su industria de defensa esquivando las sanciones internacionales, más colaboraciones como la construcción del gasoducto Siberia-2, participación en lo aeroespacial… Para la primera potencia manufacturera del planeta «la amistad sin límites» no es tan evidente. Putin teme que China tome sus distancias. Esta nueva dependencia rusa representa una inflexión del presidente de un país que un día fue para China el hermano mayor soviético.
Matizada la «amistad», persiste el denominador común de los dos hombres: su aversión hacia los valores occidentales y la democracia. Su modelo es el del triunfo de los Estados sobre los individuos. Y buscan expandirlo. China y Rusia mantienen como fin remodelar el «orden liberal internacional». Creen tener derecho a sus zonas de influencia -Pacífico occidental para China, antiguos países de la URSS para Rusia-, a la supresión de los pactos militares acordados durante la Guerra Fría en Europa y Asia, disolución de la ONU.
Los poderes chino y ruso no han condenado la agresión del 7 de octubre de 2023, ni calificado a Hamás de terrorista, arriesgando con ello sus excelentes relaciones con Israel. Explotando la cólera provocada por los bombardeos israelíes, Moscú y Pekín buscan unir a su causa -revisar el orden internacional- al mayor número posible de países del Sur global. La rivalidad entre el eje ruso-chino y los occidentales vería confirmada su realidad tanto en Gaza como en Ucrania. Y el dúo chino-ruso acrecentaría su papel de principio estructurante de la escena internacional, apoyado por parte del Sur global. Es un planteamiento reduccionista. Sobreentiende un enfrentamiento tipo guerra fría. Sin embargo, no existe conflictividad global: la rivalidad estratégica -para desmontar el orden internacional- coexiste con la cooperación económica.
La China de Xi opta por un crecimiento espoleado por las exportaciones. Es una elección que supone a la vez atraer inversores occidentales y cultivar los mercados más rentables: Europa, Estados Unidos y Japón. Sin cuestionar el profundo apego de los chinos a la causa palestina, sin menospreciar la relación con Putin, ¿cómo prescinde Xi de los occidentales?
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