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En unos días un electorado británico va a emitir su voto para decidir quién será el próximo primer ministro. No se refiere a todo el pueblo británico, sino a un grupo muy selecto, unos 150.000 miembros del Partido Conservador que son los únicos que ... tienen el derecho para elegir a su nuevo líder y, por tanto, al nuevo inquilino de Downing Street. Parafraseando las palabras de Winston Churchill, nunca se decidió tanto por tan pocos para tantos. Dos dos candidatos aspiran al puesto: Rishi Sunak, exministro de Economía, y Liz Truss, ministra de Asuntos Exteriores que, según las encuestas, es la favorita de las bases. Sin embargo, gane quien gane el flamante primer ministro ya estará perseguido por la influencia de los mandatarios 'tories' del pasado y algunos desacuerdos profundos sobre la dirección del partido en el futuro.
El primer ministro saliente, Boris Johnson, se vio obligado a dimitir por una rebelión de sus propios diputados, pero sigue, evidentemente, en estado de negación. Sus fieles hablan de una especie de golpe de estado y, para despedirse de la Cámara de los Comunes, Johnson empleó el idioma castellano y una frase del taquillazo 'Terminator': «Hasta la vista, baby». Esta declaración sugiere que Johnson no tiene intención de quedarse callado e intentará volver a Downing Street si hay la más mínima posibilidad. Según algunas encuestas dentro de la formación 'tory', al menos un tercio de los militantes del Partido Conservador quieren que Johnson se quede y, si él lo quiere, no hay duda de que será un invitado muy popular en muchas agrupaciones durante los próximos meses.
La segunda influencia en la carrera del partido viene de ultratumba y es el fantasma de Margaret Thatcher. Se estima que la media de edad de los militantes 'tories' tiene entre 60 y 70 años y que fueron atraídos a la política en su juventud por Thatcher. Recuerdan a la 'dama de hierro' que ganó tres elecciones con un mensaje neoliberal que aún veneran: impuestos bajos, un Estado reducido, mercados libres, intervención del gobierno limitada, privatización, valores tradicionales y de derecha. No es de extrañar que Truss, desde su discurso hasta su forma de vestir, intente presentarse como una segunda Margaret Thatcher.
En realidad, los mitos en el partido 'tory' sobre el legado de Thatcher son muchos. No hubo ningún cambio radical en la carga fiscal durante su Gobierno y los impuestos regresivos -como el IVA, que pagan por igual ricos y pobres- aumentaron. Habló mucho de la libertad individual, pero, por ejemplo, empleó a la Policía como si fuera un ejército para reprimir a unos mineros en huelga y aprobó una ley para impedir que los profesores hablaran de la homosexualidad en las escuelas. Al final, su impopularidad fue de tal magnitud que, como Johnson, la primera ministra fue defenestrada no por el pueblo británico, sino por su propio grupo parlamentario.
En cualquier caso, las políticas de la señora Thatcher en los años 80 pertenecen firmemente al pasado. Independientemente de lo que crean los militantes conservadores, el mundo de 2022 y los retos que debemos afrontar ahora son muy diferentes. Algunos de ellos son globales, como el cambio climático, la economía digitalizada, la guerra en Ucrania y el ascenso de China. Otros son particulares, como las consecuencias del 'Brexit'. Lo que queda claro es que esta década necesitará un liderazgo innovador con políticos capaces tanto de inspirar como de unificar para navegar por un rumbo altamente complejo.
Pero tal debate no es lo que ocurre. Los candidatos no ofrecen soluciones coherentes para el futuro y muchos comentaristas, incluso de la derecha, son pesimistas. Por ejemplo, Paul Goodman, exdiputado 'tory' y ahora editor de la página web 'Conservative Home', que tiene mucho peso en la derecha británica, opina que ninguno de los dos candidatos «está a la altura» de ofrecer el liderazgo que hace falta.
Por si fuera poco, el Partido Conservador no es la única formación política atrapada en el tiempo con un discurso populista y el malestar de la política británica se refleja en otras partes de Europa y también en EE UU. Mario Draghi, uno de los mandatarios más competentes y experimentados, ha dimitido en Italia dejando al país con un porvenir muy incierto. François Macron ha sido elegido de nuevo presidente en Francia, pero ya está a merced de una asamblea dominada por los extremos de izquierda y derecha. En Alemania, Olaf Scholtz decepciona incluso a sus más fieles. En España, Pedro Sánchez es muy criticado por liderar una coalición poco manejable, pero la única alternativa parece una coalición también diversa y que incluiría a Vox. Y, en Washington, el presidente Joe Biden no es capaz de ofrecer una dirección clara a un país muy dividido.
Por desgracia, la falta de visión de futuro se extiende mucho más allá del partido 'tory' y justo cuando más se necesita.
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