
Por qué hemos perdido la guerra en Ucrania
Europa afronta el desafío de desarrollar una defensa adecuada para los nuevos escenarios, y puede llevar años. Entretanto, diplomacia
Patxi Lázaro
Analista de Geopolítica
Jueves, 10 de abril 2025, 00:01
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Patxi Lázaro
Analista de Geopolítica
Jueves, 10 de abril 2025, 00:01
En un artículo publicado recientemente en 'Süddeutsche Zeitung', el filósofo alemán Jürgen Habermas se duele de que la Unión Europea entrara en la guerra de ... Ucrania sin un análisis sensato de las implicaciones: económicas, energéticas, de prestigio y en el equilibrio geopolítico global del siglo XXI. De un modo puramente reactivo, asumiendo como propias las conveniencias de unos Estados Unidos que ahora cínicamente nos dan la espalda, Europa olvidó su larga trayectoria de diplomacia de alto nivel para unirse a una cruzada en favor de intereses poco claros y de unos ideales que hoy ya no estamos en condiciones de defender. Algo ha salido mal. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?
Mientras la OTAN se expandía hacia el este, contra el consejo de diplomáticos de carrera como Henry Kissinger, Helmuth Schmidt o Mijaíl Gorbachov, que habían gestionado el final de la Guerra Fría, nadie se dio cuenta de que el ejército ruso de 2022 ya no era la misma soldadesca desmotivada que había fracasado ruidosamente en Afganistán. En los diez años anteriores a la guerra de agresión contra Ucrania, Rusia modernizó sus fuerzas armadas dotándolas de armamento de calidad y una doctrina estratégica renovada. También mejoraron los suministros y la moral. Por primera vez, gracias al Ministerio de Serguéi Shoigu, el soldado ruso dispuso de calcetines de lana de buena calidad y no tuvo que envolver los pies en tiras de tela antes de meterlos en las botas.
Mucho se habla de drones, ciberguerra, desinformación, conflictos híbridos y otras innovaciones futuristas. Pero la guerra de Ucrania, en sus momentos decisivos, se ha librado con medios tradicionales: artillería y movimiento de tropas. Y aquí, como en otros ámbitos, el ejército ruso demostró una clara superioridad gracias a los 'stocks' de los arsenales de la antigua Unión Soviética y su vasta capacidad industrial al servicio de la defensa. En el momento álgido de los combates en Bajmut, las fuerzas armadas de Rusia disponían de una reserva de 25 millones de proyectiles para tres calibres, frente a los 20.000 o 30.000 que las potencias occidentales podían suministrar mensualmente a Ucrania para 10 o 12 modelos diferentes de pieza de artillería. Una pesadilla logística.
La cadena rusa de suministros tiene 300 kilómetros, mientras que la de Ucrania, sostenida por sus aliados occidentales, se extiende por todo el mundo. Moscú puede utilizar una carretera y el puente de Kerch para poner sus efectivos en el frente. La OTAN tiene que transportar sus pertrechos por engorrosos cauces multimodales: los tanques Leopard españoles fueron trasladados mediante plataformas ferroviarias desde Zaragoza a Bilbao. De allí llegaban a Polonia por vía marítima. Una vez en el puerto de destino, aún quedaban más de mil kilómetros por ferrocarril y carretera hasta Kiev y el frente. Por no hablar de las revisiones técnicas, el entrenamiento de las dotaciones, repuestos, reparaciones, combustible y material de apoyo. Lo mismo para los cañones británicos M777, los F-18 prometidos por Australia, los Javelin estadounidenses y otras armas tan avanzadas como anecdóticas con las que los noticiarios tuvieron enganchada durante meses a la opinión pública occidental en un espectáculo que, más que una guerra, parece un 'reality show' o un canal de YouTube.
Los políticos de la UE también olvidaron sus lecciones de geografía e historia. El Este de Europa es una zona de extensas llanuras, desprovista de fronteras naturales y habitada por pueblos con culturas, mentalidades y conflictos étnicos inescrutables para un europeo occidental. Allí siempre estarán en ventaja los que juegan en terreno propio. En Ucrania, además, el río Dniéper y todo su sistema de afluentes ya determinaban por su misma existencia la imposibilidad física de recuperar Crimea y el Donbás. Es un principio conocido por todo experto en estrategia militar que, donde los cauces fluviales discurren de norte a sur resulta difícil mover tropas en dirección oeste-este.
Todo lo que explica el fracaso de la UE en Ucrania tiene que ver con la geografía, la falta de previsión e inoperancia de unos Estados occidentales que, pese a su indudable superioridad económica y tecnológica, ya no poseen la capacidad efectiva para sostener compromisos globales. Por no llorar sobre la leche derramada, sería más conveniente pensar en cómo recuperarse del fiasco militar y restablecer la pérdida de imagen.
Europa se enfrenta al desafío de desarrollar capacidades de defensa adecuadas para los nuevos escenarios de seguridad colectiva del siglo XXI. Eso puede llevar años. Entretanto, y a falta del apoyo estadounidense, la única alternativa tal vez resida en el mismo remedio que permitió la supervivencia del Imperio Bizantino entre la caída de Roma y la era de Justiniano: la diplomacia.
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