
Los reyes de Marruecos, contra España
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Madrid se niega a admitir que Rabat alberga intenciones imperialistas contra sus vecinos. Y en Europa tenemos un problema: el obstruccionismo de FranciaLo primero es entender que las avalanchas de inmigrantes son muy impactantes desde el punto de vista mediático, pero escasamente relevantes en la práctica porque ... según iban llegando a la mayoría se les iba deportando rápidamente, por centenares y luego por millares. ¿Y quién los recibía de vuelta, en aplicación de los acuerdos vigentes? El mismo que les había dejado pasar: Marruecos. En cualquier caso, nosotros somos los principales culpables de esta situación por no asumir la tarea necesaria, pero engorrosa, de controlar los flujos migratorios que nos afectan, y en vez de ello subcontratar el tema a unos vecinos que intentan coaccionarnos, ya sean Erdogan o Mohamed VI.
La causa inmediata de la crisis es el problema del Sáhara Occidental. Durante décadas, los diferentes gobiernos españoles han oscilado entre la 'realpolitik' maquiavélica de reconocer la usurpación marroquí, frente a la mala conciencia y el rencor larvado por todo lo que nos han hecho, unidos a la certeza de que la opinión pública simpatiza con los saharauis, pero a la hora de la verdad no estaría dispuesta a ir a la guerra por ellos. El resultado han sido zigzagueos y vacilaciones siempre dañinos para España. El último ejemplo es dejar que el líder saharaui Brahim Ghali, de 71 años, venga a España para recibir tratamiento del covid-19. Lo supo Marruecos y la represalia ha sido rápida y desmesurada.
Ningún presidente español, de ninguna ideología, ha sabido ejercer liderazgo para convencer al pueblo de que aceptase sin medias tintas una opción u otra. No tomar ninguna decisión suele ser la peor decisión. Los problemas difíciles no pueden postergarse indefinidamente. O reconocemos oficialmente el Sáhara como marroquí o les reconocemos como Estado independiente y nos reímos abiertamente de las represalias de Rabat, mientras redactamos nuestra propia lista abrumadora de contrarrepresalias.
Esto nos lleva al punto débil de toda la estrategia española: la negativa a reconocer que Marruecos es una potencia hostil que alberga ambiciones imperialistas contra sus vecinos, España incluida. Aceptarlo y actuar en consecuencia implicaría múltiples tensiones y gastos, más el riesgo evidente de un conflicto bélico. Por eso, todos los gobiernos desde Carlos Arias Navarro hasta Pedro Sánchez han optado por marear la perdiz, esperando que el tema saharaui se resolviese de alguna forma y que Marruecos se cansase del reclamar en vano Ceuta y Melilla. No ha sucedido así, y va siendo hora de afrontar que la búsqueda de un entendimiento con Marruecos es como tratar de ser simpático con una piraña. Te va a morder de todas formas.
El problema fundamental es que, aunque reconociésemos la anexión marroquí del Sahara Occidental, para vivir en paz deberíamos entregar Ceuta y Melilla también. ¿Haremos tal cosa algún día? No. ¿La opinión pública lo demandaría o meramente lo aceptaría? De ninguna manera. ¿Y si reconociésemos el Sahara como marroquí a cambio de que Mohamed VI renunciase a Ceuta y Melilla? Sería deshonroso e inútil, pues el rey de Marruecos nunca cumpliría su parte del trato.
Hay quien fantasea con que la población musulmana acabará siendo mayoritaria en Ceuta y Melilla, y entonces un referéndum entregaría ambas ciudades a Marruecos de forma casi indolora, pero es un espejismo. Los musulmanes ceutíes y melillense son gente que ha escapado de la pobreza y la tiranía en Marruecos. Si España arriase su bandera allí y evacuase a los cristianos, casi todos los musulmanes exigirían ser evacuados también antes que someterse al yugo de un monarca que sigue administrando el país como si fuera su propiedad particular, igual que los sultanes de siglos pretéritos.
Sánchez acertó al viajar enseguida a Ceuta, pero la rápida decisión de entregar 30 millones a Marruecos es, como mínimo, cuestionable. Puede que el presidente haya hecho sus cálculos y nos resulte más barato dar ese dinero que gestionar la avalancha de refugiados y cuidar de ellos hasta que logremos devolverlos, pero aún así todos sabemos que la avalancha la provocó el Gobierno de Mohamed VI avisando de que iba a dejar pasar a todo el mundo. Por lo tanto, entregar millones «para reforzar la seguridad policial en la frontera» es como el tendero que paga la extorsión a un mafioso, con una gran diferencia: el tendero sabe que cediendo al chantaje podrá vivir sin nuevos sobresaltos. Nosotros podemos estar seguros de que esos 30 millones no van a impedir nuevas coacciones marroquíes en breve plazo.
El presidente habla de coordinarnos con nuestros socios de la UE, probablemente pensando en transferirles parte de la factura, pero en Europa tenemos un grave problema: Francia. Por motivos en parte irracionales y sentimentales, de prestigio y por intereses más tangibles, todos los gobiernos franceses han buscado mantener lazos muy estrechos con sus antiguas colonias, de manera que podemos dar por descontado el obstruccionismo o como mínimo la pasividad de París en favor de Marruecos.
Los intereses franceses en España siempre van a ser abrumadoramente mayores que los que puedan tener en Marruecos, pero en París opera un amplio entramado de influencias promarroquíes que orienta mucho su política. Es necesario que el Gobierno español vaya articulando nuestro propio 'lobby', que deje claro que en caso de enfrentamiento frontal hispano-marroquí, Francia nunca tendrá más opción que Madrid. Es una tarea que llevará diez, doce, quince años como mínimo, de manera que es menester comenzar enseguida.
Es imperativo que el Gobierno y la oposición se reúnan para establecer una política de Estado contra Marruecos, que se mantenga inalterable sin importar qué partido o coalición esté al mando. Eso incluye la creación de un 'lobby' español en Francia, decidir qué hacemos con el Sáhara y diseñar una política asertiva para que Rabat renuncie a Ceuta y Melilla. No es imposible. Hacia 1960, Marruecos reclamaba Mauritania y partes de Argelia, Malí y Senegal, pero acabó renunciando a todo. Argelia se defendió a tiros. Francia protegió Mauritania y al hacerlo, Senegal y Malí quedaron a salvo también. Si París se enfrentó a Marruecos, incluso usando la fuerza, para proteger a un país tan pobre y remoto como Mauritania, no será tan difícil lograr que se incline a nuestro favor para obligar a Mohamed VI a olvidarse de Ceuta y Melilla.
Lo esencial es asumir que Marruecos es un enemigo de España y tiene que ser tratado como tal.
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