Xi Jinping ha vuelto a Europa con las elecciones del 9 de junio al caer. En París celebraba junto a Emmanuel Macron el sexagésimo aniversario de las relaciones diplomáticas establecidas por De Gaulle con la República Popular de China. Ausente desde 2019, aprovecha su visita ... al Viejo Continente para acudir a Serbia y Hungría. Los destinos calculados, el presidente chino es recibido en pleno debate de «la Europa potencia» relanzado por Macron en la Sorbona. Por mucho que Xi alabe la «autonomía estratégica» de Francia respecto de Estados Unidos, la presencia de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en las deliberaciones franco-chinas reafirma el mensaje macroniano: la UE es una entidad soberana que debe protegerse de la rivalidad chino-estadounidense.

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Von der Leyen ya delimitó a Xi las propiedades del «comercio leal». Potenciando siempre la dimensión europea, la jefa del Ejecutivo comunitario también fue invitada por el presidente galo durante su visita a Pekín en abril de 2023. Entonces, la alemana instó a los Veintisiete a reducir su dependencia de la segunda potencia, una vez comprobados los estragos de tanta subsidiaridad asiática. En octubre de 2023, la Comisión abría una investigación anti-subvenciones sobre los coches eléctricos masivamente exportados a Europa y otra sobre la adquisición pública de dispositivos médicos, paneles solares, turbinas eólicas ventajosamente fabricados en China. Esperan los nuevos aranceles que la UE aplicará a su socio comercial y algunas respuestas sobre presuntos espías en favor de la República Popular.

El canciller alemán, Olaf Scholz, acudió en abril al gigante asiático al frente de una delegación económica. Mientras su ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, califica a Xi Jinping de «dictador», cuando se trata de relaciones con el imperio del Medio, el socialdemócrata se coloca mucho más en la continuidad de su predecesora, Angela Merkel, que en la ruptura. El «vivimos un cambio de época» declarado por el canciller en el Bundestag el 27 de febrero de 2022, días después de la invasión rusa en Ucrania, cede nuevo paso al «wandel durch handel («el cambio por el comercio»), esa teoría política alemana según la cual comerciando con las democracias occidentales las dictaduras iban necesariamente a liberalizarse. Hoy, eximido el Estado de Derecho contra los poderes del comunismo chino, numerosos industriales alemanes piensan que el principal riesgo consiste en no apostar suficientemente por la segunda economía mundial.

Defendiendo una competición «abierta y justa», Scholz ignora que Pekín no conoce más que las relaciones de fuerza. Xi apuesta más que nunca por su industria profundamente subvencionada para conquistar nuevos mercados y asegurar a su economía un crecimiento satisfactorio. Ante Macron, el secretario general del Partido Comunista Chino busca la retirada del «proteccionismo» aplicado por Bruselas a sus productos.

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Aprovechando el viaje de Scholz y la visita de Xi a Francia, Washington insiste a los europeos que en el marco de estas relaciones con Pekín, se presione a China para que deje de ayudar a Rusia en su guerra contra Ucrania. Uno de los efectos geopolíticos más espectaculares de la guerra en Ucrania es la profundización de la relación China-Rusia. Los dos regímenes han solidificado una alianza 'informal' con pruebas de falsa neutralidad. Washington publicó el 12 de abril datos hasta ahora clasificados: en el último trimestre de 2023, China proporcionó a Rusia más del 70 % de sus importaciones de máquinas-herramienta utilizadas para la fabricación de misiles balísticos. Y durante todo ese año, el 90 % de las importaciones rusas de microelectrónica, crucial para la producción de misiles y de tanques, procedía de China.

El factor chino estaría asociado a la rapidez con la que la industria rusa ha logrado, pese a las sanciones occidentales, recomponerse y producir en cantidad un arsenal que establece la diferencia en el campo de batalla frente a las fuerzas ucranianas, Sin traspasar la línea roja del aprovisionamiento de armas letales, la ayuda material china refuerza el eje ruso-chino y contribuye al nuevo orden global ambicionado por el imperio del Medio.

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La «Europa potencia» no está pensada para competir con la Alianza Atlántica. La soberanía europea remite esencialmente a una Europa de la seguridad y la defensa que debe extenderse a otras dimensiones: geopolítica, desarrollo tecnológico, producción de bienes esenciales (salud, energía, clima, infraestructuras) y, ante todo, a la preservación de la democracia. Rival sistémico de los europeos, la «Europa fuerte» deseada por Xi Jinping es otro canto de sirenas del que desconfiar. Nada le entusiasma más que debilitar las democracias occidentales, incluso minar la UE. Budapest y Belgrado completan la estancia de Xi, expectantes ante su chequera. Solo una Europa unida tiene alguna posibilidad de entenderse con Pekín, y no en todos los ámbitos.

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