Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Este año ha sido especial para todos nosotros, y como tal, me gustaría recomendarles que adquieran un regalo también especial, a la altura de lo que corresponde en estos momentos.
Es increíble comprobar cómo, por más que los humanos buscamos la felicidad en el consumismo ... material, no terminamos de encontrarla por esa vía. La razón se debe a un efecto que se denomina adaptación hedónica. Es decir, la capacidad que tenemos las personas de adaptarnos a lo bueno (y a lo malo) con más facilidad de lo que pensamos. Miren, si no, ¿cuánto dura la felicidad por la compra de esas zapatillas, ese bolso o incluso ese coche nuevo? Probablemente hablamos de semanas. En el mejor de los casos, de unos pocos meses.
Afortunadamente, hay una forma de disminuir este efecto; apostar por experiencias cortas en el tiempo en lugar de por bienes materiales. Todos los estudios realizados avalan este hecho. Invertir en ese viaje a la playa o en esa excusión con amigos proporciona un grado de felicidad mucho más duradero que invertir en comprar bienes materiales. Permítanme darles tres argumentos para evidenciarlo.
El primero de ellos es el propio hecho de que una experiencia es un bien corto en el tiempo. Eso nos genera un mayor foco de atención en la experiencia, tratamos de disfrutar y saborear más el momento, porque sabemos que se acaba. Hay que aprovechar hasta el último minuto. Miren por ejemplo cómo tener la suerte de pasar unos días en una playa paradisíaca es una experiencia única que recordarán por mucho tiempo. Sin embargo, si llega a esa misma playa, pero para quedarse a vivir, no será la misma experiencia (pasado un tiempo irá adaptándose).
En segundo lugar, está la preparación previa a la experiencia. Según un estudio de la Universidad de Cornell (Kumar, 2014) disfrutamos dos veces y media más preparando un viaje que durante la compra de un bolso. En el viaje realmente el disfrute comienza ya en su preparación.
Y por último, está lo que ocurre cuando compartimos con terceros. ¿Usted qué prefiere, a alguien que le está continuamente recordando que se ha comprado un coche nuevo -quizás mejor que el suyo- o a alguien que le está contando anécdotas de sus vacaciones? Según la Universidad de Colorado (Van Boven, 2014), la palabra para definir a los primeros es: egoístas (33,3% de las veces) y a los segundos amistosos (33,3%).
En cualquier caso, lo cierto es que, en tiempos de pandemia, no estamos ni para comprar muchos coches ni para grandes viajes. ¿Qué podemos regalar entonces? O mejor dicho ¿qué necesitan nuestros cercanos? La respuesta es unánime: curar nuestras heridas emocionales. Hemos sufrido mucho, unos más que otros, pero todos hemos sufrido. Estas navidades lo que más necesitamos que nos regalen son buenas noticias, gratitud, amor y esperanza. En definitiva, que nos regalen empatía (comprender las emociones del otro). Acertará seguro si lo hace. No se preocupe por guardar el tícket de compra, nadie rechaza ese regalo. Por eso, esta es mi propuesta para estas navidades: haga vivir una experiencia corta pero intensa a un ser cercano por el que no siente demasiado aprecio. Sí, ha oído bien, por el que no siente demasiado aprecio.
Es barata y no requiere de mucho tiempo. Pero tiene su complejidad. Debe ser capaz de dejar unos minutos de lado su ego y pensar que no todos somos iguales. ¿Y por qué con alguien por quien no siento mucho aprecio? Porque ese es el verdadero ejercicio de compasión navideño. Lo fácil es empatizar con quien se aprecia, eso lo hace a menudo, eso no le cuesta. Sin embargo, lo que las circunstancias requieren en estos momentos, es ir un paso más allá, tratar de comprender al diferente, al que no soporta cuando abre la boca. Es muy probable que esa persona esté con más falta de amor de lo que parece. Piénselo bien, tras esa fachada, quizás haya una persona con menos fortuna que usted, con menos amigos, con menos habilidades para socializar, más sola, con menos autoconocimiento, con mucha falta de autoestima y que por eso cierra la puerta a la duda -sólo quiere verdades absolutas para no mostrar sus vergüenzas-. Inténtelo. Verá que el regalo es bidireccional y curiosamente es tanto o más para usted que para quien lo recibe.
En 2005, Martin Seligman, padre de la psicología positiva, propuso a 577 personas que entregasen en mano una nota de gratitud a alguien conocido, escribiéndole de manera simple algo tipo 'hiciste (lo que fuera) bonito por mí y quiero decirte que realmente tuvo mucho significado para mí'. El resultado fue un incremento de un 10,1% en el grado de felicidad del redactor de la nota -de quien la recibió ya ni comentamos-. Pero lo más espectacular fue el tiempo que perduraba ese efecto sobre el redactor… ¡6 meses! A ver qué regalo material aguanta eso…
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.