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La Policía de Hamburgo tuvo que suspender el día 19 una manifestación contra el proyecto migratorio de Alternativa para Alemania (AfD) ante la masiva asistencia de denunciantes. Las protestas recorren la República Federal. En Berlín, el canciller Scholz encabezó un cortejo contra el plan de ... deportación del partido de extrema derecha. «La 'remigración' es el concepto de orden del momento», defienden los líderes de los movimientos identitarios austriacos y germanos. En España, Jordi Turull, secretario general de Junts, repite qué entiende por «delegación integral de las competencias de inmigración a la Generalitat»: control de los flujos migratorios, permisos de residencia o trabajo, expulsión de inmigrantes multirreincidentes; las competencias «que tiene cualquier Estado». Tanto apurar por siete votos, Sánchez no sabe ni qué ha acordado.
En Alemania el clamor civil en favor de una sociedad multiétnica arranca con la publicación de las pretensiones de AfD. Según la página de investigación Correctiv, varios de sus responsables se reunieron con donantes del partido y miembros del movimiento neonazi, en Potsdam, el 25 de noviembre para debatir sobre un proyecto de expulsión a gran escala dirigido a los alemanes de origen extranjero. Presentado por Martin Sellner, fundador del Movimiento de los identitarios de Austria y figura influyente de las derechas radicales germanófonas, este plan de 'remigración' necesitaría «leyes a medida» para «colocar bajo fuerte presión» a «los ciudadanos alemanes no asimilados». Haría falta un «Estado modelo» en África del Norte, al que serían «desplazados» hasta dos millones de personas, entre ellas «los individuos que ayudan a los refugiados».
Según Correctiv, los responsables de AfD asistentes al encuentro no han expresado la menor preocupación ante la difusión de unas maquinaciones alarmistas para los servicios de información y una amenaza para «el orden democrático y constitucional». Por su reacción, la ciudadanía así lo entiende. Al menos, parte de ella.
Desde su creación en 2013, el partido de extrema derecha AfD nunca había alcanzado semejantes intenciones de voto: de 21% a 23% a escala nacional, alrededor del 30% en los seis 'lander' de la antigua Alemania del Este, e incluso 35% en Sajonia y Turingia. En Austria el partido de extrema derecha, FPÖ, encabeza los pronósticos con un 30% de los sufragios.
En este clima, ¿qué dice la CDU de Angela Merkel? Entre la Unión Cristiano-Demócrata y la excanciller la ruptura está consumada. En diciembre el partido presentó su nuevo «programa fundamental», titulado 'Vivir en libertad'. Este documento ancla a la CDU abiertamente a la derecha, en ruptura con el posicionamiento muy centrista de Merkel. Ocho años después de la decisión de la canciller de acoger a centenares de miles de refugiados sirios huyendo de la guerra, el giro es espectacular.
La CDU promueve una política migratoria ultrarrestrictiva que se alinea con las posiciones de los partidos de derecha más duros. En su nuevo programa reclama un «techo» para el número de emigrantes potencialmente asumibles cada año en Europa y en Alemania. Defiende la externalización del asilo hacia países terceros, asumiendo las posiciones de los dirigentes firmes en este ámbito como el británico Rishi Sunak o la italiana Giorgia Meloni.
Resueltamente conservadora, la CDU recupera la 'Leitkultur' (cultura de referencia). «Todos aquellos que quieran vivir aquí deben reconocer sin reserva nuestra cultura de referencia», figura en la primera página del programa. La noción de Leitkultur fue enarbolada en 2000 en el Bundestag por Friedrich Merz como contra-modelo del multiculturalismo. Hoy en la presidencia de la CDU, proclama que los años de Merkel terminaron.
En Francia, la ley de inmigración de Darmanin basada en la preferencia nacional tumbó el Gobierno de Elisabeth Borne. Masas avergonzadas replican al presidente Macron en las calles del Hexágono. La concepción francesa de la nación no es étnica; reposa sobre la idea de una elección, de una construcción voluntaria. Nacionalidad y ciudadanía van constitucionalmente a la par. La nacionalidad procede no de la sangre, sino del suelo. La irracionalidad económica de las políticas migratorias está probada y no es exclusiva de Francia. 'The Economist' solicitó el 23 de diciembre una «desintoxicación» de estas políticas. El Center for Global Development indicaba en 2021 que en Europa el déficit de mano de obra rondaría los 44 millones de activos.
La coalición gubernamental de Scholz acaba de aprobar la doble nacionalidad para extranjeros ajenos a la UE. Cierta democracia social funciona todavía en Alemania frente a abyectas ofertas contaminadas por el nazismo. Podríamos inspirarnos en este ejemplo mejor que hundirnos en pactos tóxicos que encierran el macronismo en la sombra de Marine Le Pen y el 'progresismo' de Sánchez en las fauces del peor independentismo.
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