Una mujer cardenal
La mirada ·
La literatura de ficción anticipa las reivindicaciones feministas para ascender en la estructura de gobierno de la IglesiaSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
La mirada ·
La literatura de ficción anticipa las reivindicaciones feministas para ascender en la estructura de gobierno de la IglesiaSi las mujeres bajáramos los brazos se derrumbaría el cielo». Esta frase tan rotunda la pronuncia una de las protagonistas de la obra 'Lejos de Cafarnaúm' (Algaida), de María Eugenia Salaverri, que ha obtenido el premio literario Kutxa Ciudad de San Sebastián en su modalidad ... de teatro en castellano. La autora vasca sitúa el libro en un ambiente de complot en el Vaticano, donde reinarían las intrigas y conspiraciones contra un proyecto periodístico liderado por mujeres. Este es el clima que describe también la periodista Lucetta Scaraffia en su 'thriller' 'La mujer cardenal' (ediciones San Pablo). Ambos títulos han eclosionado en un mes en el que se multiplican las revindicaciones de la marea feminista, también en la Iglesia, y en el que se cumplen diez años de la elección del Papa Francisco.
Las dos creaciones literarias tienen más cosas en común. Salaverri da el protagonimo a un grupo de mujeres que elaboran la revista 'Donne Chiesa Mondo' (Mujer Iglesia Mundo), el suplemento femenino mensual de 'L'Osservatore Romano', diario oficial de la Santa Sede. Los contenidos de la publicación no gustan a los purpurados más rigoristas, que tratan de neutralizar el periodismo libre y clausurar la cabecera. No cuentan con el coraje de periodistas y monjas que defienden su trabajo a pie de rotativa, blindadas ante cualquier reflejo misógino y conspirativo.
Lucetta Scaraffia fue, precisamente, la primera directora de 'Donne Chiesa Mondo', cuando Benedicto XVI confió en su profesionalidad para sacar adelante la publicación. Terminó dimitiendo por las presiones de un sector de la Curia, alarmado por el tono de algunas de sus investigaciones y el enfoque de sus editoriales en los que denunciaba el machismo en la Iglesia. Ahora, la historiadora italiana publica un libro en el que relata la llegada de un obispo latinoamericano llamado Ignacio, que pone a una mujer al frente de la poderosa Secretaría de Estado, el equivalente a primera ministra, y la nombra cardenal para garantizar la obediencia de sus subordinados. En esa sala de máquinas ya trabaja ahora una mujer como subsecretaria del Sector Multilateral de la sección de las Relaciones con los Estados (Asuntos Exteriores), pero está muy por debajo de la cima. En la novela, lo que se pretende es poner orden en la Curia y atajar el nepotismo y la corrupción, una amenaza peligrosa para los intereses de algunos sectores. Las resistencias están servidas.
Ambas obras se inscriben en el género de ficción, son relatos imaginados, pero se basan en detalles reales. Retratan episodios y actitudes que se acercan y mucho a la realidad de lo que ha podido pasar de puertas hacia adentro de la Ciudad del Vaticano; por cierto, gobernada ahora por una mujer (una especie de vicealcaldesa), la de más alto rango en el organigrama de gestión de ese Estado. También hay mujeres en el organismo que decide el nombramiento de los obispos, en la cúpula del Sínodo de Obispos (prepara las reuniones de los prelados de todo el mundo), en el dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (el 'ministerio' más importante), en el Consejo de Economía o en la dirección de los Museos Vaticanos.
Aún así, la mayoría están en estructuras en las que el jefe sigue siendo un hombre. Y es cierto que esa subida de peldaños a los puestos de mando está siendo muy lenta, pero parece imparable y se trata de una apertura sin precedentes. El Papa acaba de reconocer de manera pública que donde se pone a una mujer la cosa cambia, sigue adelante y empieza a funcionar mejor.
Scaraffia aspira a ver a una mujer con el título de cardenal, una posibilidad factible pero que se antoja lejana en una institución en la que, hasta hace poco, el tiempo se medía por siglos. El nombramiento de cardenales no es un dogma, sino una dignidad recogida en el Derecho Canónico, un corpus normativo que se puede cambiar, como se ha hecho de manera reciente para endurecer la persecución de la pederastia eclesial. De hecho, el Papa ya ha impulsado cambios canónicos para que las mujeres puedan realizar determinadas tareas en las parroquias, blindadas ante obispos conservadores.
En efecto, la promoción de las mujeres en el seno de la Iglesia es uno de los grandes desafíos del pontificado de Francisco, que ha dado pasos valientes en esa dirección, pese a que la mayoría de ellas sigan ocultas y su trabajo no sea transparente. El ordenamiento de mujeres como sacerdotisas está descartado y Bergoglio ha marcado un límite, que es el de las diaconisas llegado el caso. Pero para ser cardenal no haría falta pasar por el sacerdocio. Ya ha habido cardenales laicos.
El debate lleva tiempo abierto en la comunidad católica y no son pocos los que piensan que el ejercicio del poder en el gobierno de la Iglesia no sólo es privilegio de los ordenados. Francisco se ha bajado del trono y ha impulsado una despontificación para acabar con la corte papal y sepultar la papolatría, pese a la losa de la tradición. A partir de ahí, todo es posible.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.