La decisión del Gobierno de España llevada al BOE del 24 de diciembre pasado, por la que se adjudica en exclusiva al PNV la propiedad del palacete del número 11 de la Avenue Marceau de París y se compensa solo al mismo partido por la ... privación de dos edificios en Francia, uno en Noyon y otro en Compans, constituye la afrenta más seria que Pedro Sánchez ha infligido a la memoria y a la dignidad de su propio partido en el País Vasco. Hasta el hecho de que un partido de izquierdas enajene bienes del Patrimonio del Estado para entregarlos a manos privadas, con lo alucinante que resulta, queda en segundo lugar ante lo otro.
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El nacionalismo da una versión según la cual fue el PNV quien compró el palacete con dinero de sus militantes en América, para ponerlo luego a disposición del primer Gobierno vasco. Que personajes del PNV intervinieron es innegable. Pero no pueden demostrar la compra porque usaron testaferros y empresas tapadera para ocultarla, no solo a los agentes franquistas sino también al Gobierno de la Segunda República, al que no le daban cuenta de nada. Por eso el decreto del Gobierno se cubre hablando de «vinculación histórica», no de propiedad.
Y como todo lo que se hizo desde octubre de 1936 solo se explica porque a partir de entonces existía un Gobierno vasco (integrado por cuatro miembros del PNV, tres del PSOE, uno del PCE, uno de ANV y dos republicanos), los nacionalistas nos cuentan una historia situada antes, en agosto de 1936, según la cual dos emisarios de Ajuriaguerra, o sea del PNV, se desplazaron a la capital de Francia a comprar armas y estando allí se encontraron con Picavea, que sería luego delegado del lehendakari José Antonio Aguirre en París a partir de octubre, que les dijo, oye, pues ese palacete está muy bien, lo podíamos comprar. Y entonces los recién llegados de Bilbao le dijeron, oye, pues aquí tengo el dinero que nos ha enviado el osaba Patxo de México, unos millones, con lo que eso está hecho y lo de las armas lo dejamos para más adelante. Por increíble que parezca esta es la última versión del episodio por parte del nacionalismo, para explicar la compra del palacete para el PNV, sin citas bibliográficas que la avalen. Aparece en un libro publicado en 2019, cuando sus autores ya sabían lo que se jugaban con esta historia.
Pero el palacete fue alquilado por Picavea en febrero de 1937 y comprado luego por medio de un testaferro, Marino Gamboa, en octubre de 1937, todo ello con la autorización del lehendakari Aguirre y, por supuesto, de su todopoderoso consejero de Finanzas, Heliodoro de la Torre. Por el medio ocurrió el desalojo de Euskadi del Gobierno vasco, en junio de 1937, y el nombramiento acto seguido de Juan Gracia, uno de los tres representantes del PSOE en el gabinete de Aguirre -era consejero de Asistencia Social-, como presidente de la Delegación vasca en París el 16 de julio de 1937. Relevó a Ricardo Picavea y con plenos poderes en la sede central del palacete de la Avenue Marceau, en el momento álgido de la evacuación, con los refugiados vascos llegando por miles al país vecino, y al mando de todos los refugios del Ejecutivo vasco repartidos por Francia, incluidos los de Noyon y Compans. Juan Gracia se erigió así en el personaje clave de ese momento trágico de nuestra historia.
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El Gobierno vasco, viendo el cariz que tomaba la guerra, ante lo que pudiera ocurrir con sus propiedades en el extranjero, decidió ponerlas a nombre de una sociedad llamada Finances et Entreprises, integrada por empresarios franceses e ingleses, que luego se quitarán de en medio, lo que facilitará que la Justicia francesa adjudique al Estado franquista sus bienes en 1951. Dicha sociedad se constituyó el 30 de enero de 1939, domiciliada no por casualidad en el mismísimo despacho en París de Heliodoro de la Torre, y a continuación compró tanto el palacete de la Avenue Marceau, el 13 de febrero de 1939, como los edificios destinados a acoger refugiados en Noyon y Compans.
Con el de Compans, apto para 500 personas, Gracia firmó un convenio en abril de 1939 con el servicio de refugiados de Negrín (el SERE), por el que dejó de pertenecer al Gobierno vasco. El de Noyon, poco antes de que la ciudad fuera arrasada por el ejército de Hitler en los primeros meses de 1940, había sido ya desactivado por Juan Gracia, quien, como capitán del barco que se hunde, se quedó hasta el final en París. No pudo escapar al cerco nazi y murió allí a los 50 años, en abril de 1941, enfermo y asistido por su mujer, Áurea Pérez Echevarría.
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Aquellos primeros años terribles de la historia del Gobierno vasco en el palacete de la Avenue Marceau quedaron marcados a fuego por la figura de un militante del PSOE, Juan Gracia Colás. Nada es comparable a esto en la historia posterior del edificio, ni siquiera lo de 1951.
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