Todo proceso histórico complejo destila relatos simplificadores. Pero nada más reduccionista que emular torpemente las teorías decimonónicas de Thomas Carlyle para privilegiar el papel de los 'grandes hombres' y menospreciar otros componentes del cambio social, como los procesos socioeconómicos o la acción colectiva de los ... movimientos sociales. Se conoce este debate a propósito de la Transición. Quedó reflejado en la serie documental de la periodista recientemente fallecida Victoria Prego. El tránsito de la dictadura a la democracia se observa 'desde arriba', como una minuciosa obra de ingeniería política motorizada por dos grandes actores -el rey Juan Carlos I y el presidente Adolfo Suárez- con el aporte de tres líderes fuertes (Fraga, Carrillo y González). Mirar desde abajo es más complejo. Obliga a valorar la incidencia de la protesta democrática y el movimiento obrero en el proceso de democratización.
Con la Transición la perspectiva desde arriba huye de las complejidades historiográficas por no malograr un relato construido en clave épica providencialista. En el caso del 'procés' ocurre algo parecido, pero con un relato construido en clave épica fatalista. El 'procés', que empezó hace década y media, lleva un lustro viviendo su etapa crepuscular aunque permanezca vivo en la alterada caja de resonancia de la política estatal. En medio del griterío prevalecen los grandes protagonistas. La perspectiva desde arriba del 'procés' encumbra a sus 'grandes hombres'.
En el imaginario catalanista refulge de manera transversal la figura de Puigdemont, quien, para desgracia de Junqueras y otros exmandatarios juzgados y encarcelados, estaría siendo considerado como el 'gran hombre' del 'procés' por tratarse del 'president' defenestrado y obligado a huir (lo que Junts presenta como controvertido activo electoral). Sin embargo, en el campo del nacionalismo español, puesto que la polarización izquierda-derecha lo rompe todo, también se rompe la perspectiva desde arriba del 'procés'.
El españolismo tiene dos 'grandes hombres'. Con distinto rango y legitimidad, pero dos. Las derechas inflaman sobremanera sus emociones políticas al colocar a Felipe VI en el altar de los 'grandes hombres', para cualquier cosa, y más aún para el 'procés' desde aquel discurso admonitorio televisado el 3 de octubre de 2017. Las izquierdas ponen otro nombre. Tras el 12 de mayo, el PSOE y parte de las otras izquierdas construyen sin complejos y con el andamiaje de los 'grandes hombres' la figura de Pedro Sánchez, quien, con su taumatúrgica política de amnistía y reconciliación, habría vencido políticamente al independentismo catalán y estaría recolocando históricamente el camino de la relación de Cataluña con España. Una vez más: ¿para qué complicarse con complejidades historiográficas?
El 'procés' debe verse en el largo recorrido histórico de la cuestión territorial española, pero es obvio que 2017 es un hito que ha marcado y marcará el devenir del conflicto catalán. Entonces adquirió dos grandes formas de expresarse, distintas a la vez que interrelacionadas y prácticamente solapadas. Hubo un 'procés partidista' que, al ostentar el mando de las instituciones autonómicas, fue percibido como un reto contra el Estado, consiguientemente contestado mediante la intervención administrativa, la judicialización y el castigo, lo que provocó una grave crisis de Estado. Pero también hubo un 'procés popular', con miles de activistas dispuestos para la desobediencia civil.
Veamos dos hechos trascendentes de 2017 que no se pueden esquivar en un análisis riguroso: 1) Los dos primeros líderes independentistas encarcelados, los entonces famosos 'jordis', representaban a colectivos sociales y culturales muy influyentes, no eran políticos profesionales. 2) El referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 pudo realizarse gracias a la participación de miles de personas que voluntariamente sortearon el control policial y desobedecieron la prohibición. ¿Acaso creemos que esa movilización, hoy muy desactivada, ha quedado reducida a escoria en el apagado rescoldo de fuerzas políticas otrora pujantes y muy activas? Malamente.
No es menos cierto que, en el proscenio de los 'grandes hombres' del 'procés', ha emergido una nueva figura, la de Salvador Illa, símbolo de una nueva etapa. Puesto que el problema catalán seguirá presente, mal se entenderá lo que ha ocurrido y lo que podría sobrevenir si no se mira la historia desde abajo y con los de abajo. Illa tiene un arduo problema de gobernanza. No abundaré sobre eso. Conlleva incógnitas imposibles de despejar todavía, entre ellas la capacidad de incidencia del imponderable Puigdemont. Pero asimismo Illa tiene delante -no debajo- una sociedad plural con un hervidero de movimientos sociales (incluidos los soberanistas del 'postprocés'). Es un desafío más y no pequeño. Pero también una oportunidad para cambiar la dirección de la mirada.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.