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En esta invasión hay muchos relojes que miden tiempos distintos: unos pasan en un periquete y otros parecen eternos. Del avance del tiempo por los diversos relojes y de cómo los gestionemos dependerá la salida de la crisis de Ucrania y de todo lo que ... se deriva de ella.
El primer reloj tiene que ser para los que huyen de la guerra con lo puesto, relojes duros y lentos para cinco millones de refugiados que entran en Polonia o Rumanía, países generosos en la crisis. Hay también un segundo reloj, que medirá su encaje en nuestra vida durante años. Un tercer reloj, mucho más lento, medirá la reconstrucción del país y su entrada en la UE, permitiendo el retorno de una parte de los expulsados por la guerra.
Después conviene mirar a dos relojes que miden el tiempo y la eficacia de las sanciones, situados uno en Moscú y otro en Bruselas, marcándose mutuamente. El primero mide el impacto de las sanciones en el círculo de poder ruso, que tendrá que empezar a pensar si su líder les conviene; reloj de paso lento, porque Putin tomó buena nota de la dependencia de Yeltsin y ha integrado a los empresarios -que no envidian el destino de Jodorkovski- en su estructura de poder. Llevará su tiempo porque Gorbachov trajo la 'perestroika', pero no pudo manejarla y los militares le dieron un golpe, que Yeltsin paró para convertirse en presidente de una democracia que apostó por una transición brutal al mercado, donde la inflación hizo equiparar, para muchos rusos, democracia con miseria.
A pesar del caos, los nuevos millonarios volvieron a apostar por Yeltsin para poder hacer efectivo el atraco de préstamos por acciones, porque prestaron dinero al Estado, pero contra la garantía de las grandes empresas estatales. Llegado el vencimiento, el Estado no pudo pagar y los prestamistas se quedaron con las empresas. Después, la misma cúpula eligió a Putin como sucesor, pensando manejarle, pero esta vez no funcionó y en tres años estaban todos fuera. Putin había aprendido la elección.
Una Ucrania que quizás termine dividida en dos por el río Dniéper, porque Putin casi controla el litoral y el corredor terrestre hasta el Dombás, donde pretende hacerse fuerte y, si le dejan, apretar la pinza y llegar a la frontera natural del río, para quedarse con todo el Este. Probablemente llegará a un acuerdo, que todo el mundo necesita y Putin más que nadie, porque la tradición rusa no perdona reveses militares, como recuerda Leon Aron, ruso afincado en EE UU y miembro del Instituto de Empresa Americano, que apuesta por una mayor dictadura de Putin hasta su caída y excluye que el ejército ruso pueda salvarle, porque una cosa es cargar contra los urbanitas de Navalni y otra contra las madres de los reservistas muertos en Ucrania. La Inteligencia americana sigue acertando, porque tenemos nuevo general a cargo de la invasión y no se cambia al entrenador cuando se va ganando.
En paralelo, existe también un reloj inverso que devuelve la pelota a la sociedad europea, porque las sanciones tensan la cadena alimentaria global y sobre todo ponen encima de la mesa dos cuestiones capitales: la dependencia europea en materia energética y el manual propio de cada Estado para abordarla en el corto plazo. Además, veremos si el reloj que mide la unidad de pensamiento de la sociedad occidental se mantiene cuando apriete el frío, porque EE UU disfruta de autonomía energética y está lejos del conflicto, mientras la UE está dentro y dependiente del gas ruso.
También hay un reloj para medir la posición china, un reloj parado en una neutralidad interesada que piensa en Taiwán y que no tiene pinta de cambiar, porque entiende que Putin desgasta y despista a los americanos y, además, los ideólogos chinos no le hacen ascos a identificar la marca nacionalista de Xi con la de Putin. De hecho, según 'The Economist', una nueva película oficial china traslada una versión de la historia de la caída soviética muy pensada para la causa de Xi.
Pero la gran cuestión de fondo, el tiempo del nuevo orden global, es el reloj más sensible de todos. Un probable marco dual entre los ejes occidental y chino, donde habrá que ver cómo se alinean India, Turquía y otros Estados poblados, así como qué margen le queda a Europa para ser autónoma y poder pagárselo. Mas allá de Ucrania, la pugna estará en el Pacífico, que es donde crece el mundo y lo que preocupa a americanos y chinos. En definitiva, un reloj que mide el tiempo que queda para el nuevo orden que ya se está cocinando y en el que habrá que ver la respuesta que se da a cuestiones vitales, como son: si la respuesta viene de la mano de mayor papel del Estado o del individuo, llega o no con menos globalización, si fortalece los derechos individuales o se centra en los derechos colectivos y, en definitiva, si mantiene la hegemonía moral de la democracia o la relativiza en aras de una sociedad 'más eficientemente dirigida'.
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