Política migratoria subcontratada

La primera reflexión que hemos de hacer como sociedad es que quienes se arrojan a las aguas del Estrecho buscando el frágil vallado del espigón de Tarajal lo hacen por formar parte de un mundo escindido entre una minoría de beneficiados y una mayoría de excluidos, entre la que se encuentran, y que por lo tanto este intento de llegar a territorio español no es sino un ancestral mecanismo de supervivencia, del cual a buen seguro todos haríamos uso si viéramos pasar hambre a nuestros hijos.

Sólo por ello, una vez más es necesario pedir que la realidad migratoria irregular que vive España en sus fronteras en el Mediterráneo y el Atlántico -parece que se nos ha olvidado que a Canarias han llegado por mar más de 30.000 personas- sea observada desde una óptica mucho más comprometida con un trato humanitario y respetuoso para con la dignidad de estas personas. Y también deberíamos recordar que en ese empeño nuestro país tendría que sentir el aliento y apoyo de la Unión Europea, precisamente esa misma Europa que ha llevado una política vergonzante desde que comenzaron las llegadas a las costas italianas y griegas, con unas peligrosas políticas de subcontratación de labores a desarrollar por dos países, Turquía y Marruecos, cada uno de ellos competente para 'actuar' como gendarme en ambos extremos de este Mare Nostrum.

Pero hecha la misma, no deberíamos desdeñar otros factores y creo que es realmente necesario reflexionar sobre algunas de las cuestiones aquí en juego. Cuando he mencionado que Europa subcontrata sus políticas de contención de contingentes migrantes irregulares a dictadores como Recep Tayyip Erdogan o Mohamed VI, ha de ser consciente de que sus actuaciones no van a soportar una mínima mirada ética. Europa ha evitado tener una política migratoria propia, confiando en que el trabajo sucio sea realizado por los socios antes citados y que ninguna mácula salpique su Premio Nobel de la Paz 2012.

Aun así, estos gendarmes fronterizos -y en ambos se ha evidenciado- utilizan la cuestión migratoria como rehén de las políticas comerciales de ambos países con la UE. Así -y esta ha sido una cuestión recurrente-, cuando Marruecos -y me centraré en este país que conozco más- se ha sentido ofendido o ha necesitado mejorar algún tratado comercial siempre ha relajado la vigilancia de la Policía marroquí o de los soldados del Cuerpo Auxiliar, destinados en los campamentos que cubren el perímetro.

Así, en Ceuta cualquier policía, marino, comerciante, ama de casa, taxista, funcionario o vendedor de la ONCE sabía que tras el acogimiento en España de Brahim Ghali, ofendido el monarca alauí, era más que probable que, una vez más, este hecho desencadenara una venganza extraoficial contra España y que esta se manifestara como ha venido ocurriendo en los últimos veinte años: con la relajación en el control de fronteras. Es lo que pasa cuando nuestra política migratoria está subcontratada.

Repito que no pretendo utilizar un tema tan sensible para contribuir a la política barriobajera que tenemos instalada, de eso ya se encargan partidos como Vox que han corrido prestos a 'sacar tajada', pero sí que deseo subrayar que han existido fallos en el sistema, como ha quedado evidenciado. ¿Cómo es posible que no se haya percatado nadie de que la Policía o las Fuerzas Auxiliares del Ejército marroquí no estaban en sus lugares de vigilancia? ¿Cómo es posible que nuestros servicios de Inteligencia no hubieran visto movimientos de miles de personas en los campamentos migrantes de Castillejos? ¿Cómo es posible que el Ejército español, la Policía y la Guardia Civil no se hubieran desplegado hace diez días anticipándose a los movimientos habituales de Marruecos?

Las migraciones irregulares seguirán mientras la UE no vea claramente que es necesario mejorar a los países emisores, única forma de terminar con estos terribles hechos. La prioridad ha de ser la respuesta humanitaria, pero después creo necesario dar respuesta también a todos estos interrogantes.