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El año que acaba se estrenó con imágenes poderosas: una cohorte desaforada asaltando el Capitolio, el templo de la democracia. El 28 de noviembre, el ... Palacio federal suizo se convirtió a su vez en un campo atrincherado. Para el presidente de la Confederación, Guy Parmelin, «el hecho se inscribe en un contexto cada vez más tenso». «La intolerancia parece convertirse en norma». Un diagnóstico generalizable; e inquietante.
El campo semántico de trincheras y frentes denota prácticas poco saludables para la vida colectiva. Si el aumento de la temperatura es una alarma ecológica, la crispación de la comunicación pública es un síntoma de la glaciación democrática. La democracia es un complejo abstracto de controles y contrapesos, que se sustenta en prácticas cívicas informadas por el respeto de ciertas reglas como solera para la vida en común. Son competencias sociales que requieren cultivo, ejercicio y -no se olvide- autoridad.
La vida política española conoce una deriva frentista de visibles consecuencias, que evoca, mutatis mutandis, periodos oscuros de nuestra historia. Una de esas consecuencias es la desafección de la ciudadanía, lo que deja el campo expedito para los pescadores de ríos revueltos. Los variopintos populismos confluyen en esa sintaxis política binaria, con querencia autoritaria, donde lo que importa no es lo que se argumenta sino si el emisor es o no de los 'nuestros'; donde el criterio no es la verdad o la conveniencia pública, sino la funcionalidad para mondar la trinchera y capitalizar los dividendos. De ahí la preferencia por los conflictos indivisibles (Hirschman) y las guerras culturales. Los ingenieros del caos necesitan un ecosistema de ring para la sementera del odio y el resentimiento.
En esa obra maestra que es 'El mundo de ayer', Stefan Zweig se muestra sobrecogido por la facilidad con que, como la peste, prendió el odio entre las naciones europeas; con su cénit en el canto inmundo de Ernst Lissauer, que hizo furor hasta encandilar a figuras como Klemperer. Conviene prestar atención a las diferencias de escala pero no descuidar las analogías. Aquella guerra fue resultado del fanatismo nacionalista de unos pocos y el sonambulismo de los más (Christopher Clark). Los más lúcidos (particularmente el círculo de Romain Rolland, Henri Guilbeaux y el propio Zweig) pugnaron por purificar la «atmósfera cargada de odio, sobreexcitada por todos los medios de instigación». Estos medios, que aumentarían su influencia en la guerra siguiente, han multiplicado su poder en nuestros días. En palabras del psicólogo Daniel Kahneman: «Las redes sociales son amplificadores de diferencias extraordinariamente potentes, inéditos en la historia de la Humanidad». Las redes son un territorio sin reglas.
Una de las razones de la seducción de las pócimas populistas es precisamente el descuido de la memoria admonitoria, aquella que nos advierte del daño que producen esas retóricas a partir del recuerdo del saldo de horror que históricamente han dejado; algo que preocupó a Tony Judt. El cruce de acusaciones entre los denostadores del 'régimen del 78' y los de 'la guerra del abuelo y la fosa de no sé quién' es una ilustración inquietante de esas dinámicas. Por eso ha resultado balsámica la voz de José Antonio Zarzalejos: «No me vinculaban con ella afinidades ideológicas, ni entorno social, ni circunstancias vitales. (…) Entre Almudena Grandes y yo hacíamos la España más verdadera, que es la de los diferentes que no renuncian a la palabra ni a los afectos vinieran estos de donde vinieren». Para enmarcar: no hay tarea más urgente que vacunar a la España verdadera contra la peste frentista.
En la misma longitud de onda se inscribe una jornada organizada por Izquierda Solidaria de Cataluña con colaboración de Sociedad Civil Catalana, calificada de ultraderecha por el secesionismo, descalificación que responde a la horma sectaria de ese sector que tantos destrozos tiene en su haber. Como ejemplo de ello, un heroico -las trincheras digitales transpiran épica- representante del secesionismo invita a apedrear la casa de un niño de cinco años; por supremacista, porque la familia había pedido que se aplicara la sentencia de un 25% de las clases en castellano. Al otro lado de la trinchera solo puede haber seres odiosos, aunque sean niños. El héroe es el mismo que califica a Antonio Machado de «enemigo de Cataluña» e invita a «ir a mear a su tumba»; una invitación que concuerda con aquella hecha a los 'indignados' autóctonos de ir a mear a España.
En la lógica frentista no se habla: se insulta, se escupe, se... Aunque sea contra Machado, que había dejado escrito: «Si se tratase de construir una casa, de nada nos aprovecharía que supiéramos tirarnos correctamente los ladrillos a la cabeza. Acaso tampoco (…) nos serviría de mucho una retórica con espolones». Frente al frentismo, la cordura; frente a los polarizadores, Machado, Zweig, Judt o José Antonio Zarzalejos.
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