La historia siempre aporta claves para entender el presente: sobre el Sáhara Occidental se pronunció ya en octubre de 1975 la Corte Internacional de Justicia a petición de la ONU. Esa colonia, administrada por España, era disputada por Marruecos, Argelia y Mauritania. La Corte declaró ... que no había vínculos de soberanía territorial con ningún pretendiente. El Derecho Internacional aplicable era y es un referéndum para que los saharauis decidieran si quieren un Estado propio u otra vinculación. La Corte pedía a España organizarlo en seis meses. España aceleró su retirada, hostigada por el Frente Polisario, con el dictador Franco agonizando y sabiendo que la Marcha Verde organizada por Hasán II contaba con la secreta entente norteamericana y francesa para que el Sáhara no cayese en la órbita soviética de Argelia.
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A toda prisa, España entregó el Sáhara a quien no debía, violando el dictamen de la Corte y sus obligaciones internacionales como administradora legal del territorio. Fue todo un cúmulo de ilegalidades perpetradas por España. Marruecos carece de título válido de adquisición del territorio y se sustenta en la ilegal ocupación militar. Ninguno de los gobiernos de la democracia ha reparado aquel dislate jurídico y estratégico. Y, desde entonces, aceptamos el chantaje permanente de Marruecos.
¿Por qué no se avanza en la solución de este conflicto, pese a las voces que lo reclaman con insistencia desde foros internacionales? La respuesta es evidente: las relaciones bilaterales con Marruecos y la presión que el régimen marroquí impone. En su momento fue la pesca, luego el control migratorio o la colaboración antiterrorista y ahora la dimensión geopolítica (la presión de Francia y EE UU ha sido clave para este cambio radical de política por parte de España) son monedas de cambio que permiten perpetuar esta tremenda e ilegal injusticia.
Este gran olvidado de la geopolítica mundial que es el pueblo saharaui ha vuelto a ser ahora noticia tras el radical giro del Gobierno español, que ha cambiado de la noche a la mañana la posición mantenida sobre el Sáhara durante los últimos 47 años. Y lo ha hecho para apoyar el plan marroquí de autonomía que, según el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, es «serio, realista y creíble». Son términos muy diplomáticos, pero habría que recordarle que «serio» es también el referéndum o el acuerdo entre las partes que demanda la ONU, y que esa autonomía, para ser «creíble», debería ser aceptada por el Frente Polisario, cosa que no ocurre.
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Este viraje radical obedece, según el Gobierno, «al fin de garantizar la estabilidad e integridad territorial de nuestros dos países». La alusión a la integridad territorial se ha interpretado por parte del Gobierno español como una referencia a Ceuta y Melilla, cuya soberanía española debería dejar de ser objeto de contencioso con Rabat, mientras que el Frente Polisario denuncia que estas palabras pueden interpretarse como un reconocimiento implícito de la soberanía marroquí sobre la excolonia española.
La Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General afirma el derecho de los pueblos sometidos a dominación colonial a su independencia, mediante la consulta a su población. En su opinión consultiva sobre el Sáhara Occidental (1975), la Corte Internacional de Justicia consideró aplicable esa resolución a la descolonización del territorio, y, en consecuencia, reconoció el derecho del pueblo saharaui a la libre determinación mediante la expresión libre y auténtica de su voluntad.
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La Resolución 658 (1990) del Consejo de Seguridad aprobó elPlan de Arreglo, libremente negociado por Marruecos y el Frente Polisario, que prevé la celebración de un referéndum de autodeterminación. En el referéndum que pactaron las partes, el pueblo saharaui debe decidir entre la independencia del territorio y su integración en Marruecos. La propuesta de autonomía lo es para la integración del Sáhara Occidental en Marruecos y no constituye una expresión del derecho a la libre determinación de los pueblos si no es libremente decidida por el pueblo saharaui, en un referéndum en el que se incluya igualmente la opción de la independencia.
Después de rechazar definitivamente un referéndum de autodeterminación, Marruecos presentó un plan de autonomía (2007) que nunca ha obtenido el respaldo del Consejo de Seguridad ni de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y es rechazado de plano por el Frente Polisario. Desde 1963, y de conformidad con la Resolución 1956 (XVIII) de la Asamblea General, España es la potencia administradora, condición jurídica que confirmó la Audiencia Nacional en 2014, por lo que tiene la obligación jurídica y política de tomar todas las medidas necesarias en orden a garantizar la libre determinación efectiva del pueblo saharaui.
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Por todo ello, la decisión del Gobierno español de apoyar oficialmente el plan de autonomía propuesto por Marruecos en 2007 constituye la denegación expresa del ejercicio del derecho a la libre determinación del pueblo saharaui, y, en consecuencia, una grave violación del Derecho Internacional.
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