![La resistencia a vacunarse](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202101/12/media/cortadas/segovia12-kVpH-U130189264530HYC-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Tiene su explicación que exista una resistencia a vacunarse. Sin duda, el principal problema que nuestro país -y el planeta entero- está padeciendo es el contagio por el virus Covid-19. Sin embargo, las encuestas recogen que un significativo porcentaje de nuestros compatriotas no están ... dispuestos a vacunarse. Parece un contrasentido, pero no lo es.
El Homo sapiens está preparado para la supervivencia, y eso hace que sea adverso al riesgo. Aunque unos más que otros, la mayoría analizamos mucho los riesgos antes de meternos en una nueva aventura. Y el caso de la vacunación no es una excepción. Podemos discutir el grado de riesgo real, pero desde luego no la percepción de riesgo que ahora mismo tienen gran parte de los ciudadanos de este país. Pero déjenme darles tres motivos principales por los que creo que esto ocurre.
Por un lado, siendo estrictos, creemos que somos adversos al cambio. Pero no es cierto. A lo que realmente somos adversos es a la incertidumbre que genera el cambio. Por ejemplo, imagínese que usted no sabe aún si su décimo de lotería ha sido premiado pero que, sin embargo, yo ya sé que afortunadamente el mío sí ha sido premiado. ¿Estaría usted dispuesto a cambiármelo? Claro que sí. Dicho de otro modo, en la medida en que tenga más información sobre la propuesta, la incertidumbre bajará, y por tanto, también el riesgo a asumir el cambio. En otras palabras, a más información positiva sobre los efectos de la vacunación, más probabilidad de que la gente se vacune.
Por otra parte, vivimos en una sociedad en la que estamos 'infoxicados'. Tenemos exceso de información, no defecto. Y además, ya no sabemos cuál es fiable y cuál no. Lo cual se agrava cuando la información es compleja, como en el caso que nos ocupa. A esto hay que sumar que la encargada de decodificarnos esta información científica es la clase política y lamentablemente nuestro grado de confianza actual hacia ese colectivo es muy limitado.
Y el tercer y último motivo es el de un concepto cada vez más citado: la fatiga pandémica. A pesar de que obviamente la situación mundial por el Covid-19 es el asunto que más nos preocupa a todos los habitantes de este planeta, empezamos a estar cansados de la cuestión. Ya no queremos debatir tanto sobre el tema. Miren, si no, cómo en la encuesta impulsada por la OMS hace tan sólo un mes el grado de hastío para hablar del asunto del coronavirus salía en una media de 3,5 sobre 5 (esto resulta, cuanto menos, preocupante si consideramos el recorrido que aún parece que le queda al tema).
Lo grave del asunto es que parece que este efecto antivacunación no sólo ocurre en España. En Francia, por ejemplo, el rechazo a vacunarse es aún mayor según todos los sondeos realizados. En el fondo, es algo intrínseco a todo ser humano. Como animales racionales que somos, es cierto que deberíamos ser más de neocórtex y pensar que si detrás de las vacunas están los científicos y organismos con estrictos procesos de aprobación, el tema debería ser seguro. Pero lo que nos mueve no es la razón, sino la emoción. En palabras del matemático Pascal, «el corazón tiene razones que la razón no entiende». Emoción viene del latín 'emovere', moverse hacía algo. Y lo cierto es que, hoy por hoy, gran parte de la población mundial no está dispuesta a moverse hacia la vacunación.
Creo que el problema no es por falta de responsabilidad, sino que simplemente la humanidad está agazapada esperando a bajar esa incertidumbre. Las aprobaciones para comercializar las vacunas reflejan el resultado de tan sólo 30.000 voluntarios (de los cuales la mitad son placebo), por lo que es razonable que aún exista mucha gente temerosa. Sin embargo, no me cabe la menor duda de que esos índices de rechazo a vacunarse van a ir descendiendo drásticamente a medida que se vean más resultados. Y esos resultados van a empezar a llegar ya de manera exponencial.
En España, por ejemplo, en esta primera fase que acaba de comenzar se vacunarán para finales de marzo dos millones y medio de personas de alto riego. Para abril, entraremos en la fase dos de vacunación, esa en la que probablemente usted y yo podamos entrar de manera voluntaria. Ahora bien, no piense sólo en lo que está ocurriendo en nuestro país. Piense en todo el planeta. Para ese mes de abril, más de cien millones de personas se habrán vacunado en todo el mundo. Y eso le hará bajar mucho su nivel de incertidumbre, de aversión al riesgo a vacunarse.
En un país latino como el nuestro, lo emocional pesa especialmente, pero al final termina entrando la cordura. Miren, si no, lo que nos costó ponernos las mascarillas por la calle, ahora nadie va sin ella. Cuando la razón es tozuda, aunque tarda, siempre termina imponiéndose, señor Pascal.
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