'Primermundismo': Asalto al Capitolio
Se equivocan quienes, ya en España, tratan de ver en el otro, y solo en el otro, el reflejo de lo ocurrido en el espejo de EE UU
Directora Deustobarómetro. Universidad de Deusto
Jueves, 7 de enero 2021, 23:44
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Directora Deustobarómetro. Universidad de Deusto
Jueves, 7 de enero 2021, 23:44
Cuando veía atónita las imágenes del asalto al Capitolio la noche del miércoles -la tarde en Washington- escuché a algunos comentaristas decir que aquello les recordaba a una «república bananera», que era «tercermundista». En ese mismo momento me di cuenta de que asistíamos a un ... hecho 'primermundista': estaba ocurriendo en Estados Unidos, en la cuna de la democracia moderna. Un acto de sedición que interrumpía la ratificación de la proclamación de Joe Biden como presidente electo. Un acto que suponía el final de una marcha alentada por el todavía presidente Trump, un presidente que fue incapaz de salir en público a condenar los hechos y que empatizó con los ocupantes del Capitolio («entiendo vuestros sentimientos», decía).
Lo que ha ocurrido en Estados Unidos es consecuencia de cuatro años de una presidencia populista, instalada en las 'fake news', una manera de hacer política consentida por gran parte del Partido Republicano y protegida y aupada por algunos medios de comunicación. Trump era un 'outsider' que llegaba a la presidencia norteamericana cuestionando a la clase política y que se ha pasado cuatro años cuestionando sus instituciones y el sistema de contrapesos, un sistema que fue incapaz de expulsarle en el 'impeachment' de hace casi un año. Un presidente que ha roto el país en dos, que ha tensado hasta límites insospechados la polarización existente y que ha agraviado a las minorías étnicas y a las mujeres.
Lo que ha ocurrido en Estados Unidos tiene mucho que ver con el descrédito de la política, con la debilidad de la democracia, con la desafección a la política tradicional y con la falta de responsabilidad de quienes tienen la obligación de velar por la legitimidad y el mantenimiento de las instituciones. Se equivocan, y mucho, quienes ya en España tratan de ver en el otro -y solo en el otro- el reflejo de lo ocurrido en el espejo norteamericano. Las primeras declaraciones de líderes políticos españoles han visto la paja en el ojo ajeno, pero no han visto la viga en el propio.
Lo que ha ocurrido en Estados Unidos no es comparable con las movilizaciones en torno al Congreso de los Diputados, no es comparable con las manifestaciones contra el Gobierno andaluz, no es comparable con el 1 de octubre catalán, no es comparable con la sentencia del Supremo por sedición, no es comparable con la entrada de Vox en las instituciones… Pero sí es una consecuencia de haber reducido la política a eslóganes tuiteados sin pensar en las consecuencias, sí es una consecuencia del descrédito que sufren las instituciones y la clase política.
Europa lleva ya unos años viendo cómo la extrema derecha, el neofascismo en algunos casos, cobra fuerza en países como Hungría, Austria, Alemania, Francia, Italia y, más recientemente, en España. Se trata de una extrema derecha que utiliza el populismo, la mentira para hacer política 'trumpista'. Que enciende un nacionalismo excluyente, étnico, xenófobo. Que se eleva sobre proclamas de falsas e imposibles certidumbres. Trump es un claro responsable de lo ocurrido en EE UU, pero el mayor peligro está en los millones de personas que le han creído. Debemos profundizar e indagar en las razones que llevan a millones de personas a asumir como ciertas grandes y demostradas mentiras -como la del inexistente fraude electoral en las elecciones presidenciales norteamericanas-. Si nos somos capaces de identificar ese descontento, esa desafección y, por el contrario, lo único que hace la clase política es alentarlo, estaremos colocando una alfombra roja a quienes se aúpan al poder desacreditando el sistema democrático y las instituciones políticas que lo hacen posible.
Los discursos populistas, xenófobos, clasistas, machistas y misóginos calan en amplios grupos sociales que viven con miedo la incertidumbre, que temen ser desclasados, que no obtienen respuestas de la política tradicional. Los discursos populistas no caen en saco roto. Trump obtuvo más de 70 millones de votos en las últimas elecciones y ha sido el segundo candidato más votado en la historia de Estados Unidos. Los partidos no pueden, no deben, caer en el populismo, no deben caer en la crítica fácil, no deben caer en la mentira, no deben caer en el continuo enfrentamiento y en el desencuentro. Todo ello son semillas que alientan la banalización y descrédito del sistema. Luego será ya tarde para enmendar las consecuencias de un comportamiento irresponsable, falaz, populista y electoralista propio de nuestro primer mundo.
Lo que ha ocurrido en EE UU no es «tercermundismo», es 'primermundismo'. Debemos interpretar las señales antes de que sea demasiado tarde.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.