Marta Arce, judoca con tres medallas en los Juegos Paralímpicos y abanderada en París 2024, en un discurso justo antes de salir hacia la capital francesa destacaba que se reuniera a todos los deportistas «sin apellidos, sin adjetivos, terminando por fin con esas pequeñas diferencias, ... sutiles, involuntarias, pero un poquito dolorosas». La representación que se ofreció era inclusiva porque reunía a los deportistas que iban a París 2024 sin diferencias capacitistas.
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El Observatorio de la Diversidad en los Medios Audiovisuales (ODA) publica informes sobre la representación en la ficción española de las personas LGBTIQA+, racializadas, con discapacidad y también sobre gordofobia. Los datos hablan de infrarrepresentación y estigmatización porque no solo se ha de visibilizar sino que los roles deben ser dignos, equitativos y honestos.
En la sociedad hay un 9,5% de personas con discapacidad según el INE (2022), pero apenas son un 3,66% de los personajes en películas y un 2,28% en series (ODA 2024). Se destaca que, por primera vez, hay personajes racializados con discapacidad, porque la infrarrepresentación puede ser aún peor cuando se habla de interseccionalidades. También es importante saber si esos personajes son héroes protagonistas o víctimas en películas de acción y terror, por ejemplo. Uno de los problemas en la representación de la salud mental es que habitualmente los pocos personajes que hay son asesinos, perpetuando la identificación de la salud mental con el crimen y la violencia. Lo mismo sucede con las enfermedades de la piel: las pocas veces que están presentes en ficciones las padecen los malvados (Darth Vader, la niña de 'El exorcista'…).
En cuanto a los personajes «únicamente» racializados, el ODA identifica un 12,36%, algunos tienen roles importantes. Recientemente, los éxitos de Lamine Yamal y Nico Williams abrieron el debate sobre la repercusión social en positivo de la imagen de estos dos deportistas. Mientras tanto, las tramas de la ficción audiovisual siguen dominadas por personajes «blancos» y el resto de las culturas se retratan desde lo extraño y se suelen ridiculizar.
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Desde el inicio del cine, el 'whitewashing' o blanqueamiento (poner actores caucásicos en papeles racializados) se ha normalizado: Elizabeth Taylor haciendo de Cleopatra, John Wayne como Gengis Khan, Marlon Brando como un japonés... Sin embargo, cuando el año pasado el personaje de Ariel en 'La sirenita' fue protagonizado por Halle Bailey hubo gran polémica porque no era «blanca» como «la original». Entretanto, en redes sociales se sucedían los videos de niñas afrodescendientes que, emocionadas, exclamaban: «¡Es como yo!». Porque todas las personas necesitamos poder identificarnos con modelos dignos, bellos, positivos…
Pero la discapacidad o la racialización no son los únicos elementos infrarrepresentados o estigmatizados en la ficción audiovisual, en actos y en medios. Hay otros muchos. Por ejemplo, nos hablaba de gordofobia y sesgos de género la polémica con el último romance apasionado en 'Los Bridgerton' protagonizado por Nicola Coughlan y Luke Newton. Algunas voces han hecho 'body shaming' (burlarse de alguien por su cuerpo) porque, al parecer, consideran imposible que un hombre como Newton se enamore de una mujer con cuerpo no normativo como Coughlan. Es curioso que no haya polémica cuando sucede al revés y el sobrepeso lo tiene el protagonista masculino.
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Los datos del ODA sobre gordofobia son también preocupantes: apenas un 6% de personajes en las ficciones audiovisuales tienen sobrepeso. Hace poco tiempo, la youtuber/comunicadora Andrea Compton explicaba que ser gorda en televisión es ocupar un espacio que tiene gran presión. Considera una victoria poder hablar en internet de series y no de ser gorda, que es el espacio que puede tener una mujer con sobrepeso en la «televisión tradicional». Seguramente internet y las redes sociales han tenido mucho que ver en esta creciente presencia de voces diversas que contribuyen a que los análisis comiencen a hacerse desde las interseccionalidades que visibilizan elementos de racismo, gordofobia u otras formas de discriminación en todos los ámbitos.
Por muchos motivos se agradece la representación de la diversidad y la integración en cualquier ámbito. Y queda mucho por hacer para tener imaginarios y representaciones más sanas y honestas con la pluralidad y diversidad. Como investigadora en cultura visual, creo que debemos comenzar por tomar conciencia del impacto que series, películas, redes sociales y juegos tienen en niños y adolescentes (también en adultos).
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Si seguimos ensalzando ciertos discursos, poco sanos, y fomentando narrativas gordofóbicas, racistas, sexistas o edadistas… y después nos encontramos con trastornos alimentarios, con niños compartiendo en redes sociales rutinas de belleza con cremas antiarrugas o con insultos racistas en el deporte… no deberíamos extrañarnos.
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