![El 'casting' políticoy las campañas](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/05/21/opi-aramayo-kWHB-U200350143024TrG-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Si hiciéramos una encuesta preguntando por los auténticos protagonistas de nuestra vida política, quizá muchos respondieran a bote pronto y sin pararse a pensarlo que sin duda «los políticos»; es decir, aquellas personas que militan en una u otra formación política y merced a ello ... se presentan en unas listas electorales para ser concejales, parlamentarios o senadores. Incluso se podrían dar algunos nombres propios, refiriéndose a quienes encabezan una lista y aspiran a tener opciones de presidir una corporación municipal o un Gobierno. ¿Cuántos encuestados dirían otra cosa? Imaginemos porcentajes. A veces conviene recordar lo más obvio, como que la ciudadanía es el auténtico protagonista de toda política en general y de las campañas electorales en particular.
Es en el conjunto de los ciudadanos donde reside la soberanía popular, aunque tendamos a olvidarlo. Quienes presiden gobiernos estatales o autonómicos únicamente lo son por delegación del pueblo soberano que constituye una comunidad. Reciben un mandato y por eso se les denomina mandatarios, aunque más bien parezcan portar ese nombre por mandar mucho. Siempre hay excepciones a la regla. Se me ocurren dos. Nelson Mandela y Pepe Mújica. Ambos estuvieron encarcelados por defender unas ideas que luego les hicieron acceder a las máximas magistraturas de sus respectivos países. Incluso sus detractores nunca los tildarían de tener un talante dictatorial. El segundo es célebre por seguir viviendo en la misma casa que tenía con anterioridad y mantener su forma de vida. Parece mentira que algo así pueda ser noticia.
En unas urnas que no sean democráticas cabe todo. Pueden hacerse plebiscitos normalmente amañados que pretenden lavar la cara del dictadorzuelo de turno. Hasta Franco hizo un referéndum en 1947 para legitimar la dictadura del nacionalcatolicismo. Pero en una democracia parlamentaria homologada no estamos convocados para elegir quién manda, sino a quienes van a gestionar la esfera pública; es decir, cuanto es de todos. Un sistema sanitario público, una educación publica y cuantas prestaciones o servicios públicos resulten imprescindibles para sostener la cohesión social; como serían, por cierto, el suministro energético para consumo particular, las comunicaciones o el transporte, lo cual podría evitar monopolios mercantiles encubiertos y abusos como el de las tarifas telefónicas para usuarios itinerantes.
Por descontado, la iniciativa privada puede promover colegios, universidades u hospitales a financiar por parte de quienes tengan medios para elegir centros educativos con cierto ideario y que teóricamente por su carácter privado no deberían recibir fondos públicos directa o mediatamente, sobre todo en épocas de crisis y con unas cargas impositivas mal repartidas en lo tocante a los ingresos corporativos e individuales. Paralelamente las confesiones religiosas deberían financiarse únicamente con lo aportado por sus feligreses y no por el erario, teniendo en cambio la obligación de tributar por sus posesiones terrenales, al margen de su neta influencia política en determinadas épocas históricas.
Las campañas electorales cuestan muchísimo dinero y suponen un gasto de tiempo brutal. Deberían durar mucho menos y no empapelar las calles con carteles propagandísticos, ni atiborrar los buzones con papeletas electorales. Estas, por cierto, se colocan según la fecha y hora en que se hayan presentado las listas, como si los electores fuesen a escoger la primera por ocupar ese lugar. ¿No sería una falta de respeto para con su potencial electorado creer que condicionan así su voto?
También da bastante grima que de repente se oferten todo tipo de soluciones a los más variopintos problemas. Fluyen las ideas como alentadas por una gracia divina que no se había manifestado con anterioridad. Quizá esa sea la razón de haber elegido el 28 de mayo, día de Pentecostés, para celebrar elecciones autonómicas y municipales. Para el mundo católico es un día muy especial porque Cristo cumple su promesa de mandar el Espíritu Santo a los Apóstoles para guiarlos en su misión evangelizadora y dotarles con el don de hablar muchas lenguas a tal efecto. La clase política parece poseída por una revelación que ilumina su tarea.
Quienes han tenido responsabilidades de gobierno podrían rendir cuentas y justificar la gestión realizada como respaldo de sus programas electorales. Pocos lo hacen así. Lo usual es proceder a sacar conejos de la chistera y mostrar la varita mágica con que podrían cambiarlo casi todo de repente por arte de birlibirloque. Da igual que hayan hecho justo lo contrario hasta hace dos minutos y que cueste dar crédito a unas promesas reiteradamente incumplidas en el pasado. Hay temas clásicos, como la bajada de impuestos o las cifras del paro. Se juega con asuntos muy dolorosos para la gente como si pudieran tomarse a broma o se pudieran hacer chanzas con cosas tan serias.
Aunque se han puesto de moda las enmiendas a la totalidad. En los mítines de las campañas no se despliegan argumentos, limitándose a corear un solo punto programático: derogar en bloque lo legislado por ese adversario político al que se considera el enemigo a batir como en una contienda bélica. Con ese planteamiento tan hostil, cuesta creer que se pretenda gestionar lo público para todos y no solo para los afines que te hayan votado. De nuevo se viene a insultar la inteligencia del electorado al reducir las campañas a eslóganes enunciados en el denominado minuto de oro, cuando conectan las televisiones para que se reproduzcan una y otra vez en todos los medios de comunicación las consignas que revisten improperios u ocurrencias.
Una labor fundamental a la hora de hacer una película es el 'casting'. Sin tener claro el reparto de los papeles, difícilmente funcionará un guion, por bueno que pueda ser, o triunfará un cineasta en su cometido. Hay que tener claro quién desempeña uno u otro papel. Que los políticos desfilen como maniquíes por las pasarelas electorales y acaparen los focos mediáticos daña las reglas de un juego democrático donde nada ni nadie debería restar el protagonismo al electorado, a la ciudadanía.
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