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En un artículo anterior en este periódico, ponía de relieve el enorme coste económico y de pérdida de tejido empresarial que habían supuesto para nuestro país las décadas de terrorismo pasadas, y que se reflejaba en un reciente informe de las Cámaras de Comercio, donde ... Euskadi aparecía como la autonomía de menor crecimiento desde 1975. No obstante, señalaba en el mismo la oportunidad que tenemos hoy de revertir la situación, darle un fuerte impulso a nuestra economía y, por lo tanto, generar una mejor expectativa de futuro para nuestra sociedad. Pretendo ahora aportar varias ideas, algunas ya parcialmente en marcha por parte de nuestras instituciones, y que, con el apoyo de otras aportaciones, pudieran resultar de éxito.
Debería tratarse de un plan en el que, con el liderazgo del Gobierno, participaran grupos políticos, sindicales y otros agentes, que supongan una mayoría suficiente como para poder garantizar la estabilidad del mismo durante un período de tiempo que incluyera varias legislaturas.
Se debería abordar, desde la singularidad de nuestro autogobierno, con un marco normativo y fiscal atractivo que sea soporte impulsor de las acciones que se pongan en marcha. Además, no debería tener dificultades ni con el Gobierno del Estado ni con la Unión Europea. En el caso de Irlanda del Norte, con un impacto económico del terrorismo similar, se están aplicando fondos europeos muy generosos para su recuperación.
-Recuperación de empresas tractoras. Se trataría de intentar atraer parte de los centros operativos que se trasladaron fuera de nuestro territorio como consecuencia del terrorismo, aprovechando y apoyando inversiones que son necesarias en la 'nueva economía' y que generan oportunidades en áreas de actividad innovadoras. Estas empresas conservan aún sus sedes sociales en el País Vasco, y seguro que a la vista de un plan de estas características estarían dispuestas a colaborar.
-Plan de pymes. El fenómeno de la deslocalización de pymes ha sido muy importante, pero de difícil evaluación. Se trataría, de forma global, de ofrecer durante el período del plan mayores incentivos específicos para la nueva inversión, especialmente la más generadora de empleo de calidad.
-Empresas familiares. Un segmento básico para nuestra economía y con mucha tradición en nuestra historia, que hay que potenciar y recuperar. El plan debería contemplar un tratamiento singular en su fiscalidad, que asegurara su arraigo y fuera atrayente de nuevas iniciativas.
-Pequeños negocios y autónomos. Necesitan un apoyo singular, que impulse su modernización, consolidación y refuerce su futuro.
-Plan de atracción de inversiones extranjeras. Paradójicamente, en los años más duros, 'los años de plomo', Euskadi ofrecía uno de los marcos 'fiscal-legal' más atractivos del sur de Europa, pero en aquel ambiente de violencia no se consiguieron inversiones. Hoy no es así. Se trataría de recuperar una mejor posición competitiva, y de realizar una más intensa acción exterior. En el contexto internacional actual podría suponer una enorme oportunidad.
-Impulso del emprendimiento. Un refuerzo de las acciones en curso, con una apuesta más decidida en los últimos niveles educativos, y el apoyo con nuevos instrumentos financieros específicos, puede acelerar decisivamente la acción.
-Puesta en valor de la figura del empresario. Nuestra sociedad no valora adecuadamente su figura y lo que ha aportado, aporta y puede aportar en nuestro futuro. Una sociedad moderna y estructurada cuenta con empresarios que impulsan su desarrollo económico, lo que permite generar bienestar para todos sus miembros. Así planteado, no se trataría de un plan específico, sino del resultado del conjunto de acciones que se pueden desarrollar. Es clave 'poner en valor' esta figura, y que sirva de acicate para el nacimiento de nuevas vocaciones empresariales. El trabajo conjunto de la Administración con las universidades, Cámaras de Comercio y asociaciones empresariales será determinante.
Creo que Euskadi afronta un momento histórico que no se ha vivido quizás en el último siglo y medio. Tenemos la oportunidad, si actuamos unidos con energía y determinación, de volver a situar a nuestro país en la posición que no hemos podido disfrutar en las últimas décadas.
Las acciones propuestas, junto con otras iniciativas, deberían permitir un nuevo impulso de nuestra vitalidad económica en este mundo global, abiertos a las oportunidades de esta nueva revolución tecnológica y de economía sostenible que vivimos; y suponer una fuerte generación de nuevas empresas y empleo en los próximos años, garantes de nuestro futuro. Para ello el liderazgo de los grupos políticos que vertebran el país, acompañados por la sociedad civil, es esencial y asegurarían el éxito del plan.
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