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Los resultados de las recientes elecciones europeas certificaron el giro del electorado católico practicante hacia la extrema derecha en la Francia laica. Un 32% votó a Jordan Bardella, candidato del partido de Le Pen, y un 10% (el doble de lo alcanzado a nivel nacional) ... a Reconquête! (Reconquista), el grupo conservador y antiglobalista de Éric Zemmour. El registro para el conjunto de los católicos que apoyaron a Rassemblement National (Reagrupación Nacional) se eleva al 37%, por encima del porcentaje de todos los franceses (31,4%), de acuerdo con los datos de una encuesta realizada por 'La Croix', la cabecera religiosa más importante del país. Ambas siglas jugaron durante la campaña la carta de defender la «identidad cristiana».
¿Qué ha cambiando en Francia para ese escoramiento ideológico? ¿Es solo un voto de castigo? ¿Están en crisis los partidos tradicionales? No es un fenómeno nuevo. En 2017, François Fillon, conservador y creyente declarado, logró el 46% del voto católico como candidato de Les Republicains (Los Republicanos). Luego, en 2019, la extrema derecha recibió un 18% del voto católico, que ahora se ha duplicado a un 42%. Pero fue en las presidenciales de hace siete años cuando ya se marcó esa tendencia, que se sustanció en un 40% en 2022 si se suman los resultados de Marine Le Pen, Éric Zemmour y Nicolás Dupont-Aignan.
¿Y qué se entiende por identidad cristiana? Desde luego, nada que se identifique con los principios que defendía Jacques Delors, arquitecto de la unión europea contemporánea y un visionario pragmático. Su muerte, el 27 de diciembre de 2023, supuso el fin de una generación de católicos, ardientes activistas de la construcción europea, la mejor Europa, una Europa sin fronteras. El expresidente de la Comisión que alumbró el Tratado de Maastrich nunca abdicó de sus valores, que se fundamentaban en los derechos humanos y la justicia social, en la honestidad y la decencia. Su pensamiento descansaba en el catolicismo de izquierdas, pero se había nutrido de un humanismo cristiano plural, que siempre integraba y nunca excluía.
El politólogo Stephane François, especialista en movimientos radicales de derecha, constata que para muchos de esos votantes la extrema derecha «encarna el último bastión de los valores cristianos». El Papa Francisco, sin embargo, ya ha advertido contra las opciones «selectivas y parciales» en relación con «la defensa de la dignidad humana», en clara referencia a la marea populista que ha inundado varios países. Por ejemplo, movilizarse contra el proyecto de ley de Macron que abría la puerta a la legalización del suicidio asistido y a la eutanasia, pero, al mismo tiempo, aplaudir las políticas duras contra los inmigrantes. No se puede ser católico y xenófobo.
Para Jerôme Forquet, analista del gabinete que ha realizado la encuesta para 'La Croix', este cambio refleja una ruptura del 'pacto republicano', atribuida a una estrategia de 'desdiabolización' y 'respetabilidad' de la extrema derecha, que ahora atrae a los católicos franceses, desconectados de las directrices de los obispos. Una carta pastoral de ocho diócesis europeas abogaba por votar a candidatos proeuropeos, un mensaje que no ha afectado al comportamiento electoral de los fieles galos. En una entrevista en 'La Croix', el sociólogo sitúa una de las causas en el sentimiento, muy difuso, de «inseguridad cultural y antropológica» de este colectivo, como consecuencia de la inmigración y el ascenso del islam. Sus referencias se desvanecen. «Los católicos está atrapados entre el 'wokismo' y el islam identitario», sentencia. Es significativo que el 62% de los votantes musulmanes hayan respaldado la lista de La France Insoumise (La Francia Insumisa), la izquierda radical liderada por Mélenchon. Convivencia intercultural o trincheras identitarias.
Jacques Delors aspiraba a lo imposible, como los jóvenes de Nanterre en el Mayo francés del 68, que empujaron un movimiento de recomposición política. Mbappé ha llamado al voto joven «en contra de los extremos» y «contra los que dividen». Su mensaje puede calar en las 'banlieues', en los suburbios y las periferias de las grandes ciudades, donde se conoce mejor a la estrella de la selección de fútbol que a Macron. Delors decía que no había que sentir nostalgia por los tiempos pasados, pero ya me habría gustado que en los 'años de plomo' hubieran surgido en Euskadi algunos 'Mbappés' que alertaran contra el militarismo etarra. Seguro que no habría durado tanto.
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