Alberto Núñez Feijóo. E. C.
Opinión

El encaje de Cataluña

Tras el descenso del independentismo se abre la posibilidad de un periodo de convivencia. Hace falta que el PP participe y acepte la democracia parlamentaria

Roberto Lertxundi

Lunes, 3 de junio 2024, 00:00

El papel que juega Cataluña en la política española es clave. Y lo será aún más en los años venideros. Tras la derrota de ETA por parte de la gente y de los partidos democráticos, que significó el cierre definitivo de la Transición, Cataluña vuelve ... a situarse como primer problema de España. La convivencia entre toda la ciudadanía española (voluntaria o no, no importa) es posible. Y, en mi opinión, deseable. Lo que ocurre es que tenemos un país muy especial: gobernar España es muy difícil porque, debido a nuestra historia, hay una gran fuerza centrífuga que requiere pacto y negociación permanente. Somos, en nuestro conjunto, un país cuyas raíces todavía tiemblan, nuestras generaciones (las de los que estamos vivos) se asientan sobre una Guerra Civil que aún hoy, para una porción importante de la población, sigue siendo un elemento básico de disputa y de dominio. De hegemonía.

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La derecha, en términos generales, considera que España es suya, y el resto, unos advenedizos, okupas y gentecilla a eliminar o, al menos, a no tener en cuenta. Esa derecha política, heredera de la del siglo XIX, que usaba España como finca propia y que nutrió de manera entusiasta las filas del franquismo, tiene que homologarse a las derechas europeas.

En esa tesitura, el 12 de mayo, afortunadamente, triunfó la política. Frente a la demagogia, el palo y tentetieso y la represión, ganó la apuesta por la convivencia y el futuro.

Ni los 'indepes' ni el PP (ambos necesitan, por diversos motivos, el 'procés') han conseguido sus objetivos. Ha sido el triunfo de la política, un planteamiento arriesgado, en muchas ocasiones difícil de explicar y de entender. Desde luego, también para mí y mucha gente que estábamos dudosos.

En Cataluña puede empezar un nuevo camino para recorrer juntos. Esta es la gran novedad. Y debe significar algo muy importante en la dinámica del PSOE y su área de influencia. Los diversos exdirigentes socialistas que no han apoyado a Sánchez y su Gobierno, e incluso se han enfrentado con él, deben rectificar y no poner obstáculos, no negar la evidencia. Porque tras la bajada electoral del independentismo (más de 700.000 votos) estamos ante la posibilidad de un largo periodo de convivencia y colaboración.

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La izquierda puede unir, puede ir creando las condiciones. Pero hace falta, sin ninguna duda, la participación del PP. La izquierda se equivocaría si pretende hacerlo en solitario. Sin el PP no habrá estabilidad. Aplaudo cualquier decisión en ese sentido que trate de recomponer el consenso perdido. Es muy complicado, pero no hay otro camino porque probablemente se trata de abordar una perspectiva de convivencia que yaya más allá del Estado autonómico, que tenga la perspectiva de un Estado federal. Europa nos protege de los sueños 'indepes'. Pero hay que dar pasos que busquen la estabilidad, como puede ser el horizonte federal.

España -Aznar dixit- va bien. Los datos de crecimiento económico, de creación de empleo, de incremento de pensiones y salario mínimo, de disminución de la deuda pública, de la capacidad de acogida, el prestigio externo y la capacidad de liderazgo del país gozan de buena salud.

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Apostemos por la política. Pacto, negociación, convivencia. Igualdad y diversidad. Que el PP, que ha conseguido recuperar todos los votos que se fueron a Ciudadanos, deje de actuar mirando a Vox, que le deje con su mensaje ultra, haciendo la ola al histriónico Milei (por cierto, un adversario que es un auténtico chollo para el Gobierno porque es fácil ser razonable frente a semejante tipo).

Vista la realidad catalana, sería muy útil que en nuestra política (en Euskadi se hizo, no es imposible) se entierre de manera definitiva el hacha de guerra. La derecha, para ello, tiene que aceptar a la izquierda, su legitimidad, sus derechos; tiene que aceptar la democracia parlamentaria y sus consecuencias. España ni se rompe ni se va a romper. Y la política, amnistía incluida, tiene plena validez. Las palabras gruesas solo sirven para satisfacer el ego de quienes las emiten. No al resto.

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Quizá tras las elecciones europeas del próximo día 9 estemos en condiciones de compartir una trayectoria positiva que nos demuestre que no vivimos en un país de cachondeo, de sainete, como el de las clarisas cismáticas y su ostentoso obispo, que lo mismo valen para ser pasteleras, criadoras de perros, o gestoras inmobiliarias.

Nos merecemos caminar en mejores condiciones.

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